No me devuelvas el anillo, me dijo. No pensaba hacerlo porque para mi
significa mucho, le contesté, aunque sin ti pierda parte de su sentido.
Es tuyo, continuó, y te lo di con todo mi corazón, sinceramente, y no
puede llevarlo nadie más que tú. Lo sé... por eso me lo quedo, porque
nadie más que yo merece llevarlo y me recuerda que, al menos por un
tiempo, me quisiste de verdad, que no fue un sueño, que éramos reales.
Intenté
sonreír pero me salió una mueca mojada de lágrimas, y vi en sus ojos la
misma tristeza que empañaba los míos. El tiempo se deslizó alrededor
nuestro, de puntillas, mientras yo recogía los pedazos de mi corazón
roto y él retrocedía a la concha en la que se estaba encerrando. Nunca
le sentí más lejos. Nunca le había querido tanto. Nunca le odiaría más.
Me
cerré el abrigo mientras apretaba los dientes para no rogarle un último
abrazo del que no querría desprenderme jamás. Aún así, mi boca
traicionó a mi mente y me escuché preguntando ¿me echas de menos alguna
vez? Claro, dijo con voz estrangulada, cada día, muchas veces. Supe que
no mentía, que notaba mi ausencia en muchos momentos aunque no quisiera,
que sus recuerdos le traicionaban cuando menos lo esperaba conjurando
mi sonrisa, alguna palabra, el tacto de mis manos, el sabor de mis besos
o el calor de mi pecho. No sé por qué lo pregunté, quizá porque
necesitaba confirmar lo que mi corazón me aseguraba. Y dentro de mi todo
se quedó en silencio. Había llegado la hora de partir.
Le dije
adiós sin mirarle a la cara y me di la vuelta. Mis piernas se movieron,
un paso, dos, tres, alejándome de él. Lo último que escuché fue "un
beso..." lanzado a mi espalda. No me giré. No habría sido capaz de irme
sin pedirle otra oportunidad.
Hice el camino llorando, a
ciegas, pensando en todas las veces que recorrí esas mismas calles
flotando a varios palmos del suelo porque habíamos pasado un rato juntos
y era feliz. Me costaba creer que aquella mujer que caminaba
despreocupada, sonriendo al mundo y rozándose los labios que habían dado
y recibido tantos besos, fuera la misma que ahora no tenía consuelo, se
sentía vacía, perdida, incompleta. Sola. Era yo entonces o lo era
ahora?
Llegué a casa tarde, derrotada, muerta de hambre pero sin
ganas de comer, fría por dentro y por fuera, con ganas de dormir pero
temiendo el sueño. Me metí en la cama y lloré. En algún momento me dormí
y esta mañana, al sonar el despertador, descubrí que había sobrevivido a
la noche y podía levantarme y desayunar y ducharme... Que como dijo el
tío Walt (Whitman)" “Que tú estas aquí, que existe la vida y la
identidad, que prosigue el poderoso drama y tú puedes contribuir con un
verso.” Yo he escrito algunos versos, sobre papel y contra algunos cuerpos (ya lo dice Serrat, "amor no es literatura si no se puede escribir en la piel") pero mis mejores letras todavía están por escribir.
Algún día
alguien cogerá todas mis piezas y hará de mi puzzle su todo. Algún día
bailaré bajo la lluvia al ritmo de una música creada sólo para que yo la
escuche. En algún sitio, lo sé, están los ojos en los que querré
mirarme cada mañana y la sonrisa en la que me dormiré cada noche.
Yo creo. Lo merezco. Me lo he ganado.
Mjo
17-02-1
miércoles, 17 de febrero de 2016
lunes, 8 de febrero de 2016
DE REPENTE...
Justo cuando ya lo daba todo por perdido y había dejado de importarme, de repente... tú.
De repente tú y tus ojos azules (o verdes o grises, según la luz), tu acento de otras tierras y esa manera de mirar que hace que me tiemblen las piernas.
De repente tú y tus manos grandes, tu sonrisa de diablo burlón, tus piernas largas y tu melena al viento.
De repente tú y todos tus besos, todos tus abrazos, todas tus caricias y esa forma de apoyarte en mi que me derrite el alma.
De repente tú y todas tus luces, tus sombras, tus palabras y tus silencios.
De repente tú y todos tus problemas, todos tus secretos, todas tus historias y todos tus complejos.
De repente tú y mi vida cambia, se caen mis barreras y empiezo a sentirme cómoda en mi piel.
De repente tú y te conviertes en lo mejor que me ha pasado en años, la casualidad más bonita de mi vida, lo que necesitaba sin saberlo, mi salto al vacío, mi abrir las alas y volar sin mirar al suelo, mi "qué me importa lo que digan los demás", mi punto débil y mi fortaleza, mi amigo y mi amante, mi tormento y mi remedio, mi "pase lo que pase, ésto no me lo quita nadie".
De repente tú y ya no hay vuelta atrás. Una mañana te miré medio dormido en tu cama y la verdad me golpeó: te quiero. Ya no tengo vía de escape. No supe cómo decírtelo, porque no lo había hecho antes, y ni siquiera sabía si querías oírlo... Pero lo dije y funcionó. De todas formas creo que lo sabías porque, a falta de palabras, te lo dije en cada beso, en cada caricia, en cada abrazo, en cada mirada, en cada sonrisa, durante los últimos meses. Yo no sé disimular mis sentimientos.
Y de repente voy y lo estropeo todo. Porque tampoco sé callarme cuando debo ni soy capaz de entender lo que pasa por tu cabeza cuando tengo ganas de tí y tú no pareces sentir lo mismo. Y me siento rechazada, pequeña, estúpida, insignificante, culpable y mil cosas más que no sé nombrar. Pero cuando eso pasa, lo único que no dudo es que te quiero, que no quiero perderte. Sé que he metido la pata y que ahora mismo no quieres ni verme... pero no te vayas, no me dejes. Mi vida vale la pena porque tú estás en ella. Si te vas, sobreviviré porque lo hago siempre, pero todo será más triste sin ti. Eres mi alma.
Te quiero.
Mjo
De repente tú y tus ojos azules (o verdes o grises, según la luz), tu acento de otras tierras y esa manera de mirar que hace que me tiemblen las piernas.
De repente tú y tus manos grandes, tu sonrisa de diablo burlón, tus piernas largas y tu melena al viento.
De repente tú y todos tus besos, todos tus abrazos, todas tus caricias y esa forma de apoyarte en mi que me derrite el alma.
De repente tú y todas tus luces, tus sombras, tus palabras y tus silencios.
De repente tú y todos tus problemas, todos tus secretos, todas tus historias y todos tus complejos.
De repente tú y mi vida cambia, se caen mis barreras y empiezo a sentirme cómoda en mi piel.
De repente tú y te conviertes en lo mejor que me ha pasado en años, la casualidad más bonita de mi vida, lo que necesitaba sin saberlo, mi salto al vacío, mi abrir las alas y volar sin mirar al suelo, mi "qué me importa lo que digan los demás", mi punto débil y mi fortaleza, mi amigo y mi amante, mi tormento y mi remedio, mi "pase lo que pase, ésto no me lo quita nadie".
De repente tú y ya no hay vuelta atrás. Una mañana te miré medio dormido en tu cama y la verdad me golpeó: te quiero. Ya no tengo vía de escape. No supe cómo decírtelo, porque no lo había hecho antes, y ni siquiera sabía si querías oírlo... Pero lo dije y funcionó. De todas formas creo que lo sabías porque, a falta de palabras, te lo dije en cada beso, en cada caricia, en cada abrazo, en cada mirada, en cada sonrisa, durante los últimos meses. Yo no sé disimular mis sentimientos.
Y de repente voy y lo estropeo todo. Porque tampoco sé callarme cuando debo ni soy capaz de entender lo que pasa por tu cabeza cuando tengo ganas de tí y tú no pareces sentir lo mismo. Y me siento rechazada, pequeña, estúpida, insignificante, culpable y mil cosas más que no sé nombrar. Pero cuando eso pasa, lo único que no dudo es que te quiero, que no quiero perderte. Sé que he metido la pata y que ahora mismo no quieres ni verme... pero no te vayas, no me dejes. Mi vida vale la pena porque tú estás en ella. Si te vas, sobreviviré porque lo hago siempre, pero todo será más triste sin ti. Eres mi alma.
Te quiero.
Mjo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)