lunes, 10 de diciembre de 2018

CHARADA

Fueron sus ojos. O quizá su boca. ¿O fue la forma en que movía las manos? Se mordía las uñas y allí, en el extremo irregular de sus dedos de pianista, se rompía la imagen de heroína trágica que vendía. A mí nunca me engañó; había aprendido a mirar muy por debajo de la superficie y por eso me gustó más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Aquella mujer era un problema andante. Demasiado ansiosa por complacer, como si quisiera compensar toda una vida de soledad y abandono. No era cierto, por supuesto. ¿Quién no sabía su nombre y su historia? Hija única de un matrimonio entre escritor y dama del teatro, mimada hasta la saciedad, dotada de una rara inteligencia y una belleza fría que rompía moldes. Ni siquiera sufrió el azote del acné, única plaga capaz de igualar a los adolescentes y hacerles sentir miserables. Salió de la mansión familiar para entrar en un colegio para señoritas de alta cuna. Allí aprendió a sonreír ante los chistes sin gracia, a bajar los ojos y ruborizarse con timidez, a hacer punto de cruz y a mandar sobre las criadas. Por su cuenta y riesgo, aprendió a mentir, a despreciar al diferente, a derramar lágrimas de cocodrilo para librarse de los reproches, a provocar el deseo y, sobre todo, a alejarse justo cuando iban a atraparla. Entró siendo una niña virginal, vestida de seda y encaje, y salió convertida en en la hija de puta mayor del reino. Y nadie lo supo jamás porque jamás nadie se atrevió a contarlo en voz alta. ¿Quién iba a creerle? Era un ángel terrenal, la viva imagen de la inocencia. Le costaba un parpadeo derretir un corazón, lloraba con desconsuelo para alejar las sospechas y parecía tan sincera que siempre conseguía salvarse de las llamas. Podías amarla u odiarla pero jamás dejó a nadie indiferente. 

Dado su talento para la interpretación, muy superior al de su madre, su decisión de ser actriz fue lógica. Rechazó la ayuda de sus progenitores; su orgullo y testarudez le llevaron a rechazar el más mínimo gesto: triunfaré sola o sola me hundiré, dijo. Su primer papel fue un secundario en una obrita discreta, sin importancia, y se comió las tablas cada noche. Los críticos, deslumbrados, la nombraron "reina del escenario" antes de terminar el primer mes. Empezaron a lloverle los papeles de dama trágica y, antes de un año, su nombre brillaba con cientos de bombillas en el mejor teatro de la ciudad. Todas las mujeres querían ser como ella y ella deseaba no parecerse a ninguna. Los hombres hacían cola en la puerta de su camerino, cargados de flores, bombones, joyas y promesas de amor incondicional. Ella, cubierta con un costoso abrigo de piel que sólo dejaba a la vista sus ojos casi transparentes, pasaba entre ellos protegida por sus guardianes. Ni siquiera les miraba. La noche en que el joven heredero de una familia de sangre muy azul se saltó la tapa de los sesos delante suyo, fingió un desmayo y tuvieron que sacarla del teatro en brazos. Más tarde, a solas en la inmensidad de su cama con dosel, se rió a carcajadas al recordar la imagen y anotó en su diario, con pelos y señales, lo que había pasado. Después brindó con el mejor champán francés, deseando que aquel pobre desgraciado sólo fuera el primero de muchos. 

Yo la observé a distancia durante su ascenso, esperando el momento justo y cuando por fin la conocí, hacía años que deslumbraba al mundo desde las pantallas de cualquier cine. En sus películas solía interpretar a una joven huérfana que lucha por mantener su virtud, sufriendo lo indecible hasta que, al final, recibe su justa recompensa en forma de galán inocente. Abrazo apretado, beso casto, mirada perdida en el horizonte, fundido a negro. The End. Cuentos de hadas para mentes crédulas, sí, pero auténticas minas de oro para los estudios. No parecía envejecer lo más mínimo pero al natural era fácil comprobar que el brillo de la juventud se había apagado bastante y la malicia, el odio y, a veces, la desesperación habían tomado el mando. Esa parte de ella, la que aparecía cuando se apagaban las luces de neón y se enfrentaba al espejo sin maquillaje, despeinada y desnuda, real y humana al fin, es la que me conquistó.

Acostumbraba a pasearse por la habitación sin un hilo de ropa sobre un cuerpo que empezaba a no ser deseable, descalza y con un vaso de ginebra sin hielo en la mano. Recitaba fragmentos de sus papeles más celebrados mientras daba vueltas alrededor de la cama. Bajo la luz temblorosa de las velas, a veces parecía recuperar la juventud perdida y volvía a ser la criatura inocente que siempre fingió ser. La ilusión duraba un segundo, dos parpadeos, tres suspiros, y se desvanecía en el aire sin dejar rastro. Algunas noches lloraba sinceramente, gritaba todos los insultos que conocía, lanzaba el vaso contra la pared o contra el espejo que vivía una mentira. Entonces se giraba y me veía tumbado en la cama y venía hacia mí con las manos convertidas en garras, dispuesta a arañarme, matarme o quizá 

arrancarme los ojos para que no pudiera ver aquello en lo que se estaba convirtiendo. Nunca llegó a tocarme. Su rabia se diluía al verme sonreír divertido, joven, seguro de mi triunfo, consciente de que yo era el artífice de su derrota. Tú, balbuceaba, tú eres mi destrucción, mi final, mi destino... Caía de rodillas al suelo, con los ojos desencajados por el miedo y la boca abierta en un lamento silencioso. Era patética. 


Me costaba no relamerme de puro placer. No hay cosa en este mundo que me guste más que ver a una persona convertida en un trapo, hundida en la miseria de su propia existencia, y saber que he sido yo quién la ha llevado hasta ese punto. Hombre o mujer, me daba igual. Lo único que importaba, lo único que importa es la humillación, llevarlos a la antesala de la locura y dejarlos allí. Ah, esa fragilidad intensa que huele a sudor y sabe a sangre. Se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo. 

Y no sé verdaderamente si fueron sus ojos, su boca o la forma en que movía sus manos. En el fondo, dio igual qué me llevo a elegirla, moldearla durante años para convertirla en mi marioneta. Me alimenté de sus debilidades y sus miedos hasta que  no quedó nada más que un puñado de huesos recubiertos de piel grisácea. Y todavía me suplicaba que la amara, que no le dejara. ¿Cómo iba a perderme el espectáculo? Fue delicioso, mi mejor trabajo hasta aquel momento, y sólo quedaba rubricar el acto final. Murió entre mis brazos, bajo el dosel polvoriento de la cama que tantos cuerpos habían calentado. Un abrazo apretado, un beso casto y sus ojos apagándose poco a poco hasta no ver nada. The End. Sublime. 

Los periódicos de todo el mundo llevaron la noticia de su muerte a primera plana. Sus películas volvieron a proyectarse en los cines y centenares de fans afligidos hicieron cola ante la iglesia para rendirle un último homenaje. Hubieron desmayos, ataques de ansiedad y creo recordar que algún suicidio. Qué débil es la mente humana... por suerte para mí. Durante el entierro, retransmitido en directo por los canales más importantes del país, todas las cámaras se fijaron en el desconsolado y joven viudo que, con los ojos anegados de lágrimas, se arrodillaba para apoyar la frente en el ataúd como si mantuviera con ella una última conversación. La nación entera lloró conmigo. O eso creyeron.

En realidad, no hice más que ocultar la sonrisa de satisfacción que no pude contener por más tiempo. Apenas había cerrado un capítulo de mi obra pero ya estaba listo para empezar uno nuevo. Entre la gente, al otro lado de la tumba abierta, había visto a una jovencita de pelo oscuro y mirada inocente, que lloraba apoyada en el brazo de una señora mayor, su madre o quizá su institutriz. Nuestros ojos se cruzaron por un momento y vi, con total claridad, la mujer soberbia en la que se convertiría. La deseé desde ese mismo instante. Así es la vida, ¿no es cierto?  Carne y deseo, no somos más que carne y deseo. 

Se levanta el telón, que empiece el próximo acto. Espero que sea igual de bueno. O incluso mejor. 

Mjo


viernes, 9 de noviembre de 2018

CONSEJOS PARA ENCONTRAR MARIDO EN 1958


Hace unos días encontré por Facebook un artículo que compartía una bloguera americana (Girl in Florence, por si os interesa), casada con un francés, que vive en Florencia y a la que empecé a seguir para coger ideas en el viaje que hice en 2016. Siempre comparte actividades interesantes y una visión de la ciudad que sólo un residente no italiano puede tener: ve lo mejor pero tampoco le duelen prendas a la hora de hablar de lo no tan bueno o directamente malo. Esta vez, el artículo no tenía nada que ver con la ciudad de mis amores; era un regreso al pasado en forma de consejos para las mujeres que buscaban pescar un marido al precio que fuera. El artículo se publicó en la revista americana “McCalls” en 1958 así que, vistos en estos días que vivimos, resultan cuanto menos curiosos.  Le comenté a Georgette que estaba pensando en traducir los nada más y nada menos que 129 consejos impagables que se ofrecían y publicarlos en el blog y, a pesar de que el artículo no era suyo, me dijo que no había problema en hacerlo. Así que he pasado un ratito de lo más divertido, me he sorprendido pensando en más de una ocasión cómo adaptar un consejo determinado a nuestros tiempos modernos y sí, he puesto los ojos en blanco más de una vez. Aquí está el resultado de mi concienzudo trabajo (y mis comentarios entre paréntesis):


DÓNDE ENCONTRARLE

   1. Consigue un perro y paséale (vale, lo veo factible)
  2. Haz que tu coche se averíe en un lugares estratégicos (claaaro, porque una elige siempre siempre dónde porras va a dejarnos tiradas nuestro cacharro)
  3. Ve a clases nocturnas, haz cursos que sean del gusto de los hombres  (mecánica descartado porque si sabes cómo arreglar el coche, el punto dos queda anulado)
  4. Apúntate a un club de senderismo (nada más sexy que los calcetines de lana sudados y las chirucas…)
5. Mira los registros censales en busca de las zonas con mayor índice de solteros entre la población. Nevada tiene 125 hombres por cada 100 mujeres. (Ya, sí, pero es que Nevada me pilla un poco lejos…)
6. Lee las necrológicas para encontrar viudos aceptables (… sin palabras)
7. Haz golf, visita varios campos (me mola la idea de pasearme en esos cochecitos tan graciosos, la ropa de cuadros no tanto)
8. Haz vacaciones cortas en varios sitios en vez de unas largas en un único lugar (con lo cansado que es hacer y deshacer maletas…)
9. Siéntate en un banco del parque y alimenta a las palomas (sí, ahora mismo, para que me coloquen la etiqueta de “tarada del barrio”!)
10. Haz un viaje por Europa en bicicleta (puedo cambiarlo por clases de spinning? Allí también hay hombres…)
11. Consigue un trabajo en una escuela médica, dental o de leyes (está el mercado laboral como para ponerse selectiva, oiga. Encuentra un trabajo donde puedas y luego, si eso, ya te fijas en el personal)
12. Conviértete en enfermera o azafata de vuelo, su índice de matrimonios es muy alto (nada, eso se consigue en un par de meses nada más. No puede ser algo más sencillito?)
13. Pregunta a los maridos de tus amigas qué solteros aceptables hay en sus oficinas (pero ten claro que irán contándoselo a todos, te pondrán la etiqueta de “loca” o “desesperada” y todos pasarán de ti… posiblemente después de darte un revolcón)
14. Se amable con todo el mundo, pueden tener un hermano o un hijo de lo más aceptable (… puede. O puede que sean unos cafres sin remedio que no vale la pena ni molestarse en conocer)
15. Consigue un trabajo gubernamental en el extranjero (y dale con los trabajos sencillitos…)
16. Apúntate como voluntaria para hacer de jurado (de un concurso literario, quizá?)
17. Se amigable con los hombres feos (y esto que sigue no lo entiendo ni en castellano!) El guapo es lo que el guapo hace (se ruega a quién lo pille que me mande un mensaje con  la explicación)
18. Cuenta a tus amigos que quieres casarte, no lo mantengas en secreto (ojos en blanco)
19. Piérdete en un partido de fútbol (fácil, yo me pierdo en todas partes… )
20. No trabajes en una empresa formada mayoritariamente por mujeres (bueno, he trabajado siempre rodeada de hombres y aquí me tienes, solterica!)
21. Consigue un trabajo haciendo demostraciones de aparejos de pesca en una tienda de deportes (ojos en blanco otra vez)
22. En un avión, tren o autobús no te sientes junto a una mujer, busca un sitio libre junto a un hombre (no funciona, te lo dice una sufrida usuaria de Renfe-Rodalies desde hace… demasiados años)
23. Ve a reuniones de antiguos alumnos del instituto o universidad, puede haber viudos (otra vez con los viudos? Qué obsesión!)
24. No temas juntarte con chicas más atractivas, pueden dejar sobras (ay, Dios mío…)
25. Vuelve a tu lugar de nacimiento para una visita; el desastroso chico de al lado puede haberse convertido en un soltero muy aceptable mientras tú estabas lejos (y tú, en cambio, te has convertido en una solterona ansiosa por dejar de serlo. Qué cosas, oiga)
26. No compartas habitación con una chica que sea un saco de tristeza, podrías acabar poniéndote a su nivel (o va de retro, Satanás… ni que la tristeza se pegara como un resfriado, al estornudarte en la nuca!)
27. Consigue un trabajo a tiempo parcial en una oficina de convenciones (empiezo a tener un Curriculum Vitae demasiado largo y eso no puede ser bueno…)
28. Cambia de apartamento de vez en cuando (al precio que están los alquileres? ESTAMOS LOCOS O QUÉ???)
29. Cuando viajes, quédate en hoteles pequeños donde será más fácil trabar amistad con desconocidos (nada de “todo incluido” en la playa, tú a un sitio pequeño y cochambroso, o pequeño y hiper lujoso, donde todos puedan verte bien)
30. Aprende a pintar e instala un caballete en el exterior de una escuela de ingeniería (con la mano que tengo para el dibujo? Siguienteeee…)



COMO HACERLE SABER QUE ESTAS AHÍ

    31. Tropieza cuando entres en la habitación donde esté “él” (soy torpe, tropiezo hasta cuando nadie me ve!)
   32. Olvida la discreción de vez en cuando y llámale tú (venga, hija, se un poquito fresca y no te hagas tanto de rogar)
    33. Carga con una sombrerera (para qué demonios…? Ojos en blanco)
   34. Ponte una tirita, la gente siempre pregunta qué ha pasado (o no, a ver si te piensas que a la gente le importa que te hayas cortado con una hoja de papel…)
   35. Gana un montón de dinero (ok, alguna pista del cómo ganarlo? Porque la lotería se me resiste…Y lo mismo cuando tenga la pasta, el tema del marido ya no me interesa tanto)
  36. Aprende varias historias divertidas y cómo explicarlas bien pero asegúrate que sólo las cuentas una vez (no te repitas, que al final aburres)
  37. Acércate a él y dile que necesitas un consejo (… vale, éste igual funciona todavía)
38. Dejar caer el pañuelo todavía funciona (en esta época de amenaza de guerra bacteriológica? Ja, inténtalo otra vez)
39. Haz que tu padre compre alguna entrada para teatro o cine de la que luego se tenga se deshacer (mmm… no lo veo)
40. Quédate en una esquina y llora con suavidad, hay bastantes probabilidades de que él se acerque a preguntar qué te ha pasado (o se cruce de acera y acelere el paso para alejarse de ti)
41. No dejes que adivine tu nombre la próxima vez que os veáis, nada de jugar al “adivina quién soy” ni nada parecido (que ya tenemos una edad… y un pasado!)
42. Si estás en un complejo hotelero, haz que el botones te busque con un mensaje (todavía hay botones en los hoteles? De esos de chaquetilla roja y sombrero redondito?)
43. Cómprate una pick-up, a los hombres les gusta conducirlas (pues que se la compren ellos, digo yo…)
44. Aprende a hornear suculentas tartas de manzana, lleva una a la oficina y deja que los solteros más aceptables la prueben (y ahora ponte a cocinar…)
45. Ríe sus chistes (algunas cosas no cambian nunca!)
46. Si hay alguna flor entre los hombres que conoces, ¿por qué no regarla? Podría ser un diamante en bruto y tú sin saberlo (si es que va una por la vida sin darse cuenta de nada)
47. Deja tu bolso abierto “por casualidad” y dispersa su contenido por toda la calle (ni de coña, que te pisparán el móvil y la cartera y se largarán corriendo!)


COMO PARECERLE ATRACTIVA

48. A los hombres les gusta pensar que entienden de perfumes, pídele consejo sobre cuál deberías llevar (si te contesta Nenuco, intenta no caer desmayada de un ataque de ternura)
     49. Usa unas gafas más favorecedoras,a algunos hombres les gustan las chicas con gafas, o intenta usar lentes de contacto (ya estamos con el temita de las gafas! Qué mala fama nos dan…)
     50. Practica tu manera de beber primero con tus amigas (eso, vete de juerga con ellas y pilla una cogorza descomunal; esa fase ya la tengo superada)
51. Si te tiñes el pelo, elige un color y no lo cambies (bueno, vale, de acuerdo)
52. Usa tacones la mayor parte del tiempo, son mucho más sexies (estoy de acuerdo!)
53. A no ser que él sea más bajito que tú (aquí nos han colado “final de frase” por “nuevo consejo”… qué poca seriedad)
54. Dile que es guapo (y haz que se lo crea tanto, tanto, tanto que acabe convencido de que se merece algo mejor que tú y te deje para ir a buscarlo)
55. Cuida tu salud. A los hombres no les gustan las mujeres enfermas (prefieren que estén sanas y fuertes para que puedan cuidarlos cuando sean ellos los enfermos…)
56. Si te sientan bien las sudaderas, ponte una en cada tercera cita (la misma o puedo ir cambiando de modelo? Y si no me quedan bien… ¿qué me pongo en cada tercera cita? ¿Y en las otras?)
57. Vístete de forma distinta al resto de chicas de la oficina (esto… siguiente)
58. Ponte morena (nunca me pongo morena, es inútil malgastar energía en algo así. Es sencillamente imposible)
59. Cuida tu vocabulario (mierda, ya la hemos liado…)
60. Ponte a dieta si lo necesitas (y si no lo necesito, qué? Consejo sustitutivo, por favor?)
61. Cuando estéis juntos, pide un bistec poco hecho (da igual que la simple visión de la carne casi cruda te de arcadas, tú lo pides y te aguantas. Tienes una misión, chica, esfuérzate un poquito!!!!)
62. No le cuentes nada de tus alergias (y no os veáis en primavera porque alguna explicación tendrás que darle para los estornudos, el lagrimeo constante y el goteo de nariz)
63. Las mujeres europeas usan sus ojos para conseguir ventaja. Practica delante del espejo (otro consejo inútil, me siento estafada)
64. Compra un espejo de cuerpo entero y, antes de salir para encontrarte con él, revisa bien tu aspecto (primero haz la dieta, luego prueba lo de las lentes de contacto, te pones la sudadera si es la tercera cita y luego te miras. Todo tiene su proceso, hija mía)
65. Cambia el color de tus medias y asegúrate de que la costura está recta (medias con costura… una preocupación menos, a no ser que seas raruna y muy vintage. Esas medias, por cierto, quedan de vicio con los taconazos de antes. Sexy, sexy…)
66. Consigue ese aire de recién lavada… lavándote (ojos en blanco)
67. Si te ha comprado alguna baratija o accesorio, úsalo (si te ha comprado alguna baratija, mándalo a la porra)
68. Utiliza el cenicero, no apagues los cigarrillos en una taza de café (qué ordinariez, por favor…)
69. Pule tus presentaciones, aprende a hacerlas con gracia (qué presentaciones????)
70. No seas demasiado exigente (no, me voy a quedar con las sobras de la amiga guapa de más arriba sólo porque aceptó sentarse a mi lado en el cine. Un poquito de autoestima, no?)
71. Aférrate a tus principios morales (pero recuerda que si no le gusta esos, siempre puedes imitar a Groucho Marx y presentarle otros)
72. No lloriquees. Las chicas que lloriquean se quedan en el camino (para vestir santos, vamos)


COMO CONSEGUIR QUE SE QUEDE CONTIGO

  73. Demuéstrale que puedes pasarlo bien en una cita barata pero no sobreactúes (y si lo haces llevando la baratija que te regalo, mejor que mejor)
  74. No dejes que tus padres le traten como un marido potencial (con las ganas que tienen de colocarme, si algún día vuelvo a presentarle a una pareja dudo yo que puedan contener el entusiasmo…)
75. Pídele a tus padres que desaparezcan cuando os estéis divirtiendo (¿divirtiendo cómo?)
76. Salir en una cita doble con otra pareja alegre y felizmente casada, deja que vea por sí mismo cómo puede ser! (eh… eh… uf)
77. Di a sus amigos cosas buenas sobre él (miente si es necesario, recuerda que el objetivo es pescarle!)
78. Envía a su madre una postal de cumpleaños (se pelota con la posible futura suegra)
79. Pide a su madre que te de sus recetas de cocina (así facilitarás la transición de madre biológica a madre por bodorrio, o sea tú.  Todo muy normal)
80. Habla de negocios con su padre y dale la razón cuando diga que los impuestos son demasiado altos (qué narices? Es que son demasiado altos!!!!)
81. De vez en cuando, compra regalos a los hijos de su hermana (y si no tiene hermanas? Y si las hermanas no tienen hijos?)
82. En la primera cita, dile que no piensas en el matrimonio (si sacas ese tema en la primera cita, está claro que estás pensando en el matrimonio!)
83. No hables sobre los hijos que quieres tener (en la primera cita? O en general nunca?)
84. Si es pescador, aprende a limpiar pescado (prefiero no interferir en el trabajo de la pescadera, que es muy amable y además me entretiene siempre con cotilleos del pueblo mientras espero mi turno)
85. No le cuentes todo sobre ti al principio, guarda algo en la reserva (eso, tú siempre una bala o dos en la recámara porque nunca se sabe)
86. Cuando estéis paseando, no insistas en pararte delante de todos los escaparates (vale si sólo son las zapaterías? Las zapaterías y las librerías?)
87. No le cuentes lo que cuesta tu ropa (mejor ahorrate lo de “te gastas un dineral en ropa” y discursos derivados)
88. Aprende a coser y ponte alguna prenda que hayas hecho tú (buf, demasiado trabajo para que ni se de cuenta de lo que llevas puesto)
89. No cotillees sobre él (hazte un perfil falso en Facebook, Twitter e Instagram y ellos harán el trabajo por ti)
90. Nunca le dejes saber que él es “ EL UNICO”, incluso si eso significa que tengas que quedarte en casa una o dos noches por semana (lo último no lo entiendo pero, querida, ¿salir todas las noches de la semana? Señor, qué petardaaaa…)
91. No te dejes convencer fácilmente cuando esté intentado concertar una cita (o sea, que te hagas la dura, digas que no unas pocas veces, sugieras sitios diferentes y cuando veas que está a punto de largarse con los amigos y pasar de tu cara, aceptes lo que se le ocurra ofrecerte)
92. Muy pronto en la relación ¿por qué no elegir una canción que los dos recordéis como vuestra? (Porque a- es una ñoñez y porque b- cuando rompáis, si es que eso pasa, cada vez que suene la canción te darán ganas de morirte a chorros!)
93. Averigua  cosas sobre las chicas con las que no se casó y no repitas sus mismos errores (o sea, ve al punto 89 y repite lo de los perfiles falsos. Aunque  mira que si te enteras que no se casaron con él porque los errores fueron precisamente suyos… qué planchazo!)
94. No hables de tus ex novios (aunque sea con objetivo de contarle qué errores cometieron conmigo para que no los repita él?)
95. Si eres viuda o divorciada, no hables constantemente de tu ex-marido (qué obsesión con la muerte, empieza a preocuparme…)
96. Se flexible. Si decide en el último momento que no quiere ir al baile y, en cambio, quiere ir a remar al lago, ve. Aunque vayas vestida con tu mejor vestido de noche (Qué más da que te hayas gastado un pastón en peluquería-maquillaje-ropa, dale el capricho al hombre, criatura, qué te cuesta?)
97. Oculta tu clave de Phi Delta Kappa si es que tienes alguna. Ya podrás jugar con ella más tarde (no tengo ni repajolera idea de lo que significa ésto. En USA seguro que tiene sentido, aquí… ¿es como ser del Barça pero salir con uno del Madrid y no dejar que vea el llavero con el escudo hasta después del “sí, quiero”?)
98. Transforma a los lobos en material matrimonial asumiendo que tienen honor (que no, que me lo explique de otra forma porque no lo pillo. A este paso no me caso, ya verás!)
99. Resiste el ansia de cambiarlo, hazlo después de la boda! (no sea que por querer ponerle la raya del pelo al otro lado, te vaya a dejar plantada…)
100. Aprende dónde poner el límite pero hazlo con gracia (no me seas burra, no grites ni hagas una escena, se firme pero… con gracia)
101. Se inocente, no ignorante (Esto… que sí, que vale)
102. Haz que tu casa sea confortable cuando venga:  pon ceniceros grandes, sillas cómodas… (cuando se vaya, lo guardas todo en el trastero y vuelves a vivir en el cuchitril de siempre)
103. Aprende a jugar al póker (eso sé hacerlo, no todo está perdido!)
104. Si es rico, dile que te gusta su dinero. Tu honestidad le intrigará! (pero qué intriga le va a dar? Si le acabas de decir que te gusta porque tiene pasta!!!! Serás cazafortunas?)
105. Nunca dejes que crea que tu carrera es más importante que tu matrimonio (eso, no vaya a ser que en algún momento creas que tu vida pinta algo)
106. Cómprale un regalo divertido o particularmente apropiado de vez en cuando, pero no te gastes demasiado dinero (recuerda que él te regala baratijas)
107. Recorta y envíale algún dibujo que signifique algo para los dos (pásale un meme por whatsapp o etiquétale en una publicación de Facebook e Instragram. Si le da un like, es que has acertado!
108. No cuentes historias sucias (ahí vamos a tener un problema…)
109. Deja de ser una niña de mamá; no dejes que piense que tendrá problemas con los suegros, incluso si sabes que los va a tener (y qué tendrá que ver el tocino con la velocidad, digo yo…)
110. Señala que el índice de mortalidad es más alto entre los solteros que entre los casados (de verdad, otra vez con eso de estirar la pata! Esto ya pasa de macabro!)


SITUACIONES DESESPERADAS… MEDIDAS DESESPERADAS!

   111. Ve a Yale (ojú, a Yale dice…)
   112. Consigue una licencia de caza (me niego. No, no y no. Vamos, que no!)
   113. Si tu madre está gorda, dile que has salido a tu padre. Si también él está gordo, dile que eres adoptada (ojos en blanco, lágrimas de risa, vergüenza ajena, penica por los padres… En resumen, emociones encontradas)
  114. Navega en un acorazado (marido igual no encuentras pero con tanto soldado en alta mar te lo puedes pasar de bien…)
   115. Alquila una valla publicitaria y pon tu nombre y tu número de teléfono (se nos está yendo de las manos…)
116. Dibuja tu nombre y teléfono en un tejado y añade la frase “Llamadme, pilotos!” (de verdad que estamos perdiendo los papeles…)
117. Empieza una cadena de rumores sobre lo solicitada que estás (pero a quién quieres engañar, criatura?)
118. Finge que te ahogas en una playa de moda en pleno mediodía (de verdad, quién controla a la que escribe esto???)
119. Usa el autobús de ida y vuelta al aeropuerto una y otra vez (bueno, si no conoces a nadie, puedes aprovechar los viajes para leer)
120. Soborna al operario de la noria para que te deje atrapada en lo más alto (conmigo que no cuenten; me pasó una vez siendo pequeña y me dejó semejante trauma que no he vuelto a pisar una noria en mi vida!)
121. Ponte en una calle abarrotada con un lazo de rodeo (alguien sabe si la autora del artículo se tomó la medicación ese día?)
122. Lleva una cámara y pregunta a los desconocidos guapos si les importa hacerte una foto (en estos tiempos de móviles y paloselfies ya no cuela)
123. Pídele a tu madre que admita huéspedes masculinos en casa (para qué? Si yo ya no vivo allí!)
124. Haz y vende tupés. Los hombres calvos son objetivos fáciles! (Me muero, en serio, pero me crea una duda: ¿lo habrá hecho alguien? Y si la respuesta es sí, ¿le habrá funcionado????)
125. Anuncia que buscas co-propietario masculino para una barca (para que vaya a buscar el pescado que luego me tocará a mi limpiar? Hundo la barca pero ya!)
126. Si ves un hombre con un pinchazo en la rueda, ofrécete para arreglarlo (o déjale tu móvil para que llame a la grúa, te ahorrarás el ridículo espantoso)
127. Lleva siempre una cadena de remolque en el maletero del coche (entre arreglar los pinchazos y remolcar los coches, acabamos con el negocio de las grúas en dos días)
128. Haz saber en la oficina que tienes una caja llena de botones para coserlos a los solteros que haya perdido alguno (seguro que sí, con la gracia que tiene una para coser…)
129. No te cases con él si pierde demasiados botones! (Da igual que sea un encanto de la cabeza a los pies, por dentro y por fuera, y que os queráis de verdad: si pierde muchos botones, NO TE CASES!)

En fin, si habéis llegado al final de los 129 consejos, gracias y  felicidades! Tenéis una paciencia digna de elogio. Yo me lo he pasado bien, me parece curioso ver las cosas que se supone que tenemos, que teníamos que hacer las mujeres para cazar a un hombre no hace tantos años. Yo, desde mi soltería de 2018, me río bastante de casi todos aunque alguno me haya tocado un poquito la moral y me deje la sensación de que todo el esfuerzo recaía sobre la parte femenina y la masculina debía recibir todo la atención del mundo. Nada importaba excepto satisfacerle a él. Es un poco triste, bastante triste en realidad. Y, a pesar de todo, no dejo de reconocer que con la moralidad de la época, en la que una chica con veinticinco años era poco menos que una solterona sin más futuro que almacenar gatos (qué rabia me da ese típico tópico), es probable que hubiera intentado poner en práctica alguno de los consejos que se dan. Puede que hubiera acabado haciendo tupés para venderlos de puerta en puerta en Nevada mientras consultaba las necrológicas del periódico!  

En fin, me voy a la cama que ya va siendo hora. Si os apetece, podéis dejarme un comentario sobre el artículo en general o algún punto en particular.  

Sed buenos!

Qué puñetas... sed petard@s, tanto como podáis y más. Vuestro cutis lo agradecerá!

Mjo

miércoles, 20 de junio de 2018

EVA (2)

Volví. Por supuesto que lo hice, ¿acaso alguien podía reprochármelo?

Le di vueltas a la idea mientras empaquetaba los restos de cinco años de no tan feliz convivencia con Estela, la mujer que creí de mi vida sin imaginar siquiera que yo podía no ser el hombre de la suya. Lo pensé varias veces durante el proceso de venta del piso y la búsqueda de un lugar donde vivir que no me obligara a vender un riñón para pagarlo y me permitiera abrir los brazos sin tocar las paredes. Se me pasó por la cabeza muchas veces durante aquel primer año de soltería muy mal llevada y se convirtió en una especie de vía de escape para los días particularmente malos, que fueron la mayoría. A pesar de todo, nunca me decidí a ir porque había idealizado a aquella mujer, situándola a medio camino entre la redención y el pecado, convirtiéndola en lo único bueno que me había pasado en doce meses grises y tristes. Descubrir que no era real ni tan perfecta como recordaba podría haberme matado. Mejor dejarlo como estaba. 

Acabé cambiando de idea el día que mi madre, mi pobre, inocente y santa madre, vino a contarme que Estela se casaba con su millonario y decrépito jefe. Después de romper las pocas fotografías suyas que todavía conservaba, me lié la manta a la cabeza y me eché a la calle. Total, ¿qué podía perder ya?

El local seguía estando oscuro, lleno de humo, conversaciones a media voz y, como banda sonora, vieja música de jazz. Volví a tener la sensación de haber cruzado el umbral del tiempo para aterrizar en el Chicago de los años veinte. Sin previo aviso, me invadió la vergüenza y me quedé plantado junto a la puerta mientras mis ojos se acostumbraban a la penumbra. Nadie me hizo el más mínimo caso y, relativamente aliviado, fui capaz de cruzar la sala hasta la barra sin tropezar por el camino. Me senté en el mismo taburete de la esquina, me atendió el mismo camarero que parecía haber nacido cansado y pedí una copa del mismo vodka de garrafón que me hizo arder la garganta con el primer trago. Y esperé.

Esperé que apareciera, que su silueta se recortara contra uno de los focos que apenas atravesaban la cortina de humo y se apoyara en la barra del bar, con su sonrisa de mujer fatal y aquellos ojos que prometían el Paraíso en la Tierra. Ensayé mi mejor sonrisa, sin éxito a juzgar por las miradas de reojo que me lanzaba el camarero. Compuse y descompuse mi discurso para cuando apareciera... y bebí más de lo que debía. "Es para calmar los nervios", me decía una y otra vez, pero lo cierto es que el único objetivo era obtener el valor que a todas luces me faltaba. Esperé y esperé y volví a esperar un poco más, tanto que acabé por perder la noción del tiempo y también la esperanza de que apareciera en algún momento. 

Poco a poco, los clientes se fueron difuminando en la neblina y yo en mi borrachera. A la quinta indirecta del camarero decidí que había llegado el momento de retirarme, arrastrando la poca dignidad que aún conservaba. Pagué las consumiciones y volví a cruzar la sala, ahora casi vacía, esta vez tropezando cada dos pasos. El último de ellos me lanzó de una forma muy poco elegante a los brazos de una sombra que, apoyada en la puerta de salida, fumaba lanzando anillos de humo a la noche fría de marzo. 

Abrazados por sorpresa, la sombra y el borracho dimos con nuestros huesos en el suelo. Pasado el primer momento de vergüenza, empecé a balbucear disculpas mientras pataleaba para levantarme, hasta que una carcajada profunda y musical me cortó la inspiración de golpe. Fui consciente entonces de estar apoyado sobre un cuerpo con huecos y montículos en los lugares que solamente una mujer podía tenerlos y el corazón se lanzó a latir a lo loco. Levanté la vista poco a poco, temiendo y deseando encontrarme con ella, pero nada me podría haber preparado para la impresión que sentí al encontrarme con sus ojos burlones y los labios curvados en una sonrisa irónica. Me levanté de un salto y a punto estuve de volver a estrellarme. Cuando conseguí recuperar la estabilidad, carraspeé en busca de la voz perdida y le tendí una mano caballerosa para ayudarle a levantarse. Se tomó su tiempo para aceptarla, tiempo que yo ocupé en repasar sus piernas que la falda, al caer, había dejado al descubierto. Se me cubrió la frente de sudor al descubrir que, como en mis fantasías más secretas, llevaba liguero. Tragué saliva y aparté la mirada. Noté el contacto de su mano cogiendo la mía y tiré de ella hasta ponerla en pie. Nos quedamos en silencio, yo con los ojos clavados en el suelo y ella taladrándome con los suyos, tan cerca que podía oler el perfume levemente marino que llevaba. 


- ¿Se te comió la lengua el gato? - me dijo al oído.

- No... no.

- ¿Te doy miedo? - preguntó apoyándose en mi brazo.

- No... no.

- ¿Tienes nombre, galán?

- Isaac.

- Encantada, Isaac - y me plantó dos sonoros besos en las mejillas que me dejaron tembloroso-, yo soy Eva.

Y así empezó todo. 


Mjo

martes, 22 de mayo de 2018

EVA (1)

Se llamaba Eva y gastaba maneras de femme fatale de película americana en blanco y negro. Se pintaba los labios de rojo sangre, fumaba en boquilla de nácar y usaba medias de rejilla con costura trasera que sujetaba en su sitio con liguero de encaje. Todo eso, claro, lo supe más tarde, cuando decidió abrirme de par en par las puertas de su vida y yo me tiré de cabeza sin medir las consecuencias.

Una tarde plomiza de marzo se acercó a mí, desafiando la ley de la gravedad sobre tacones de doce centímetros, y me pidió fuego. Yo, que andaba ahogándome en el pantano del primer desamor, no acerté ni a pestañear. Ella, conocedora del efecto que tenía sobre nosotros, los ratones grises de la existencia, esbozó una sonrisa y se inclinó sobre la barra del bar, ofreciéndome una vista privilegiada de sus pechos apenas cubiertos con una telaraña de tejido negro. Se me secó la boca y, en mis venas, la sangre se lanzó en un galope enloquecido con destino final en mi entrepierna. Avergonzado, cubrí mi regazo con las manos y recé para que no se diera cuenta pero un destello perverso en sus ojos me dejó claro que nada había escapado a su atención. Sentí que me ardía la cara. Me estrujé el cerebro en busca de las palabras que parecían haber desaparecido por arte de embrujo y empecé a sudar de puro nervio. Si aquella criatura exótica pensó que era idiota o mudo, o idiota y mudo, lo disimuló de maravilla. Sospecho que cualquier otra se habría largado sin mirar atrás, dejándome por imposible. Ella, en cambio, clavó sus ojos perfilados de khol en los míos y esperó pacientemente a que me volviera la vida al cuerpo.

- Perdone, me decía... - acerté a preguntar en un hilo de voz.

- Fuego, cariño, que necesito fuego - dijo levantando la boquilla y lanzándome una sonrisa a quemarropa que acertó de pleno en el centro de la diana.

- Eh... no, lo siento, no fumo - me disculpé, maldiciendo por dentro el momento en que decidí abandonar el vicio.

- Lástima... - contestó, mirándome de arriba abajo tan lenta y profundamente que se llevó por delante las pocas defensas que me quedaban-, habría jurado que todo tú eres llama...

Se encogió de hombros, chasqueó la lengua y, después de guiñarme un ojo, dio media vuelta y se alejó, contoneándose en precario equilibrio sobre sus tacones imposibles, hasta desaparecer engullida por la humareda del local. Mi primer impulso fue saltar del taburete y seguirla pero me bastó un vistazo a mi reflejo en el espejo del bar para abandonar el intento. Imaginé que no le faltarían galanes dispuestos a encenderle el cigarrillo y lo que hiciera falta y, a regañadientes, volví mi atención al vaso donde se aguaban dos dedos de vodka de garrafón y mis penas de amor. Saqué un billete de la gastada cartera de piel, lo dejé sobre el mostrador y me puse la gabardina. Salí del local arrastrando los pies, fantaseando con la idea de encontrarme con ella por casualidad o a propósito, y compartir un encuentro furtivo y ardiente detrás de cualquier puerta, algo que por supuesto no ocurrió.

En la calle me recibió una lluvia torrencial que ningún meteorólogo había previsto. Quedé calado hasta los huesos antes de encontrar un balcón bajo el que refugiarme, rogando para que apareciera un taxi providencial que me salvara de una pulmonía. Veinte minutos más tarde, empapado, tiritando de frío y sin haber visto ni un solo taxi libre u ocupado, acepté mi mala suerte y eché a andar hasta mi casa. Allí me esperaba el eco de tiempos más felices y un gato despelucado que vivía empeñado en ignorarme. "Bienvenido a la vida real, capullo", pensé al meterme en la cama. Apagué la luz y pasé el resto de la noche contando las grietas del techo.


Mjo



jueves, 10 de mayo de 2018

LA NAVAJA DE OCKHAM

Guillermo de Ockham (1287 - 1347) formuló el siguiente principio filosófico: ante dos teorías que explican la misma consecuencia, es mucho más probable que la verdadera explicación esté en la teoría más simple. Es decir, que en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Oye, me parece de lo más sensato, ¿a ti no?

Ahora dile tú a mi cabeza que entienda, acepte y aplique ese principio porque cada vez que algo se le tuerce un poco, se pega un festín de recriminaciones y lamentos sin más base que mis inseguridades y mis miedos. Luego, cuando me entero de lo que realmente ha ocurrido, me meto un chute de antiácido en forma de reproches, acusaciones de impaciencia y exceso de dramatismo. En resumen, tragedia en vena antes, durante y después. Se ve que todavía no he aprendido que no todo lo que pasa en mi vida y alrededores tiene que ver conmigo, que no todo lo malo que pasa es siempre por culpa mía, que no siempre estropeo todo lo que toco y, en definitiva, que la vida también es una cabrona con el resto del mundo, esté o no yo por en medio. 

En fin, querido Willy, que sí. Que tu teoría es de lo más acertada pero, coño, qué difícil es seguirla a veces. 

Mjo






sábado, 7 de abril de 2018

COSICAS

COSICAS QUE TE ENCUENTRAS EN TWITTER Y SE TE QUEDAN DENTRO: "La cabeza diciendo que cierres el libro y el corazón que no levanta la mirada de sus letras" (@arkonero)

No soy usuaria continua de twitter. De hecho, confieso que me abrí una cuenta para poder cotillear sobre mis pilotos y demás famosillos. Poco a poco, se fueron apuntando amigos y eso pero tampoco cambió mi modo de usarlo. A veces me da por ir poniendo cosas y contestar tweets sobre noticias o frases que me gustan u ofenden, que de todo hay en esa viña no tan anónima. A algunos, los 140 caracteres les daba para mucha tontería y ahora, que los han ampliado a 280, imagina qué de gilipolleces se encuentran. A una le da por pensar que twitter es una especie de campo de experimentación para comprobar hasta qué límite llega la estupidez humana y, oh sorpresa, parece que no existe tal límite. Desde el que cree que escribiendo "candado" evitará que retuiteen sus memeces (por Odín, qué risas) hasta el que lleva a cabo el experimento de meter un gurruño de papel de plata en el microondas y en vez de una reluciente bola metálica obtiene una factura descomunal por el cambio del aparato y toda la red eléctrica de la casa. Señor, Señor, hay que pensar un poquitoooooo...

Pero de vez en cuando te tropiezas con frases como esa del encabezamiento y te quedas mirando la pantalla del móvil un ratín y sonríes y acabas siguiendo a quién se la sacó de la manga porque oye, qué bonito. Y qué apropiado que aparezca justo en ese día, en el que tú andas metida en algo que se parece, de una manera más o menos cercana, a lo que explican esas palabras. Y se te ocurre escribir algo a ver qué sale... Y sale ésto.

"No sé qué me hizo volver a sacarlo de la estantería pero lo cierto es que, una tarde de noviembre, me encontré sentada en el sofá con aquel libro en el regazo. Añoranza, quizá, de las aventuras que viví en sus páginas hacía ya tanto tiempo. O tal vez la sensación de que la soledad y el silencio me pesaban demasiado. En realidad, el por qué no importa tanto. Aquella noche durmió en mi mesilla y allí sigue.  No nos exigimos atención continua pero cuando estamos juntos, no hay espacio para nada más. Hoy un capítulo, la semana que viene quizá tres y así nos vamos haciendo compañía, dando nueva luz a esa vieja historia. Increíblemente todavía me sorprende con lecturas entre líneas que antes no fui capaz de entender y he aprendido que todas las historias tienen fallos de trama y giros argumentales que no tienen por qué arruinar el producto final... A veces tengo la sensación de estar leyendo una historia nueva. El libro no ha cambiado, es papel impreso y no hay magia capaz de alterar eso. Supongo que soy yo la que es distinta, la que ha leído otros libros que prometían mucho y acabaron por decepcionarme y prefiero volver a lo malo conocido porque sé que no me va a defraudar. Y sí, pasa el tiempo sin darme cuenta que es hora de irme a dormir, que el reloj suena demasiado temprano por la mañana y luego arrastro el cansancio durante todo el día. Pero no, no despego los ojos de sus palabras porque he decidido que valen la pena las ojeras, perder el tren y llegar tarde al trabajo, los dolores de cabeza por dormir menos de lo que debería. Vale la pena aunque el final no sea el perfecto y la historia diste mucho de ser redonda o los personajes no se parezcan en nada a nadie que conozca... Yo sigo leyendo"

Mjo