martes, 13 de octubre de 2015

POEMAS DE AMOR

¿Por qué ya no escribo poemas de amor? Hubo una época en la que salían solos; se me ocurría una frase y sólo tenía que coger un bolígrafo para crearlos. Uno detrás de otro, a veces llenos de luz y esperanza, casi siempre puro lamento y decepción, pero míos, reales. Únicos. Con ellos gané concursos y confesé mis penas, puse sobre papel un caudal de sentimientos que no conseguía entender, dominar ni decir en voz alta. Fueron mi vía de escape, mi confesionario secreto, mis amigos íntimos y, a veces, mi tabla de salvación. Ya no...

Ya no me salen. Y no es que no sienta nada porque lo lo hago, aunque de una manera tan distinta que apenas me reconozco. Es cada día un descubrimiento, una certeza, una sonrisa de la mañana a la noche. Una vida nueva, justo cuando me había acostumbrado a la vieja. Ahora que empieza el frío, que el tiempo invita a quedarse en casa, yo salgo del letargo de años y estreno una piel que ha crecido despues de arrancarla una y otra vez. Ya no necesito nada más de lo que tengo, que es más de lo que esperaba. 

Son sus ojos, sus manos, sus sonrisas, sus abrazos, su cabeza apoyada en mi pecho, su cuerpo junto al mío. Es despertar a medianoche y sentir sus brazos en mi cintura, levantar la mirada y sorprender la suya, echarle de menos en el instante que nos separamos, su olor en mis manos. Que crea que soy inteligente, que le guste mi risa, mi forma de decir las cosas, que mis piernas son perfectas y mi boca le atraiga. Es él y soy yo, que poco a poco nos vamos convirtiendo en "nosotros", en un viaje que no es la travesía del desierto sino una aventura de descubrimientos.

Ya no escribo poemas de amor porque tengo los besos, abrazos y caricias que en ellos reclamaba. 

No, ya no escribo poemas de amor porque quizá, es posible, podría ser que estoy empezando a vivirlos. 

Mjo


sábado, 3 de octubre de 2015

NOCTURNO (en una noche de verano)

Al caer la noche, lenta, perezosamente, la temperatura desciende al nivel de "confortable" y las polillas abandonan su escondite. Y yo también. El calor me derrota; absorbe mis energías, me atonta, y no empiezo a ser persona hasta que es necesario encender la lamparilla para no andar a tropezones con los muebles. Entonces abro las ventanas para que se limpie el aire de las habitaciones y me asomo a contemplar el mundo como si fuera la primera vez. Cada noche descubro algo nuevo porque mientras yo me oculto tras las persianas, la vida sigue. La semana pasada floreció el rosal de la esquina, aquel que planté el año pasado y había dejado por imposible. Sus flores son muy rojas, como si brotaran directamente de mis venas, y su olor, penetrante y levemente dulzón, me llena la cabeza de imágenes demasiado carnales para esta soledad mía. Casi todas las protagonizas tú pero, de vez en cuando, tu sitio lo ocupa otro rostro y otro cuerpo y, francamente, me siento a disfrutarlas. Son mis favoritas. Las otras, las tuyas, todavía duelen demasiado. 

No niego que, a veces, me siento como si te traicionara. Sí, ya te puedes reír pero no puedo evitarlo. Tanto tiempo después y aquí me tienes, fiel a una memoria que debería haber borrado ya. Tenías razón, soy una sensiblera... pero te alegrará saber que las cosas están a punto de cambiar. 

Para tu información, he conocido a alguien y, por una vez, me interesa lo suficiente como para intentar algo. Veo que no me crees... ¿Cómo culparte? ¿Cuántas veces me has oído decir lo mismo y no he hecho nada? Ahórrate la ironía, ¿quieres? ¡No hace falta que las cuentes! Los dos sabemos que muchas. Pero ahora es diferente. Yo soy diferente, de un modo sutil, casi inapreciable, pero he cambiado. Supongo que hace falta conocerme bien para darse cuenta y tú, a pesar de nuestra larga historia, jamás lo hiciste. Siempre te quedaste en la superficie, en lo que tú llamabas "zona de seguridad", no fuera que descubrieras algo que no te gustara... o te gustara más de la cuenta, no lo sé. Tienes razón, no voy a cambiar de tema. Ni viene a cuento ni me apetece ni me sirve para nada. Eras como eras y a mí me parecía bien, era un leve castigo si con eso te quedabas conmigo y, a tu manera, me querías. Porque... me querías ¿verdad? Nunca estuve del todo segura, te gustaba poco hablar de sentimientos. Algo me dice que algunas cosas es mejor dejarlas como están; si he vivido con la incógnita hasta ahora, podré seguir haciéndolo.

En fin, que he conocido a alguien que me produce vértigo en el estómago, que me da ganas de saber más, de conocer su piel y sentir sus manos. Se me aflojan las rodillas cuando le tengo cerca y me cuesta mirarle a los ojos por si los míos hablan demasiado claro. Me muero de miedo y, al mismo tiempo, de anticipación y deseo. No puedo sonreírle más ni inventar más excusas para que venga. Me gusta el sonido de mi nombre en sus labios y ando pendiente de su llegada todo el día. Si no viene, me hundo y vuelvo a casa más cansada. Mañana, me digo, mañana... Lo se, tienes razón, camino al borde del abismo y casi no me importa. ¡Casi, he dicho casi! Hace tanto que nada ni nadie me despierta que me siento como de quince años. Qué ridícula, ¿no? a veces se me escapan las sonrisas y me dan ganas de bailar y todo por culpa suya. 

Lo se, soy consciente de que ando construyendo castillos en el aire y se me pueden derrumbar encima pero... tampoco sería la primera vez que vivo entre escombros. Recién he recogido los que tú me dejaste y vuelvo a estar preparada para empezar de nuevo. 

Claro que te echo de menos, algunas veces demasiado, pero ya no me sangra tu herida ni espero tu regreso. Viniste a mi vida, te quedaste por un tiempo y te fuiste sin avisar, dejándome sola y a oscuras. Ya es hora de que salga a la luz de este verano abrasador, aunque arda y me consuma. Tiempo tendré de regresar a mi agujero. Si es que tengo que hacerlo.

Mjo