lunes, 8 de marzo de 2021

08-MARZO-2021


Hace un día feo, gris y triste. Llueve con esa calma estúpida que, antes de salir de casa, hace que te preguntes si vale la pena coger el paraguas porque "Total, para esas cuatro gotas que caen..." y después, cuando estás empapada, hace que maldigas la decisión de dejarlo abandonado en su rincón, juntando polvo. Y por si algo le falta a esta ecuación diabólica, es lunes y hace frío.
 
También es el Día Internacional de la Mujer y, en algunos sitios, ni siquiera vamos a poder salir a manifestarnos. De acuerdo, la situación no es la ideal y no me parece mal; como tantas otras cosas, puede aplazarse para mejor ocasión pero... Lo siento, es que parece que el origen de esta maldita pandemia está en la celebración de este mismo día el año pasado, un argumento que ya repitieron por activa y por pasiva y que no han tardado en desempolvar los mismos de siempre. Oye, que no importa los estadios repletos de gente justo ese mismo fin de semana; ni el mitin del partido político que tanto gusta de pasear su infamia y uno de cuyos líderes, a pesar de regresar de un viaje ya enfermo, se dedicó a abrazar a quien se le acercó. No, eso no importa; como tampoco han importado las muchas manifestaciones que se han hecho en estos tiempos (toreros, pro-fiesteros, constitucionalistas, independentistas, defensores de la libertad de expresión siempre que sea la suya, cayetanos, restauradores, etc), los conciertos de Raphael, la gente que se reúne y esconde para celebrar fiestas clandestinas (como si esto fuera Chicago bajo la Ley Seca) donde las medidas de seguridad no es que se relajen, es que desaparecen... 

Pero no, las mujeres encerradas, por favor, que es donde tenemos que estar. Ya nos quejaremos el año que viene o el otro o, mejor nunca, porque motivos no tenemos. Se ve que en algún momento hemos confundido libertad con libertinaje (frase estúpida donde las haya, disculpen), dicen, y qué es eso de pedir lo que creemos que nos merecemos. ¡Qué atrevimiento! Calladitas estamos más guapas, invisibles es como mejor estamos. Y mientras tanto, el paro femenino por las nubes; los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas o, simplemente, alguien que pedía lo que no se le quiso dar y "la maté porque era mia"; las violaciones, en grupo o en solitario, y las sentencias judiciales que ponen el foco sobre la víctima (qué llevabas puesto, por qué andabas por allí a esas horas de la noche, qué habías bebido, por qué quedaste con este o con aquel o con el otro) como si cualquiera de esos actos hubiera sido una provocación imposible de resistir para el agresor; las labores de un hogar que, más veces de las que nos imaginamos, es más infierno que remanso de paz; el tener que aguantar que te juzguen por tu ropa (zorra), el peinado, el maquillaje, lo que pesas (gorda, anoréxica), lo que piensas, dices o haces, con quién te acuestas (puta) o con quién decides no hacerlo (frígida); tu trabajo; tus estudios; tu edad (demasiado joven para ser vieja, demasiado vieja para ser joven); tus aficiones; tus ganas de conocer mundo; porque "Pero ¿todavía no te has casado? Es que eres demasiado exigente", como si tú sola no pudieras enfrentarte al mundo y salir victoriosa y tuvieras que conformarte con cualquiera en vez de aceptar que dos, a veces, no es compañía y más vale sola que mal acompañada; porque "Jamás serás una mujer completa si no has sido madre", como si sólo tuvieras validez por tu capacidad de perpetuar la especie... Te juzgan por no seguir los patrones que se han establecido durante siglos y siglos y siglos de borrarnos de las decisiones importantes, aunque hayamos sufridos todas y cada una de sus consecuencias, y de una historia que hemos construido con los mismos sacrificios y pocas o ninguna recompensa. Si mundo avanza cada día, que a veces lo dudo mucho, lo hace porque nosotras también empujamos. 

Estoy cansada de estereotipos, de esforzarme por dar una talla que los demás consideran apropiada y, demasiadas veces, a mí me parece demasiado pequeña. Que nunca es tarde para abrir las alas y volar, dejando atrás a todos los que una vez quisieron cortármelas, anclarme al suelo y obligarme a callar. Que no soy más que nadie, pero menos tampoco, de ninguna manera. Que si no alzamos la voz, no hoy sino todos los días de cada semana, de cada mes, de cada año, nunca nadie nos hará caso. Y si hay que gritar, hagámoslo bien alto, que nos oigan hasta en Marte y más allá, si es necesario. Y que cuando nos quedemos sin voz, vengan otras a levantarla por nosotras, recogiendo el testigo de tantas generaciones anteriores que vivieron y murieron en la oscuridad y el silencio. Dicen que somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar; luchemos, entonces, para que las que vengas detrás sean las herederas de todas aquellas que se hicieron un lugar en el mundo, aunque fuera a codazos, y dejaron una huella que nadie pudo borrar. 

Por todas ellas (las ignoradas, las silenciadas, las ocultas, las vilipendiadas, las culpabilizadas, las atrapadas, las olvidadas), por nosotras y por las que vendrán...

¡VIVE, MUJER! 

Y no olvides que tú no tienes sólo un día al año sino un año con 365 días para reivindicarte. 

Mjo