domingo, 20 de septiembre de 2020

SIGUIENDO LA SOMBRA DEL VIENTO

Dicen que siempre deberías volver al lugar donde has sido feliz. Y yo añado que también deberías volver a pasear siempre por las páginas de los libros que te han hecho feliz. Es como reencontrarse con un amigo de siempre, uno de esos por los que no pasa el tiempo y siempre, siempre te recibe con los brazos abiertos y una enorme sonrisa. Lo triste es que cuando llegas a la última página, sabes que vas a tener que despedirte no sólo de sus personajes sino de sus escenarios, algunos de ensueño y otros, francamente, de pura pesadilla, y dejar aparcada en una estantería una historia que, de alguna manera, ya forma parte de tu piel. Ok, ¿exagero? Posiblemente, tengo tendencia a magnificarlo todo, en lo bueno y en lo malo, pero así es como los vivo yo. Hay ciertos libros a los que regreso, en una especie de tradición personal, prácticamente cada año. "IT", de Stephen King, que todavía tiene la capacidad de hacerme sufrir. "Brooklyn Follies", de Paul Auster, delicioso y cargado de optimismo. "La casa de los espíritus" o "De amor y de sombra", de Isabel Allende, con esas historias entre la realidad y la ficción que te atrapan por completo. Y "La sombra del viento" y "Marina", de Carlos Ruiz Zafón, que hicieron que recuperara el placer de abrir un libro y olvidarme, por completo, del mundo. Si tengo que elegir un favorito, el que me llevaría sin dudar a esa mítica isla desierta, suponiendo que, sin saber nadar, sobreviviera a un naufragio, posiblemente serían esos dos.