jueves, 3 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (día 2)

  4- OCTUBRE - 2016, Martes  (Piazzale Michelangelo, San Miniato al Monte, Cimitero delle Porte Sante, Duomo, San Marco)    

Hoy toca coger el autobús hasta el Piazzale Michelangelo. IMPORTANTE: hacer una señal al conductor para que pare o pasará de largo. ¿Que cómo lo sé? ¡Pues porque me ha pasado, jajaja! Qué cateta soy. a ver lo que tarda ahora en venir el siguiente. Voy bien de tiempo pero me toca las narices estar aquí plantada sabiendo que ahora estaría a mitad de camino. Ais... cuando lo vea asomar por la esquina me tiro en la carretera para asegurarme que para.

Anoche llegué reventada al hotel. Apenas tuve fuerzas para ponerme el pijama y tirarme en la cama. Hablé un rato con mi hermana, colgué unas fotos en facebook y caí rendida. He dormido de maravilla. Me encanta la cama, es enorme. Si me pongo en medio y abro los brazos, no toco los bordes. Traeme la almohada de mi casa ¡y no querré salir de aquí jamás!
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Candados de amor con el Duomo de fondo.

¡POR FIN! Qué odisea para llegar hasta aquí pero, madre mía, vale la pena la espera y el camino. Tener Firenze entera a tus pies bien vale el esfuerzo. ¡Qué maravilla! Si no te enamoras aquí de la ciudad, déjalo. No lo harás nunca.

Yo intentando entenderme con el palo-selfie. 
El Duomo y su Campanile te roban la mirada porque están en el punto central de las vistas. A la izquierda, la Signoria y el Ponte Vecchio con el Arno que se desliza tranquilo. Y a la derecha, la Santa Croce. Y por todas partes, mil tejados rojos punteados con torres oscuras y pequeñas cúpulas aquí y allá. Es demasiado hermoso para describirlo con palabras, hay que venir y sentirlo dentro. A mi lado, mientras hacía las fotos, una señora lloraba. ¿Y quién se lo puede reprochar? Yo no, eso os lo aseguro. Estoy pensando en cómo debe verse por la noche y quizá, quizá, lo haga. No me gustaría irme sin esa imagen.

Una última foto y a por San Miniato al Monte.
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San Miniato al Monte
Vaya experiencia la de esta mañana, ando de asombro en asombro. San Miniato es ALUCINANTE. Es una iglesia grande, con decoración de corte bizantino, con todas las vigas del techo (a dos aguas) decoradas y el suelo lleno de placas de mármol que ocultan tumbas. Tiene una cripta bajo la zona del Altar Mayor que me ha dejado boquiabierta. Se supone que no se deben hacer fotos ahí pero no he podido resistir la tentación. Un sitio precioso, de verdad.
Cripta de San Miniato al Monte

Después he visitado el Cimitero delle Porte Sante, que está justo delante de San Miniato. Y qué vistas tienen estos muertos... Así ¿cómo no descansar en paz? Es impresionante. Nada más entrar me picó un mosquito, algo que me suele suceder cuando voy al de Vilafranca, pero se me olvidó pronto. Fue mi contribución, desinteresada, al mantenimiento de la fauna local.

Cimitero delle Porte Sante
Cimitero delle Porte Sante
Este cementerio es absolutamente increíble. No se de qué año datará, pero en la entrada hay una placa que dice "Cosimo Med Florentie et Senar DVXII"(no es que me acuerde de la inscripción, es que le hice una foto y la acabo de consultar) así que le presumo una antigüedad más que respetable. La estructura es extraña, tiene poco que ver con los de aquí. Las tumbas se extienden por terrazas por las que cruzan los senderos de piedras, rodeados de bloques de nichos a cuatro o cinco alturas. No sólo hay lápidas en los nichos, también tienen bustos que representan al fallecido y algunos, al verlos de lejos, parecen asomar desde el interior, vigilando (y sobresaltando) al caminante despistado. En este caso, yo. El efecto es sobrecogedor incluso a plena luz del día. Las tumbas del suelo también tienen su cosa, no creáis... Sobre las losas blancas, dispuestas con orden en todo el espacio disponible, se erigen las esculturas de angelotes, vírgenes más o menos tenebrosas y columnas con la imagen del muerto, increíblemente detallados. La mayoría que vi eran del siglo XVIII y XIX, y se apreciaban los peinados a la moda, con peinetas o joyas adornando el cabello, parte del vestido, una sonrisa, las patillas de los caballeros, un ceño fruncido, un sombrero de copa, un monóculo... Me ha llamado la atención la cantidad de columnas truncadas que vi. Yo, que por lo que he leído, estaba convencida de que era un símbolo masón o sólo se podían encontrar en terreno no consagrado, me he quedado bastante sorprendida. Tengo que buscar más información sobre este tema, me pareció curioso.

Cimitero delle Porte Sante
Mención aparte merecen los enterramientos infantiles. ¿Mi opinión? Escalofriantes y tristes, muy tristes. Había varias agrupadas en un rincón, a medio camino entre el sol y la sombra. Un ángel que cogía el cuerpo de un niño con cuidado, un infante que se limpiaba la cara, pequeñas esculturas vestidas de época, un par de bustos de ojos huecos y algunas fotografías desteñidas por el tiempo y el olvido es todo lo que queda de ellos. No estaban más descuidadas que las demás pero es la parte que menos me ha gustado. Me ha parecido demasiado solitaria, abandonada, fría. Triste. Muy triste.

Cimitero delle Porte Sante
Cuando estaba a punto de irme, unas figuras muy blancas me han llamado la atención y he decidido ir a ver qué era. Según me he ido acercando ya me daba cuenta que eran preciosas y, al tenerlas delante, me he quedado sin palabras. Sobre una lápida de mármol gris, sin adornos, dos esculturas de tamaño natural escenificaban lo que podía ser una escena de baile. Un hombre vestido de militar tendía las manos, sonriendo, a una mujer vestida con un traje largo y el pelo, con ligeras ondas, caía suelto hasta los hombros. Ella no lo miraba pero sonreía, feliz. No sé qué momento de su vida en común debía reflejar el conjunto pero imaginé dos posibilidades: el momento de su primer baile como marido y mujer o quizá el instante en que ambos se reecontraron después de morir. En cualquier caso, debió ser un momento feliz que merece ser plasmado en lo que sólo puedo llamar obra de arte. Me ha dejado muy impresionada y he salido del cementerio relajada, en paz. Ha merecido la pena la visita y el picotazo del mosquito. (Más tarde me enteré que las figuras eran, en realidad, hermanos. Él,  Mario, piloto de combate, murió en Alemania en 1944 y ella, María, poco después de casarse en 1945. Las estatuas las encargó su madre en 1947. Las figuras los representan con el uniforme de aviador y el vestido de novia respectivamente)

He vuelto al Piazzale a coger el autobús de vuelta al centro. Esta tarde quiero subir a la Cúpula del Duomo y ver la ciudad desde las alturas.
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Esta ciudad se está apoderando de mi. Sé que es una tontería y que, desde luego, no lo hago bien pero me salen las palabras italianas automáticamente. Acabo de comer al pie del Duomo, para no perder más tiempo a la hora de ver la Cúpula y eso. Mientras comía, veía los mármoles de la fachada y pensaba que no quiero irme nunca, quiero quedarme aquí para siempre.

Firenze es una locura de turistas. No hay respiro, en  todas partes te encuentras alguien cámara en mano, intentando inmortalizar el momento, el lugar. Pero no se puede. ¿Cómo capturar una ciudad que respira, que late por debajo de la historia y el arte? Siete ciudades en diez días, ¿cómo sabes dónde tomaste esta foto o aquella? Llevarte el silencio de una capilla bajo tierra o de un jardín de recuerdos, el olor a tierra mojada del bosque o las voces de la gente que viaja en el autobús a tu lado. Hay que vivirlas, las ciudades hay que vivirlas, abrir los poros para que se metan bajo la piel. Me estoy empapando de Firenze y ya sé, positivamente, que volveré. La mitad de mi alma se quedará aquí.
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Último tramo de la escalera.
Madre mía, qué "panzá" de escaleras ¡otra vez! Peor que el Campanile, más cantidad y más estrechas. He contado un tramo de sesenta escalones de caracol , un pequeño rellano, y otras sesenta del mismo estilo. He acabado mareada perdida jajaja. Y una vez arriba del todo, después de recuperar el aliento, contemplar la ciudad desde las alturas. A ver, es una pasada ver Florencia en un giro de 360º grados pero por el ascenso asesino (sobre todo el último tramo) y la cantidad de gente que había, casi no merece la pena. Había peleas por un trozo de terraza donde hacerse la foto sin que saliera un japonés con su pedazo de cámara o el palo-selfie peligrosamente asomado en el vacío. Sí vale el esfuerzo, sin embargo, por ver las pinturas de la Cúpula de cerca. De otra manera es imposible apreciar la cantidad de detalles de los frescos. Y lo deteriorados que están en algunas zonas, por desgracia. Qué pena.
Frescos de la Cúpula, obra de Giorgio Vasari

Cuando he bajado he ido a celebrarlo comiéndome un gelatto piccolo, no sea que recupere algo de lo que he ido quemando durante el día. Y he acabo sentada en la Loggia dei Lanzi, escribiendo las postales, mientras la gente se volvía loca alrededor haciendo fotos y más fotos. Los turistas somos una raza aparte, está claro.

Gelattos. Mmmmmm...




Después me he comprado un panini para cenar en el hotel y, como ya tocaba, me he perdido un poco en el camino de vuelta. ¡Pero sólo un poco! Y gracias a eso, he visto la Chiesa de San Marco, el Palazzo Medici-Ricardi y he acabado en la Via Reparata, que es donde estaba el restaurante del viaje de final de FP el día que diluviaba y acabamos perdidas y empapadas. Qué cosas, oiga...


Palazzo Medici - Ricardi


Ahora voy a pegarme no una ducha sino un baño de pies, que me duelen como si no hubiera un mañana. Y a dormir. Mañana toca Santa Croce a fondo y Ufizzi en vena por la tarde. Presiento orgasmos múltiples toooooodo el día.

Mjo

Firenze, desde el Piazzale Michelangelo
Savoranola


Chiesa di San Marco