martes, 23 de mayo de 2017

LO QUE NUNCA QUERRIA ESCRIBIR


Su sonrisa. Eso es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en él. Esa sonrisa de dentadura perfecta que iluminaba el día cuando, sin avisar, explotaba al vernos esperar con paciencia a la salida del box. Y después, su amabilidad. Hasta en los peores momentos, cuando la moto no tiraba o no acababa una carrera, tenía la santa paciencia de acercarse a nosotros. Es a ese hombre, el que quedaba cuando se acaba el espectáculo y se bajaba de la moto, al que lloro desde que me confirmaron la noticia. Nicky Hayden, el chico de Kentucky, se ha ido para siempre, llevándose un pedazo enorme de mi corazón y dejando un hueco que nadie más podrá llenar jamás. 

Desde ayer por la tarde, al filo de las seis, no dejan de acudir imágenes a la cabeza. La primera vez que lo tuve delante fue en Cheste y me quedé, literalmente, sin palabras. Ni siquiera le hablé, simplemente le alargué el libro que me habían regalado (la historia de su familia y las motos) para que me lo firmara y, muy bajito, dije un "thank you" que no creo que oyera nadie. Trix y Rafa, que fueron testigos de mi ridículo espantoso, hasta se preocuparon porque no fui capaz de volver a hablar hasta que pasaron dos horas y cuando lo hice fue para declarar mi amor eterno e incondicinal. Poco a poco fui perdiendo la vergüenza que me entraba cuando se me plantaba delante y recuperé la capacidad de hablar y entender lo que decía, con su inglés americano de Kentucky que a veces costaba pillar, y empecé a almacenar recuerdos.

Su saludo después de cada sesión de entrenamiento al pasar por donde colgábamos sus banderas o la vez memorable que, en mitad de un cronometrado, levantó la mano y nos saludó. Si ampliamos la foto, debajo del casco se aprecia su sonrisa al ver nuestra reacción, que de poco nos despeñamos desde la grada. Su "Hi, girls!" al salir del box y encontrarnos con la guardia baja apoyadas en el camión del equipo. El selfie que nos hicimos, bueno, que hizo él porque "yo tengo los brazos más largos". Decirle que íbamos a ir a Owensboro en verano y que dijera que por supuesto nos podíamos ver allí, con toda su familia. Las rodilleras de la última carrera que corrió en Cheste y que nos regaló, firmadas, a Trix y a mí. Que pasara delante de todos para venir a saludarnos aunque fuera durante diez segundos...

Y sobre todo, su voz al otro lado del teléfono hace apenas un mes, cuando vino a Motorland para la carrera de SBK. No pude ir a verle, cuestión de dinero que siempre lo fastidia todo, pero Trix me llamó y pude hablar con él. Le pregunté cómo estaba, "no muy bien" contestó, porque la moto este año le daba problemas. "No te desanimes, ya verás como las cosas mejoran. Recuerda que nosotros creemos en tí y te queremos igual, pase lo que pase". Se rió, me dijo "thank you so much" y se acabó.
No paro de recordar ese momento, ese regalo inesperado que, de repente, se ha vuelto precioso y único, inolvidable y mío, completamente mío.

Sé que todo el mundo habla de él ahora, de su calidad humana, y no puedo hacer más que darles la razón porque así era Nicky. Extremadamente educado, sencillo y cercano, terrenal, una estrella que brillaba con luz propia e iluminó la vida de todos aquellos que, en mayor o menor medida, tuvieron la suerte de tenerle cerca siquiera por un instante. Fue un campeón en la pista, poco reconocido por los "entendidos", y sobre todo fuera de ella y ahí es precisamente donde más se va a notar su ausencia.

Y a pesar de todo, del dolor, el vacío, las lágrimas que a cada rato vuelven, no puedo dejar de pensar que soy afortunada. Sí, afortunada, porque tuve el privilegio de conocerle y estoy segura que sabía lo que significaba para nosotros. Hubo un tiempo en que había legiones esperando a la salida del box, después fueron desapareciendo y quedamos nosotras, fieles de principio a fin, y Nicky lo sabía. Ahora no pero dentro de unos días, cuando asimile el dolor, ese pensamiento me reconfortará. Eso y poder hablar de él con la gente que compartía mis sentimientos: mi hermana Sonia, Alex y Trix, a las que conocimos gracias a él. Otra cosa por la que estarle agradecida, ¿ves?

En fin, mi intención era simplemente rendirle un pequeño homenaje, poner por escrito lo que Nicky significaba para mí y declarar que hay amores que mueren y otros, como éste, que jamás lo hacen.  Le recordaré siempre y le echaré de menos siempre. Siempre.

Goodbye, Nicky, I'll see you in heaven
 
mjo