miércoles, 13 de julio de 2016

13-JULIO-2016

Seguir queriéndote todavía a estas alturas. Seguir sintiendo que las rodillas me tiemblan cuando apareces sin avisar,  que se me escapan las sonrisas al recibir un mensaje o después de hablar contigo. Pensar qué ponerme si quedamos aunque sea para vernos durante cinco minutos. Analizar todos y cada uno de tus gestos, las palabras, las miradas, las sonrisas y hasta el último de los silencios mientras vuelvo a casa. Soñar contigo. Echarte de menos. Que me pase algo y tener ganas de contártelo. Que me sigas faltando al otro lado de la cama.
 
Y, a veces, abrir el cajón donde guardo las cosas que me importan, sacar el anillo de su caja y probármelo para ver si todavía encaja, para sentir lo que sentí la noche que me lo regalaste y acabar sintiendo lo que sentí cuando me lo quité con el firme propósito de olvidarte.
 
Saber que no he cerrado nuestra historia, que seré yo quien diga "basta" y sólo cuando lo vea claro. Saber que, quizá, tengo enfrente el muro donde, quizá, se estrellará mi ilusión. Y que no me importe porque he decidido que más vale tener otra herida que cerrar que esta absurda sensación de vacío, de rendirme sin haber luchado, porque prefiero caerme al suelo antes que cruzarme de brazos y resignarme. Mejor tener la certeza que una nueva duda que me salga al paso cuando menos me lo espere. Porque elijo poder decir "me arriesgué por ti y perdí" a "fui cobarde y perdí".
 
Porque alguna partida tengo que ganar en esta vida y bien podría ser ésta. O la siguiente. O la de después. Pero las perderé todas, absolutamente todas, si me limito a quedarme sentada viendo el tiempo pasar.
 
Mjo