lunes, 25 de octubre de 2021

HENO DE PRAVIA

Sentada en un rincón junto a una ventana con vistas al jardín, magnífico a esas alturas de la primavera, Alba consultó su reloj una vez más. “Genial”, pensó, "mi madre del alma querida vuelve a retrasarse y ni se molesta en avisar”. Para alguien como ella, cuyo amor por la puntualidad rayaba con la obsesión, algo así era imperdonable. Claro que tampoco le sorprendía ni lo más mínimo. Que Soledad Solano, ejecutiva de prestigio, miembro de honor de innumerables sociedades benéficas y, de vez en cuando, portada en las revistas del corazón, se olvidara de su cita con ella, su hija menor y la mayor de sus decepciones, era algo normal. Alba dio un sorbo al té, arrugó la nariz con desagrado al notar que se había quedado frío, e hizo un gesto a la camarera.

- Por favor – dijo, cuando se acercó -, ¿podrías traerme un café largo con hielo? Muchas gracias.

viernes, 15 de octubre de 2021

OSCURO DESEO

Noche de jueves.

No puede.

Lo intenta, pero no puede.

Y lo sabe y, en el fondo, le da igual.

No, no le da igual, pero tampoco le importa demasiado.

Nada funciona cuando se aleja, lo sabe, así que ¿por qué debería dejarlo?

¿Para sufrir aún más?

No tiene sentido.

No lo tiene.

Si se pasa el día deseando que regrese, ¿a santo de qué viene esa necesidad de dejarlo?

Es absurdo. Ridículo. Impensable.

IMPOSIBLE.

Por Dios, qué tontería. ¡Claro que es posible! ¡Puede dejarlo cuando quiera!

Hoy, por ejemplo. Ya. En este mismo momento.

Sólo tiene que levantarse, abrir la puerta, salir y listo.

¿Ves? ¡Es fácil!

¿Ah, sí? ¿Es fácil? Entonces...

¿Por qué no lo haces?

- ¡PUES PORQUE NO PUEDES, IMBÉCIL, POR ESO NO LO HACES! – le grita Helena a su reflejo. Tiene tentaciones de ponerse dramática y, como en las películas, pegarle un puñetazo al espejo. Hace el gesto y, en el último momento, desiste. Le habría encantado destruir su propia imagen, hacerla añicos, romperla en mil pedazos, pero ya le va lo suficientemente mal como para invocar otros siete años de mala suerte.

- Helena, ¿estás bien? – La voz de Carlos le llega amortiguada por la puerta cerrada del baño. Un escalofrío le recorre la espalda, placer y miedo mezclados en un cóctel explosivo

- ¡Sí, no pasa nada! Me he... dado un golpe con la mampara. ¡Qué torpe soy, jajaja! – improvisa. Apoya la frente en el espejo, cierra los ojos y respira hondo varias veces-. Me ducho y salgo, ¿vale?

- Oye, no te puedo esperar – un par de golpes en la madera la sobresaltan-. Me esperan en casa y ya voy tarde. Te he dejado dinero para el taxi en la mesita de noche, ¿vale? Hablamos mañana y quedamos para la próxima semana. ¡Adiós!

- ¡No, espera! – Sale del baño para despedirse y sólo alcanza a ver la puerta de la habitación que se cierra sin hacer apenas ruido-. Quería decirte adiós. Y que te quiero.

Se sienta en la cama y empieza a llorar.

Durante una hora, se revuelca en la rabia, la impotencia, la tristeza.

Después se da una larga ducha, rogando para que el agua se lleve también las últimas lágrimas. Cuando siente la piel a punto de desprenderse de los huesos, sale, se viste y echa un vistazo alrededor.

No queda más rastro de su presencia que las sábanas arrugadas y el dinero en la mesita.

Aunque la habitación está pagada hasta mediodía, no quiere quedarse en esa cama, respirando el olor de su cuerpo y notando el frío a su espalda. 

Mejor se va.

Recoge sus cosas y sale sin mirar atrás.

Hace el camino de vuelta andando. Quizá el frío de la madrugada le ayude a despejarse, a tomar una decisión, a hacer algo de una puta vez.

Fuma un cigarrillo tras otro.

Maldice el día en el que lo conoció, el momento en que la besó por primera vez, el recuerdo de sus manos sobre su cuerpo.

Le odia.

Le desea.

Vuelve a odiarle.

Le echa de menos.

Y sigue deseándole.

Repasa sus últimos mensajes.

Mira sus fotos, las que le había hecho con su conocimiento y las que robaba de sus redes sociales.

Sonríe.

Llora un poco.

Se harta.

Le duelen los pies.

Está cansada.

Decide en firme que ha sido la última vez.

Aprieta los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, creyendo que ese dolor apagaría el otro, el que no deja huellas, pero se equivoca.

Grita, en una calle vacía de gente,  que no volverá a verle, que no contestará sus llamadas y se olvidará de él en un abrir y cerrar de ojos. O dos.

Para cuando llega a casa, poco después de la medianoche, ya ha cambiado de opinión.

Como siempre.

Maldita estúpida.

Maldito cabrón.

Maldito amor.

 

 

 

Noche de jueves.

Alba se retoca el maquillaje frente al espejo y, satisfecha, le guiña el ojo a su reflejo.

La mujer que le devuelve la mirada no tiene dudas ni miedos, está segura de lo que quiere y ha decidido que, mientras suene la música, seguirá bailando.

No es perfecto. De hecho, está muy lejos de serlo, pero ¿quién quiere perfección cuando puede sentirse viva?

“Viva, sí... Una vez a la semana, dos si tienes suerte, tres si se alinean los planetas”, le dice la burlona voz de su conciencia.

“Menos da una piedra, querida”, contesta, y se pinta los labios con el rojo furioso que sabe que le gusta.

Suena la puerta. Un toque. Dos. Alba se da un último vistazo, le guiña un ojo a la mujer del espejo y se acerca a la puerta.

Abre.

Carlos sonríe, le tiende una rosa roja de tallo largo y entra.

Cierra la puerta.

La abraza.

Le dice al oído “Qué ganas tenía de verte”.

La abraza.

La besa.

Y el resto, mañana, da igual.


Mjo

15-10-2021

sábado, 2 de octubre de 2021

PUNTO DE PARTIDA - PUESTA DE LARGO

Hola a todos!

He estado desaparecida, lo que no es sinónimo de "quieta", y ahora que la bronquitis me ha atropellado, pues aprovecho para sentarme delante del portátil y contaros algo. ¿Interesante? Hombre, emocionante sí, al menos para mí: os voy a contar cómo fue la presentación de "Punto de Partida" en el Ajuntament de Motmeló.
Como os comenté, tuvimos que cambiar de lugar a causa del tiempo, que se presentaba algo revuelto, y acabamos por hacerlo en la Sala de Plenos del Ajuntament. No sé vosotros, pero a mí me pareció algo muy solemne y entrar allí, donde tantas cosas importantes se deben decidir, le dio un toque de oficialidad que hizo que me creyera que realmente estaba pasando. Tanto yo como los asistentes pasamos sin problemas los controles requeridos por el COVID 19 y, poco después de las 18 h., empezó el acto.

El primero en hablar fue mi tío Manuel Fernández, autor de varias novelas y, además, el primero que me dijo que no debía dudar en intentar publicar mis relatos. Fue divertido y, como sobrina, un orgullo escuchar su punto de vista sobre mi trabajo. Después cedió el turno a Asun López, autora de "Lo fácil" y compañera de editorial, que comentó su opinión sobre el libro y sobre una servidora, ya que, aunque nos conocemos desde hace relativamente poco tiempo, la verdad es que hemos hecho buenas migas. Y después llegó mi momento, el que más miedo me daba...
Veréis; es que yo, aunque no lo parezca, soy muy tímida y eso de hablar delante de gente, pues lo llevo regular tirando a mal. Justo antes de que todo empezara, tenía los nervios de punta, pero en el momento en que mi tío empezó a hablar, me relajé y me sentí cómoda. Sí, esa es la palabra: cómoda. Miraba a la gente que había venido y encontraba caras familiares, amigas y alguna desconocida. No éramos muchos, tampoco voy a mentir, pero se notaba que todo lo que se estaba contando resultaba interesante, así que cuando me tocó a mí, me resultó muchísimo más fácil de lo que pensaba.
Empecé agradeciendo a todos su presencia, porque algunos habían venido desde lejos, y leí uno de los relatos, "Fantasmas", como muestra de lo que se podían encontrar en el libro, y después abrimos una ronda de preguntas que resultó ser muy interesante. En este tiempo, he descubierto que el contacto con los lectores me gusta; cuando leo algo, me surgen preguntas como de dónde sacaron la inspiración para escribirlo, el proceso de creación que siguen o si les resultó muy difícil completarlo. Que me hagan esas mismas preguntas a mí y poder responderlas, dar a conocer una parte de este trabajo que queda oculto detrás de las palabras, me encanta, siento que me acerca un poco más a los que me leen y, también, que así pueden disfrutar un poco más mis escritos.
Con la entrega, por parte del alcalde, Pere Rodríguez, y de Fina, la encargada de la Biblioteca La Grúa, de unos ramos de flores para los tres "ponentes", dimos por terminado el acto de presentación, al menso en su versión "seria", y empezó la ronda de fotos, la risas, los abrazos, las felicitaciones y, en fin, el relax absoluto. Acabé firmando en el Libro de Autoridades del Ajuntament, ¡ojo!, y casi me muero de vergüenza al ver que, antes que yo, por allí habían pasado escritoras como Care Santos. Y ahora mi nombre también está ahí... impresionante, lo siento.
No puedo acabar este escrito, que ya se está alargando demasiado, sin dar las gracias a todos los que vinieron a escucharme y apoyarme esa tarde; todos y cada uno de vosotros hicisteis que esas horas fueran únicas e inolvidables. De todo corazón, gracias.
Os dejo unas cuantas fotos, para que os hagáis una pequeña idea de cómo fue la cosa.
Un saludo y gracias por leerme, ya sea aquí, a través de la página de Facebook, o en el libro.
Mjo