Oye, pues para haber hecho el trabajo en seis días,
le quedó un mundo de lo más apañadito. Lástima que el séptimo día se viniera
arriba y decidiera tumbarse a la bartola a descansar y darse palmaditas en la
espalda por ser tan bueno. Que no digo yo que el pobre no estuviera agotado ni
se mereciera un sueñecito reparador, ni mucho menos. Vamos, que si hubiera
pedido un masaje en los pies y un mojito, pues también habría estado
justificado. Pero, no sé, pienso que igual podría haber esperado un poco más y
arreglar algunas cosillas que no le quedaron tan, tan, tan perfectas como él
pensaba. Adán, por ejemplo. A ver, el hombre no le había salido mal, aunque
tampoco es que tuviera con quien compararlo, ¿verdad? Era el único hombre. Había
montones de plantas, árboles y flores, tropecientas especies animales y algunas
se las podía haber ahorrado porque son francamente asquerosas. Había variedad
de colores, tamaños, formas y sonidos en todo lo que veía, excepto en el tema
de los hombres: uno y se acabó. No me parecía justo, qué queréis que os diga.
¿Qué pasaba si se estropeaba? O se rompía. Y si no
nos soportábamos, ¿qué íbamos a hacer si no nos aguantábamos? ¿Teíamos que quedarnos
solos, cada uno a su aire, en algún rincón lejano del Paraíso? Nah, no me parecía
que hubiera sido muy inteligente con esto de la creación, no lo pensó bien.
Quiero decir, ¿tenía un plan B? Porque si así era, nos lo debería haber contado,
¿no? Se pasaba el día señalando todo lo bueno que había hecho, ya fuera útil o
inútil, hermoso o feo, pidiendo que le hiciéramos casito y cantásemos alabanzas
sobre su maestría ¿y no nos daba alternativas por si algo no funcionaba? Qué
patinazo... No lo culpo, claro. También era su primera vez en esto de ir
creando mundos y llenarlos de criaturas y demás. Seguro que tomó buena nota de
los fallos y la próxima vez lo hará mucho mejor. O eso espero, al menos. Lo
malo es que a mí me tocó vivir en éste y siento tener que decir que empecé a
ver tantas cosas por arreglar que no sabía ni por dónde empezar. Bueno, sí:
Adán. Señor, qué muermo.