07-MARZO
Volví
ayer a casa. Todo me parece extraño, como si perteneciera a otra persona y a
otra vida que ya no existe. La puerta de mi habitación ha desaparecido, por
recomendación médica, y todas las ventanas tienen ahora un cierre con candado.
En la cocina, y prácticamente en toda la casa, han desaparecido los
instrumentos cortantes o aquellos objetos que podría convertir en armas para
herirme. Estoy bajo vigilancia constante y lo cierto es que no tengo derecho a
quejarme, es la penitencia que debo pagar por la gravedad de mis pecados. Mis
padres me miran con una mezcla de tristeza y miedo que a duras penas puedo
soportar. Soy consciente de que lo intentan y no puedo, ni quiero, pedirles más
pero este regreso desde el más allá me está costando demasiado esfuerzo. Anoche
me quedé dormido acariciando las cicatrices de mis muñecas. Hay quien cuenta
ovejas para superar el insomnio, yo lo hago contando los puntos de sutura que
cerraron las heridas por las que casi se me escapó la vida. Es el único punto
de realidad que me queda. El resto, todo lo demás y todos los demás, son sólo imágenes
borrosas.