domingo, 3 de noviembre de 2019

FELIZ POR DECRETO (Malditos domingos...)

Tienes que ser feliz. Y punto. Que te lo dicen los anuncios de las revistas, los programas de la tele, las series edulcoradas, los libros con portadas en color pastel y, por supuesto, las tazas. Que seas feliz, ostia, que tampoco cuesta tanto!

Y tú vas por ahí con una sonrisa pintada en la boca, aunque por dentro te estés muriendo, porque ser desgraciado pues no queda bien en las fotos de Instagram, no hay filtros que lo disfracen. Así que sonríes. Sonríes hasta que te duelen las mandíbulas, te salen patas de gallo (son arruguitas de felicidad!) y demuestras que esa pasta de dientes blanqueante funciona, pero no del todo. Que no queda bien? Nada, busca filtro que lo disimule. Haz lo que te de la gana pero sé feliz. No se te ocurra dar a entender que en algún momento, algunos días, te gustaría meterte en un rincón a oscuras y desaparecer del mundo. No lo digas, por favor, que siempre habrá quien venga a decirte que te amargas la vida porque quieres, que en el fondo es culpa tuya porque es mucho más fácil sentirse mal que bien, que requiere menos esfuerzo "deprimirse" y ponerse trágica ya no se lleva. Y te tragas las ganas de mandarlos a la mierda, de decirles que te dejen en paz porque en la tristeza, en la soledad, en la amargura también hay belleza y hasta crees que es necesaria. Ser feliz las veinticuatro horas del día (sí, cuando duermes también tienes que ser feliz), siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco (o sesenta y seis) días al año es agotador. Te lo digo yo, que lo he intentado y lo único que he conseguido es acabar arrastrándome por el suelo y sin saber a qué maldito clavo ardiendo agarrarme.

Los consejos bienintencionados los carga el diablo y todos tenemos montones para repartir. Ya sabéis: consejos vendo y para mí no tengo. Ir soltándolos por el mundo es tan sencillo y nos hace sentir tan bien que los regalamos con alegría. Somos egoístas, hay que admitirlo. ¿Quién sabe qué haría en una situación u otra antes de que se produzca? Soy consciente de las buenas intenciones que, casi siempre, se esconden detrás de esos consejos. Nadie le desea el mal a nadie a conciencia, especialmente si esa persona que te pide ayuda, o te cuenta qué ha decido hacer o no, te importa de verdad. Pero, a la hora de la verdad, ¿qué se esconde detrás de eso? ¿Las ganas de ayudar o de decir después "ves como yo tenía razón? Si me hicieras más caso, ¡no te pasarían las cosas que te pasan!". No tenemos asimilado que, en la vida, es tan importante acertar como equivocarse. De hecho, creo que es mucho más importante lo segundo porque te da armas para defenderte, aunque no siempre funcionen, y aprendes a no repetir errores. O, en mi caso, que hay errores que cometerías una y otra vez porque te hacen sentir viva a reventar. Acertar siempre debe ser aburrido y no arriesgar, de cobardes. Ya lo dijo Bruce Lee: "Vale más tener cicatriz por valiente que piel intacta por cobarde". Y alguien mucho más sabio que yo, lo que incluye al 99'99% de la población de este mundo: "El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada".

Llegar a ciertas conclusiones, a "esas" conclusiones, cuesta una vida y muchos golpes. Al final aprendes que no puedes dejar a un lado a nadie que realmente te importe, aunque sí admitas que a tí te lo hagan, pero llega un punto en el que no puedes seguir andando por el camino que otros te señalan. No dejas de agradecer que se preocupen por tí pero... Pero sigues adelante con lo que crees que debes o, simplemente, te apetece hacer. Si falla, pues apechugas y a por otra cosa. Si aciertas, ¡a celebrarlo! Y que quede claro que no creo que acertar sea que salga bien, sino que te haga sentir bien. En este mundo, hay pocas cosas que nos hagan sentir vivos, que nos erice la piel, que nos ponga una sonrisa porque sí, que nos haga desear que pase el lunes y llegue el martes o que el tiempo se detenga por un instante para que ese instante dure horas... Y, sobre todo, hay pocas cosas que merezcan la pena recordar para siempre, ya sea por bueno o por terrible. Las cicatrices no son feas, demuestran que tuviste un tropezón, que caíste, te levantaste y seguiste andando. Me gustan la cicatrices, he aprendido a admirar y querer las mías.

En fin... malditos domingos (gracias, Marwan!)

Mjo

DANIELLA

Miró a su perfecta hija y a no menos perfecto marido y, como tantas otras veces en los últimos meses, tuvo ganas de soltarlo todo y salir huyendo. Se arrepintió al instante, como siempre, y dibujó una sonrisa que espantara los malos pensamientos. Cogió el móvil, buscó el mejor encuadre y disparó cuatro o cinco fotos para inmortalizar un momento que debería ser inolvidable. Sintió un nudo en la garganta cuando Carlos se acercó a comprobar el resultado y la felicitó con un abrazo y un beso en los labios. "¡Han quedado geniales, Daniella! Haremos copias y se las mandaremos a los abuelos", dijo con el entusiasmo de un niño al abrir los regalos la mañana de Reyes.