martes, 12 de mayo de 2015

CARTA DE DESPEDIDA

Hoy, que he vuelto a acordarme de ti, te escribo una carta para empezar a olvidarte.

Releyendo antiguos diarios he vuelto a sentirte como lo hice entonces y te he echado de menos de la misma manera que, sospecho, lo he hecho cada día desde que te vi por última vez. Te quise. Te quise mucho y me doliste como quizá nadie me ha dolido jamás. Contigo se cerraron mis heridas y por tí volvieron a sangrar. Fui cobarde, como siempre lo he sido, y fue culpa mía que te perdiera. No te alejaste de mi puerta, es que tuve miedo y no te invité a entrar aunque muchas veces tuve la sensación de que sólo esperabas una palabra, un gesto, una caricia mía para dar el paso. ¿Me equivocaba entonces o me equivoco ahora? El tiempo engaña, lo tiñe todo con un tono más amable que el gris mediocre de la realidad, pero creo que es cierto. Sentías algo y tampoco te atreviste a ponerle nombre. Los dos dejamos escapar una oportunidad y nos perdimos, cada cual por su camino.

Hace siete años que saliste de mi vida pero, de algún modo, te las arreglaste para quedarte dentro de mi, agazapado en las sombras, siempre listo para salirme al paso cuando alguien te nombra. Entonces se detiene el mundo, mi mundo, y pierdo el aire al recordarte. Me sorprende que puedas seguir doliendo como el primer día, que todavía puedas arrancarme una lágrima (o cientos) y la certeza absoluta y absurda de saber que si vinieras mañana y me dijeras que ya no estás con ella, volvería a caer, a quererte como entonces porque, en realidad, jamás dejé de hacerlo. Te quise, te quiero y te querré sin remedio, sin solución ni acierto, sin presente ni futuro. 

Aun así, con estas palabras te despido porque en mi vida ya no tienes sitio. Voy a llenar mis huecos con otros afectos, duren lo que duren, porque me merezco vivir sin lamentarme, poner luces de colores en mis noches sin luna, aroma de limón en mi almohada y risas y música y susurros y un mar de montañas y una cadena de sueños. Me he ganado el derecho a ser querida, aunque sólo sea por un instante, y olvidarte a rabiar porque si hay que amar sin medida, sin medida también hay que olvidar.

Que seas feliz, con ella o con cualquiera, pero siempre sin mi. Yo me voy, parto a buscar otros puertos que me den felicidad, lejos de tí pero cerca de las estrellas. Mi corazón se cansó de añorarte, de contar los días sumando tu ausencia con las mías. Todo tiene un final y aquí llega el nuestro. 

No volveré a querer como te quise a ti pero te aseguro, te juro que cuando lo haga será de verdad, en cuerpo y alma, porque yo no sé hacerlo de otra manera. 

12-05-2015