miércoles, 8 de diciembre de 2021

POR SI LAS VOCES VUELVEN

Hace un tiempo que sigo a Ángel Martín por Twitter. Con frecuencia, su “Informativo matinal para ahorrar tiempo” me acompaña en el tren, camino del trabajo, y suele arrancarme las primeras sonrisas del día. Cuando avisó que iba a publicar un libro sobre la temporada en que se volvió loco (no lo digo yo, así es como lo cuenta él), me pareció que podría resultar interesante. Lo compré el viernes pasado y, después de un fin de semana en el que no he podido tocarlo, hoy lo terminé. Y debo decir que no me ha decepcionado.

Ángel es Ángel en todo su esplendor. Si seguís su informativo, os resultará fácil leer escuchando su voz y eso convierte la experiencia en algo diferente. Nos cuenta cómo fue avanzando en su problema, cómo tomaban por excentricidad algunas de las señales que enviaba por redes sociales y la manera en que su novia decidió que no era ni medio normal su comportamiento. No esperéis un relato conmovedor, no intenta en ningún momento dar pena o conmover al lector; simplemente expone cómo sucedió, lo normal que le parecía todo y las cosas que sintió mientras duró su brote psicótico, y lo hace con una sinceridad que, a veces, es descarnada. Si tiene que decir que se ponía tibio de alcohol y drogas, lo dice y punto, pelota. Y sus dudas cuando salió del hospital y tuvo que enfrentarse de nuevo al mundo, reconstruirse desde cero porque no sabía quién era o qué era real. Es el relato de un superviviente, un luchador, y ha decidido compartirlo por si le sirve de ayuda a alguien.
Cualquiera que haya pasado por algo parecido, aunque no sea tan extremo, reconocerá más de un síntoma o, al menos, eso me ha pasado a mí. Me he sorprendido pensando en más de una ocasión “eso me suena” y haciéndome las mismas preguntas que plantea él y no encontrando respuestas. No me avergüenza decir que se me han saltado las lágrimas en algún momento; será que estoy pasando una época un poco tontuna y ciertas cosas me afectan más de lo que quiero admitir, pero me ha tocado la fibra más de una vez. No sé, es un libro distinto, tiene poco que ver con lo que suelo leer y , aunque lo cogí con un poco de miedo, no me ha defraudado en absoluto. Es de agradecer que haya sido capaz de sincerarse, a modo de terapia o porque quiera ayudar a quien pueda pasar por una situación semejante, y que lo haga sin caer en el victimismo. Yo lo recomiendo, de verdad; quizá no os sirva de nada, pero creo que, en estos tiempos tan convulsos, todos necesitamos algunas guías para no volvernos locos del todo. O sí, quién sabe.

FRASES:
“De verdad que a veces el ser humano tiene unos miedos que dan ganas de quitarle el cerebro y ponérselo a un bicho bola para que pueda hacer un uso mucho más inteligente”
“¿Y por qué querría alguien enseñar a su cerebro a ser capaz de reinterpretar algunas cosas? Porque a lo largo de nuestra vida nos han enseñado a interpretar algunas cosas basándonos en los miedos y las vergüenzas de los otros hasta llegar al punto en el que realmente no sabemos quién carajo somos de verdad”
“Creo que hemos olvidado lo frágiles que somos”
Y, sobre todo, lo que os pongo por fotografía porque es largo, de lo que destaco “Tenemos tendencia a callarnos las cosas por miedo a hacer daño”. Doy fe de ello. Y añadiría que también nos las callamos por miedo a que nos lo hagan.
Un besico a todos y, por si se me olvida, feliz Navidad!

Mjo

domingo, 28 de noviembre de 2021

MIRADAS

¿Cómo nos vemos?

A través de los ojos de los demás.
 
Siempre. Constantemente.
  
Y si no nos miran, si no nos ven, ¿existimos?

Nos buscamos en otros ojos, indagamos en la imagen de nosotros que nos devuelven y tratamos de cumplir con ella, seamos o no así, queramos o no.

Es increíble lo fácil que resulta cambiar la forma en que nos percibimos a partir de una opinión externa. El trabajo que haces para reconocerte y actuar en consecuencia es mucho y, en ocasiones, sólo es necesaria una frase para, al menos, hacerte dudar de todo lo que creías cierto.

Al final del día, te miras al espejo y no tienes ni idea de quién es el desconocido que te devuelve la mirada. Te buscas y no te encuentras porque, en realidad, no sabes quién eres. O qué eres. Y te sientes nadie, nada.

Somos la suma de las presencias y las ausencias de nuestras vidas, de la gente que se pasea o no por ella, de las palabras que nos dicen y también de las que se callan, de miradas que mienten, de caricias que se clavan, de recuerdos a los que recurrimos para no morir en el naufragio, de promesas que parecen verdaderas y nunca se hacen realidad, de sueños que aparecen a traición y te dejan el corazón molido.

Somos, en fin, un conjunto de moléculas con forma humana que vive y, a veces, sobrevive.

Que no es poco.


Mjo
28-11-2021

jueves, 11 de noviembre de 2021

MIENTRAS SUENE LA MÚSICA...

Hay algo absolutamente perverso en los recuerdos, sobre todo en esos que creías olvidados y un día cualquiera, sin previo aviso, te saltan al cuello y amenazan con ahogarte. 

Esta noche había quedado con un amigo, pero ha tenido un percance y hemos tenido que dejarlo para otra ocasión. Como la noticia me ha llegado a un paso de su casa, he dado media vuelta y he cogido un autobús hasta la estación del tren. Cuando he subido, me he sentado, he sacado el ebook y he empezado a leer. De repente, he mirado por la ventanilla y lo que veía al otro lado me resultaba familiar. "Yo esto lo conozco", he pensado, cosa rara porque no suelo ir por esa zona desde hace años. Pero sí, esa plaza me sonaba, y aquella fachada impresionante y la avenida y la curva exagerada y... Y entonces, se hizo la luz y cai en la cuenta de dónde estaba y por qué lo conocía todo tan bien. 

SÁBADO, SABADETE

 

- Cariño, hoy querré helado después de cenar. – dijo Anselmo, parapetado detrás de su periódico-. No te olvides de comprarlo – Hizo una pausa y asomó su redondo rostro por encima de las páginas impresas. Sonreía, visiblemente satisfecho consigo mismo-. De fresa y nata, por favor, es mi favorito.

- ¿Hoy? - preguntó Matilde, que estaba recogiendo la mesa después del desayuno.

- ¿Es sábado? - Su esposa asintió y clavó los ojos en el bordado del mantel, para no ver el ceño fruncido de su marido-. Entonces sí, hoy. No hagas preguntas estúpidas, querida, ya sabes cuánto lo detesto.

- Sí, lo siento. Es que ha sido una semana muy ajetreada y... - Anselmo resopló con impaciencia y volvió a concentrarse en la sección de deportes. Su equipo estaba a punto de descender de categoría, lo cual le importaba mucho más que las tonterías de su mujer-. De fresa y nata, claro. No lo olvidaré.

lunes, 25 de octubre de 2021

HENO DE PRAVIA

Sentada en un rincón junto a una ventana con vistas al jardín, magnífico a esas alturas de la primavera, Alba consultó su reloj una vez más. “Genial”, pensó, "mi madre del alma querida vuelve a retrasarse y ni se molesta en avisar”. Para alguien como ella, cuyo amor por la puntualidad rayaba con la obsesión, algo así era imperdonable. Claro que tampoco le sorprendía ni lo más mínimo. Que Soledad Solano, ejecutiva de prestigio, miembro de honor de innumerables sociedades benéficas y, de vez en cuando, portada en las revistas del corazón, se olvidara de su cita con ella, su hija menor y la mayor de sus decepciones, era algo normal. Alba dio un sorbo al té, arrugó la nariz con desagrado al notar que se había quedado frío, e hizo un gesto a la camarera.

- Por favor – dijo, cuando se acercó -, ¿podrías traerme un café largo con hielo? Muchas gracias.

viernes, 15 de octubre de 2021

OSCURO DESEO

Noche de jueves.

No puede.

Lo intenta, pero no puede.

Y lo sabe y, en el fondo, le da igual.

No, no le da igual, pero tampoco le importa demasiado.

Nada funciona cuando se aleja, lo sabe, así que ¿por qué debería dejarlo?

¿Para sufrir aún más?

No tiene sentido.

No lo tiene.

Si se pasa el día deseando que regrese, ¿a santo de qué viene esa necesidad de dejarlo?

Es absurdo. Ridículo. Impensable.

IMPOSIBLE.

Por Dios, qué tontería. ¡Claro que es posible! ¡Puede dejarlo cuando quiera!

Hoy, por ejemplo. Ya. En este mismo momento.

Sólo tiene que levantarse, abrir la puerta, salir y listo.

¿Ves? ¡Es fácil!

¿Ah, sí? ¿Es fácil? Entonces...

¿Por qué no lo haces?

- ¡PUES PORQUE NO PUEDES, IMBÉCIL, POR ESO NO LO HACES! – le grita Helena a su reflejo. Tiene tentaciones de ponerse dramática y, como en las películas, pegarle un puñetazo al espejo. Hace el gesto y, en el último momento, desiste. Le habría encantado destruir su propia imagen, hacerla añicos, romperla en mil pedazos, pero ya le va lo suficientemente mal como para invocar otros siete años de mala suerte.

- Helena, ¿estás bien? – La voz de Carlos le llega amortiguada por la puerta cerrada del baño. Un escalofrío le recorre la espalda, placer y miedo mezclados en un cóctel explosivo

- ¡Sí, no pasa nada! Me he... dado un golpe con la mampara. ¡Qué torpe soy, jajaja! – improvisa. Apoya la frente en el espejo, cierra los ojos y respira hondo varias veces-. Me ducho y salgo, ¿vale?

- Oye, no te puedo esperar – un par de golpes en la madera la sobresaltan-. Me esperan en casa y ya voy tarde. Te he dejado dinero para el taxi en la mesita de noche, ¿vale? Hablamos mañana y quedamos para la próxima semana. ¡Adiós!

- ¡No, espera! – Sale del baño para despedirse y sólo alcanza a ver la puerta de la habitación que se cierra sin hacer apenas ruido-. Quería decirte adiós. Y que te quiero.

Se sienta en la cama y empieza a llorar.

Durante una hora, se revuelca en la rabia, la impotencia, la tristeza.

Después se da una larga ducha, rogando para que el agua se lleve también las últimas lágrimas. Cuando siente la piel a punto de desprenderse de los huesos, sale, se viste y echa un vistazo alrededor.

No queda más rastro de su presencia que las sábanas arrugadas y el dinero en la mesita.

Aunque la habitación está pagada hasta mediodía, no quiere quedarse en esa cama, respirando el olor de su cuerpo y notando el frío a su espalda. 

Mejor se va.

Recoge sus cosas y sale sin mirar atrás.

Hace el camino de vuelta andando. Quizá el frío de la madrugada le ayude a despejarse, a tomar una decisión, a hacer algo de una puta vez.

Fuma un cigarrillo tras otro.

Maldice el día en el que lo conoció, el momento en que la besó por primera vez, el recuerdo de sus manos sobre su cuerpo.

Le odia.

Le desea.

Vuelve a odiarle.

Le echa de menos.

Y sigue deseándole.

Repasa sus últimos mensajes.

Mira sus fotos, las que le había hecho con su conocimiento y las que robaba de sus redes sociales.

Sonríe.

Llora un poco.

Se harta.

Le duelen los pies.

Está cansada.

Decide en firme que ha sido la última vez.

Aprieta los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, creyendo que ese dolor apagaría el otro, el que no deja huellas, pero se equivoca.

Grita, en una calle vacía de gente,  que no volverá a verle, que no contestará sus llamadas y se olvidará de él en un abrir y cerrar de ojos. O dos.

Para cuando llega a casa, poco después de la medianoche, ya ha cambiado de opinión.

Como siempre.

Maldita estúpida.

Maldito cabrón.

Maldito amor.

 

 

 

Noche de jueves.

Alba se retoca el maquillaje frente al espejo y, satisfecha, le guiña el ojo a su reflejo.

La mujer que le devuelve la mirada no tiene dudas ni miedos, está segura de lo que quiere y ha decidido que, mientras suene la música, seguirá bailando.

No es perfecto. De hecho, está muy lejos de serlo, pero ¿quién quiere perfección cuando puede sentirse viva?

“Viva, sí... Una vez a la semana, dos si tienes suerte, tres si se alinean los planetas”, le dice la burlona voz de su conciencia.

“Menos da una piedra, querida”, contesta, y se pinta los labios con el rojo furioso que sabe que le gusta.

Suena la puerta. Un toque. Dos. Alba se da un último vistazo, le guiña un ojo a la mujer del espejo y se acerca a la puerta.

Abre.

Carlos sonríe, le tiende una rosa roja de tallo largo y entra.

Cierra la puerta.

La abraza.

Le dice al oído “Qué ganas tenía de verte”.

La abraza.

La besa.

Y el resto, mañana, da igual.


Mjo

15-10-2021

sábado, 2 de octubre de 2021

PUNTO DE PARTIDA - PUESTA DE LARGO

Hola a todos!

He estado desaparecida, lo que no es sinónimo de "quieta", y ahora que la bronquitis me ha atropellado, pues aprovecho para sentarme delante del portátil y contaros algo. ¿Interesante? Hombre, emocionante sí, al menos para mí: os voy a contar cómo fue la presentación de "Punto de Partida" en el Ajuntament de Motmeló.
Como os comenté, tuvimos que cambiar de lugar a causa del tiempo, que se presentaba algo revuelto, y acabamos por hacerlo en la Sala de Plenos del Ajuntament. No sé vosotros, pero a mí me pareció algo muy solemne y entrar allí, donde tantas cosas importantes se deben decidir, le dio un toque de oficialidad que hizo que me creyera que realmente estaba pasando. Tanto yo como los asistentes pasamos sin problemas los controles requeridos por el COVID 19 y, poco después de las 18 h., empezó el acto.

El primero en hablar fue mi tío Manuel Fernández, autor de varias novelas y, además, el primero que me dijo que no debía dudar en intentar publicar mis relatos. Fue divertido y, como sobrina, un orgullo escuchar su punto de vista sobre mi trabajo. Después cedió el turno a Asun López, autora de "Lo fácil" y compañera de editorial, que comentó su opinión sobre el libro y sobre una servidora, ya que, aunque nos conocemos desde hace relativamente poco tiempo, la verdad es que hemos hecho buenas migas. Y después llegó mi momento, el que más miedo me daba...
Veréis; es que yo, aunque no lo parezca, soy muy tímida y eso de hablar delante de gente, pues lo llevo regular tirando a mal. Justo antes de que todo empezara, tenía los nervios de punta, pero en el momento en que mi tío empezó a hablar, me relajé y me sentí cómoda. Sí, esa es la palabra: cómoda. Miraba a la gente que había venido y encontraba caras familiares, amigas y alguna desconocida. No éramos muchos, tampoco voy a mentir, pero se notaba que todo lo que se estaba contando resultaba interesante, así que cuando me tocó a mí, me resultó muchísimo más fácil de lo que pensaba.
Empecé agradeciendo a todos su presencia, porque algunos habían venido desde lejos, y leí uno de los relatos, "Fantasmas", como muestra de lo que se podían encontrar en el libro, y después abrimos una ronda de preguntas que resultó ser muy interesante. En este tiempo, he descubierto que el contacto con los lectores me gusta; cuando leo algo, me surgen preguntas como de dónde sacaron la inspiración para escribirlo, el proceso de creación que siguen o si les resultó muy difícil completarlo. Que me hagan esas mismas preguntas a mí y poder responderlas, dar a conocer una parte de este trabajo que queda oculto detrás de las palabras, me encanta, siento que me acerca un poco más a los que me leen y, también, que así pueden disfrutar un poco más mis escritos.
Con la entrega, por parte del alcalde, Pere Rodríguez, y de Fina, la encargada de la Biblioteca La Grúa, de unos ramos de flores para los tres "ponentes", dimos por terminado el acto de presentación, al menso en su versión "seria", y empezó la ronda de fotos, la risas, los abrazos, las felicitaciones y, en fin, el relax absoluto. Acabé firmando en el Libro de Autoridades del Ajuntament, ¡ojo!, y casi me muero de vergüenza al ver que, antes que yo, por allí habían pasado escritoras como Care Santos. Y ahora mi nombre también está ahí... impresionante, lo siento.
No puedo acabar este escrito, que ya se está alargando demasiado, sin dar las gracias a todos los que vinieron a escucharme y apoyarme esa tarde; todos y cada uno de vosotros hicisteis que esas horas fueran únicas e inolvidables. De todo corazón, gracias.
Os dejo unas cuantas fotos, para que os hagáis una pequeña idea de cómo fue la cosa.
Un saludo y gracias por leerme, ya sea aquí, a través de la página de Facebook, o en el libro.
Mjo


lunes, 20 de septiembre de 2021

ROMEO Y JULIETA

Hoy me saltó en Facebook una nota que escribí hace años, cuando lo del blog ni se me pasaba por la cabeza. La leí, claro, porque siempre me produce curiosidad saber qué narices pensaba no hace tanto tiempo. Casi siempre me sorprende descubrir que, casi siempre también,  sigo pensando-actuando-errando de la misma manera, con pocas o ningunas diferencias. ¿Llega un punto en la vida en el que ya no se avanza? No, seguro que no; simplemente, nos acomodamos a una manera de ver, pensar y actuar y ahí nos quedamos, donde nos sentimos relativamente seguros. Qué gracia, como si eso nos fuera a salvar del desastre... No existe ese lugar donde nada ni nadie puede afectarnos, estamos condenados a admitirlo y vivir con ello. Suena fatal, pero no es tan malo. Últimamente pienso mucho en mi pasado (¿será la edad?) y tampoco me parece tan horrible. Es que soy así: o me paso o no llego, o lloro como si no hubiera un mañana o me río a carcajada limpia. Lo de las medias tintas no parece ir conmigo. En fin, que me gustó lo que escribí en aquel momento, a raíz de leer "Amor" de Isabel Allende, y de ahí salió lo que hoy os traigo.  ¡Ahí va!

"Esta semana estuve leyendo un libro de Isabel Allende que llevaba tiempo persiguiendo. Se llama “Amor” y es una especie de recopilación de extractos de sus novelas en los que retrata el amor desde varios puntos de vista. Debo reconocer que, siendo una de mis autoras favoritas, esta vez me decepcionó. Esperaba algo nuevo, divertido como casi todo lo que escribe aunque con ese toque mágico-realista que tan especiales hacen sus novelas. Sin embargo, en cierto momento se me encendió una luz. Se plantea qué ocurriría con esas historias de amor que acaban trágicamente, sin posibilidad de continuidad, y como ejemplo pone a Romeo y Julieta. Ciertamente, no se me ocurre una pareja más adecuada para ilustrar esa llama viva que consume y arrasa, aunque, cuando se apaga, no deje más rastro que la soledad y el dolor. En casos extremos, como el suyo, la muerte absurda de dos jóvenes que apenas habían empezado a saborear la vida. Me hizo pensar en cómo querría yo que siguiera esa historia y confieso que es algo que me pasa muy a menudo cuando leo algún libro que me toca de manera especial. Isabel Allende propone un matrimonio largo y monótono, en el que Julieta convierte el balcón de sus besos clandestinos en un tendedero de pañales mientras Romeo vende sonetos de amor inventados por las calles de Verona. Qué final más triste. Mucho más, incluso, que esa muerte traidora.            

Pero no pude evitar pensar en cómo me gustaría que siguiera la historia. Para ser exactos, en cómo me gustaría cambiar el final y de qué manera la prolongaría. Por supuesto, siempre he pensado que es un desastre que Julieta no despierte antes o que el monje destinado a avisar a Romeo se entretenga en el camino y no entregue el mensaje a tiempo. Claro que eso restaría dramatismo a la historia y la convertiría, quizá, en una más de las miles y miles que pueblan las estanterías de las bibliotecas del mundo. Es justo ese final trágico lo que la hace especial, diferente. Todas hemos soñado con encontrar un Romeo que nos robe el sueño y el corazón, pero, a ser posible, que no acabe por matarnos en el proceso. Siendo una adolescente me enamoré de la versión de la obra dirigida por Zeffirelli, la mejor adaptación que he visto no sólo por la ambientación (no sé si es un decorado o una localización real) o por el vestuario, sino por lo acertado de la elección de los dos personajes principales. En esta película los protagonistas, Olivia Hussey (quince años) y Leonard Whiting (dieciocho), se acercan a la edad que se supone que tenían cuando salieron de la imaginación de Shakespeare: trece Julieta y quince o dieciséis Romeo. He visto alguna versión donde el papel del ardoroso amante lo interpreta el Ashley de “Lo que el viento se llevó” y no pondré en duda su calidad artística, pero no, no y no!               

A lo que iba. Que me dio por pensar en una continuación de la historia y se me ocurren, por lo pronto, tres finales diferentes aunque todos parten del mismo punto: ninguno de los dos muere. Me parece más fácil seguir desde ahí aunque, bien mirado, tampoco estaría mal inventar una continuación fantasmal. Sí, en realidad ya la estoy viendo! Pero no, había pensado en otras posibilidades. En la primera de ellas, para mí la más evidente, la pareja se presenta ante sus familias, explican que se han casado en secreto y les dicen que ya pueden ponerse como quieran, que les importa un pimiento su opinión. Y se marchan del palazzo, dejando a sus progenitores con dos palmos de narices. Que acepten o no el matrimonio ya no me paro a pensarlo. Supongo que los padres se enfadan muchísimo (hay que ver cómo se pone papá Capuleto cuando su niña le dice que ni de broma se casa con el estirado Conde Paris!) pero las madres se las ingenian para convencerles que tampoco es tan terrible, que ya tienen unos cuantos años y eso de andar peleando como niños por el balón no está bien… Y como ya sabemos que los hombres medievales tenían la cabeza un poquito dura, recurren al argumento de los nietos que vendrán a perpetuar sus casas. Definitivamente, se rinden a la sabiduría de sus esposas y todos juntos viven larga y felizmente. ¿Aburrido? Bueno… pues sí, un poquito sí. Vale que el final original es demasiado trágico, pero mi alternativa es tan sumamente dulce que empalaga.               

Una segunda posibilidad es que ambos escapen de las garras de la muerte y huyan de Verona para vivir su vida como mejor les parezca. Julieta ya está muerta y enterrada para todo el mundo y Romeo, exiliado por haber matado a Teobaldo, tiene prohibido volver a pisar las calles de su ciudad. Nada les retiene y nadie les espera. Así que cogen el primer barco que se encuentran en el puerto de… digamos Venezia y se marchan tan lejos como pueden. Es de suponer que también vivirán una vida larga y feliz, aunque no tan perfecta y maravillosa como en el primer caso, porque deberán aprender a salir adelante sin la riqueza de sus respectivas familias.        

Pero la que más me llama, la que más real me parece, es que ese amor que tan impetuosamente empieza y se desarrolla en apenas unas horas, se desvanece en cuanto pone los pies en el suelo y se da de morros contra la realidad del día a día. La pasión dura lo que dura y si después no hay nada más… ¿qué puede quedar sino recuerdos? Incluso eso puede acabar por estropearse y entonces se habrá perdido todo. Así que me imagino que ambos se lo pasarán muy bien durante una temporada más o menos larga. De hecho, se me acaba de ocurrir que Julieta accede a casarse con el pijo insoportable de Paris y los Montesco se las apañan para que el príncipe le levante el castigo a Romeo y le permita regresar a Verona. Retoman su amor secreto incluso después que Romeo se vea obligado a casarse con una rica heredera de Roma, por ejemplo. Tarde o temprano, sin embargo, las responsabilidades de ambos con sus respectivas familias les hará ir separándose hasta convertirse en conocidos con un pasado común al que recurren cuando el aburrimiento de sus días y la tristeza de las noches se hacen demasiado pesadas para soportarlas. Cierran los ojos y retroceden a su primer encuentro, a los besos y las caricias apasionados y aunque sea sólo por un ratito, vuelven a ser felices. Y así hasta el final, cuando ambos mueran de verdad, aunque sus nombres jamás lo hagan.               

Bien pensado, es mejor dejar las cosas como están. Creo que el bueno de Willy Shakespeare ya eligió la mejor de las versiones posibles. Y viendo cómo están las cosas estas de las versiones con zombies, cualquier día alguien se saca una de la manga protagonizada con los amantes de Verona y me estropean la historia para siempre. Por favor, que no me hagan un “Crepúsculo” a lo zombie que me da un patatús, eh?

Y hasta ahí llega la historia de hoy. Pero no me quiero despedir sin haceros una pregunta... Si pudierais elegir, ¿cómo os gustaría que acabara la historia de Romeo y Julieta? O vuestra libro favorito, no vamos a ser egocéntricos. Me gustaría que me lo contarais, porque nunca se sabe de dónde puede salir una buena historia. 

Mjo

20-09-2013 // 20-09-2021

lunes, 6 de septiembre de 2021

UN POQUITO DE TODO

Antes de lanzarme a explicar nada, perdón por estar desaparecida estos días. Andaba distraída con el regreso al trabajo, recuperar la rutina, cumplir medio siglo (que se dice pronto) y algunas cosillas más que no vienen al caso y, oye, ¡que nos plantamos en la semana del Your Stories Market! Y yo ahí, como si nada... Bueno, pues sirva este mensaje de:

- Saludo al personal: Espero que las vacaciones os hayan ido bien, que hayáis vuelto todos enteros y satisfechos y con ganas de comerse lo que queda de año.

- Recordatorio del Market: Será el próximo sábado, 11 de septiembre, en las Cotxeres de Sants (CENTRE CÍVIC COTXERES DE SANTS, C/de Sants, 79,08014 Barcelona). Si me aclaro con esto de la tecnología, luego os pongo la ubicación y esas cosas.  El evento, que es gratuito, empezará a las 9 de la mañana y echará el cierre a las 20 h. Durante todo el día habrá charlas de autores, conferencias y recitales de  poesía en dos salas habilitadas para la ocasión. En total tendréis 140 autores distribuidos en 70 mesas y a una servidora podréis encontrarla en la 4, muy cerquita de una de las dos entradas al recinto. CÓMO LLEGAR: en bus, D20, H12, V7, 44, 50, 78, 109, Y 115; en metro, Plaza de Sants ( L1 y L5 ) y en tren, Sants Estació. Cualquier duda que tengáis, aquí estoy para resolverla o, al menos, intentarlo. ¡Espero ver a muchos de vosotros por allí! 

domingo, 29 de agosto de 2021

EXORCISMO

Ya que contigo ha sido imposible, he tenido largas conversaciones con tu sombra, que en los últimos tiempos ha vivido pegada a mis talones. Como tú, la mayoría de las veces no contesta; se limita a quedarse mirándome hasta que acabo y, después, se olvida de mí. Yo le hablo de cómo ha ido el día, los planes para el fin de semana o de mi equipo, que ha ganado o vuelto a perder. Supongo que preferiría que la dejara marchar, pero no puedo hacerlo todavía. Me cuesta demasiado pensar en romper el frágil vínculo que aún nos une. 

Intento no ponerme demasiado dramática, pero, tarde o temprano, cedo a la tentación y le digo todo lo que no fui capaz de decirte a ti. Le cuento cuánto me gustaban tus abrazos y besos, cómo temblaba por dentro cada vez que me tocabas, lo mucho que te echo de menos cada día y que fui feliz contigo, aunque fuera a ratos y durara poco. Si el día ha sido difícil, acabo contándole las veces que me hiciste daño, lo que he llorado tu ausencia y la tristeza que, desde hace semanas, va conmigo a todas partes, a pesar de que nadie lo sepa porque sigo sonriendo como si no pasara nada. No pierde la compostura nunca, es inmune a mi ridículo y, como mucho, se conforma con apartar la mirada y esperar que pase la tormenta. 

Fantaseo con ella, imaginando que se tumba a mi lado cuando me acuesto y me abraza hasta que me duermo, que me canta una canción al oído y, cuando cree que no puedo verla, me mira y sonríe. Vigila mis sueños, espanta a los monstruos que viven debajo de mi cama y me tapa para que no tenga frío. Si se me ocurre soñar contigo, me coge de la mano y ahuyenta los recuerdos para que, al despertar, ya no me duelan. Casi nunca funciona, pero al menos lo intenta. Después despierto y descubro que no es más que una triste fantasía, que sigo estando sola. Y cansada. Y ya está bien. 

Anoche, por primera vez en meses, no dormí sola y esta vez era real. Cuando llegó la calma y el silencio, me di la vuelta en la cama y allí estaba tu sombra, mirándome enfurruñada, preguntándome quién era el que ocupaba tu sitio a mi lado. "No te importa", le dije, "ya iba siendo hora". Soltó un resoplido de desdén y se marchó sin mirar atrás. "¡Ya me echarás de menos!", gritó antes de cerrar la puerta, y su voz quedó flotando en el aire hasta que salió por la ventana y se perdió en la noche. Me quedé dormida y no tuve sueños, ni contigo ni sin ti, y empiezo a pensar que tienen mis males remedio, que saldré de ésta y mañana... Mañana será otro día. 

Acabo de volver a casa y tu sombra no me esperaba sentada en el sofá. Y me da igual.

Mjo


domingo, 22 de agosto de 2021

AMIGOS

En un bar de moda se reunen, como todos los miércoles, dos amigos. Se conocen de toda la vida, o casi, y han compartido experiencias desde que tuvieron edad para vivirlas. Los primeros cigarrillos, las primeras borracheras, la pérdida de la virginidad, las penas de amor (porque los hombres también lloran, al menos los de verdad) y todas y cada una de las victorias y derrotas de su equipo de fútbol, que últimamente les da más disgustos que alegrías.

Salva es moreno, no demasiado alto, tiene músculos hasta en las pestañas, viste de marca de la cabeza a los pies, habla por los codos y, según él, es guapo a rabiar. Dejó los estudios en cuanto pudo y se metió a trabajar en la constructora de un primo que, con la fiebre del ladrillo, estaba creciendo como la espuma. Cuando la burbuja estalló y se quedó en la calle, se buscó las lentejas en otra parte porque es currante y espabilado, aprende rápido y no se queja de casi nada. Su físico y su carácter siempre le han facilitado el terreno a la hora de conquistar a una mujer, y pasó los últimos años de la adolescencia saltando de una relación a otra. ¿He dicho “últimos años de la adolescencia”? Como si la hubiera dejado atrás... Es uno de esos individuos aquejados del síndrome de Peter Pan y se niega a renunciar a ciertas cosas. No tiene prisa por sentar la cabeza, le va de maravilla tal y como está, pero siente que a su alrededor se va estrechando el círculo y empieza a agobiarse. Tiene novia formal, más o menos, desde hace algo más de un año y la quiere, por supuesto que la quiere. A su manera, claro.

Carlos es bastante más alto, tiene el pelo de ese color indefinido que ni es rubio ni pelirrojo, sino todo lo contrario, unos ojos grises que esconde detrás de unas gafas de pasta negras , habla lo justo, rara vez levanta la voz, y tiene ese aire desgarbado de quien creció demasiado deprisa y todavía anda intentando acomodarse a las dimensiones de su cuerpo. Estudió hasta el final, como sus padres deseaban, y trabaja en el Museo de Historia de la ciudad desde hace varios años. Se pasa el día perdido entre documentos antiguos, investigando su procedencia para darles una vida que se creía perdida, y su nombre empieza a ser conocido a nivel nacional. Aunque no le gusta llamar la atención, si se le da la oportunidad, conquista. Le encantaría encontrar a la persona con la que compartir su vida, pero no parece tener prisa. “Ya llegará”, dice siempre, “y si no, pues tampoco pasa nada”. Tiene sus rollos por ahí, pero no suele hablar de ellos. A la hora de presumir, prefiere hacerlo con sus logros que con sus historias personales. Por eso se lleva de maravilla con Salva, es el complemento perfecto para ese huracán que, casi siempre, es su amigo. Salva acapara todas las luces y Carlos se queda tranquilo en las sombras. A cada cual, lo suyo.

SALVA: Qué pereza me da, en serio te lo digo. Vale, las nuevas tecnologías con la leche; nos facilitan la vida, nos mantienen en contacto aunque estemos lejos, ayudan a encontrar soluciones a los problemas en un tiempo record, bla, bla, bla...

CARLOS: Ya estamos otra vez... (Pone los ojos en blanco y da un sorbo a la cerveza)¡Pero si te pasas el día colgado de las redes sociales, te compras el último móvil, tu coche tiene mil chorraditas y tu televisión no tiene más “K” porque no se puede!

SALVA (se ríe antes de contestar): Que sí, pesao, que son la caña, lo más de lo más, la ostia en patinete y lo que tú quieras, pero cuando tu novia se empeña en hacerte una videollamada cada día para contarte, no sé, que el pollo ha subido de precio una barbaridad o que no encuentra unas sandalias que le gusten...

CARLOS (se cruza de brazos y le mira, resignado): No, ¿eh? Otro discursito sobre “Mi novia me tiene frito”, no. ¡Cada semana lo mismo!

SALVA (levantando las manos al cielo con dramatismo): ¡Es que me toca las narices, por no decir lo huevos, bastante tirando a mucho, demasiado! Si no fuera porque el móvil cuesta un riñón y todavía no está pagando del todo, te juro que lo tiraría por la ventana. O al mar.

CARLOS: Primero, no te lo crees ni tú. Y segundo, al mar no, gilipollas, que contamina. Si quieres deshacerte de él, o me lo das a mí o lo llevas al punto de reciclaje.

SALVA (poniendo voz de repelente): No, es verdad, al mar no, que contamina. (Carlos le enseña el dedo medio y hace una seña al camarero para que les sirva otra ronda).

CARLOS: Claro, claro... Porque lo de dejar a Yolanda ni se te pasa por la cabeza, supongo. (Salva le mira como si estuviera loco y niega con la cabeza) No, hombre, qué tontería. Te tiene hasta las narices, pero como está tan buena, pues aguantas.

SALVA: Es que, tío, ¿tú la has visto? ¡Está muy, pero que muy buena! Vamos, a nivel top model de los 90, aquellas que tenían chicha y no huesos. Y el mercado está fatal, echado a perder del todo. ¡Hay mucha loca desesperada por ahí, deseando echarte el guante y meterte en casa, te lo digo yo!

CARLOS: Desesperadas... ¿Me puedes explicar eso?

SALVA: Joer, con el ansia de casarse y tener niños y una casa y un cochazo y verano en la playa e invierno en la nieve... Todo el día con la misma cantinela: que si todas sus amigas ya están casadas, que si sus primas la miran de reojo y se ríen de ella, que si su abuela le ha dicho que se va a quedar para vestir santos y el arroz que se le pasa y el puto reloj biológico. ¿Qué coño es eso del reloj biológico, tío?

CARLOS (abriendo mucho los ojos): ¿En serio no sabes lo que significa? ¡Tú estás en el mundo porque tiene que haber de todo, chaval!

SALVA (ignora el comentario de su amigo y sigue con su monólogo): ¡Una locura, que te lo digo yo, que están todas locas! Qué ganas de arruinarnos la vida tienen, con lo bien que se está así...

CARLOS: ¿Así, cómo? Porque tu “así” me parece que te está llevando por el camino de la amargura.

SALVA: ¿Que te defina “así”? Pues... (hace una pausa para pensar su respuesta) Así, coño, así, ¡no me líes! En pareja, pero ella en su casa y yo, en la mía. Vernos un par de veces entre semana, hablar de vez en cuando, mucho ji ji, algo de ja ja, y el sábado, sabadete... ¡camisa nueva y unos polvetes, jajajajaja! (Carlos suspira y niega con la cabeza) Va, hombre, no seas tan muermo, ríete un poquillo, que falta te hace.

CARLOS: Salva, te quiero mucho, pero a veces eres un poco capullo, ¿sabes?

SALVA (se echa hacia atrás en la silla y pone las manos sobre la mesa): Ah, muy bien, ahora resulta que soy un capullo. Pues una cosa te digo, que eres tú quien tiene un problema, tío, ¡no yo!

CARLOS: Y mi problema vendría a ser exactamente ¿cuál?

SALVA: ¿En serio no lo sabes? Menos mal que me tienes a mí (Carlos junta las manos e inclina la cabeza, como si le diera las gracias) Que cuál es el problema, dice. Ostia, tío, pues que pareces un jodido seminarista. ¡Ese es tu problema! Ese y la envidia que me tienes, (Carlos, que acababa de meterse un trozo de morro frito en la boca, por no mandarle a la mierda, casi se atraganta al escucharle). ¡Ya no me acuerdo de la última vez que te vi con una tía. A ver, listillo, ¿te acuerdas de la última teta que tocaste?

CARLOS (abriendo los brazos con exageración): ¿Y eso a qué coño viene ahora? ¡Ni que fuera tan importante!

SALVA: Noooo, no, no, a mí no me vengas con “¿Y eso qué importancia tiene ahora?” No me vengas con que estás buscando el amor de tu vida y esas chorradas de tías... (se queda mirando a su amigo, pensando)

CARLOS: Jamás he dicho algo semejante y lo sabes.

SALVA (baja la voz y se inclina sobre la mesa, como si fuera a tratar un secreto de estado): Oye, ahora que lo pienso... ¿tú no serás gay y no sabes cómo salir del armario?

CARLOS: ¿Qué? (Se tapa la cara con las manos y empieza a reírse a carcajadas)

SALVA: ¡Oye, relaja, que no he dicho nada raro! Además, si a mí me da igual, yo te voy a querer lo mismo tío, ¡que eres mi bro! Pero vamos, que si es eso, pues ya va siendo hora de que lo reconozcas. Seguro que hay un tío esperándote en algún sitio. (Carlos resopla, saca la cartera y deja un billete de 50€ sobre la mesa. Se levanta, coge la chaqueta del respaldo, se la pone y, sin decir nada, sale del bar, dejando a Salva en la mesa, hablando solo) Oye, escucha, ¿dónde vas? ¡Tío, que no es para que te alteres! ¡Ni que estuvieras premenstrual o algo así! Bah, que te den... Ya volverás. ¡Rafa, ponme otra birra! Y... ¿tienes callos? Pues una de callos, que paga el tonto de Carlos. ¡Y pan, mucho pan!

Carlos sale del bar, después de echar un último vistazo a su amigo, que parece haberse olvidado de él. Se aleja, calle abajo, con pasos largos. Aprecia mucho a Carlos, pero a veces le mataría, por ser tan gilipollas y tener cero filtros a la hora de hablar con cualquiera. No es la primera vez que se plantea porqué sigue siendo su amigo, con la cantidad de veces que le ha dejado en ridículo o lo poco que le importa hacerle daño. Está seguro de que nunca se ha sentido culpable por absolutamente nada en su vida, va como un toro detrás del trapo rojo y le da igual herir los sentimientos de los demás. Sus padres están deseando de que se independice o se case, lo que sea que haga que se vaya de su casa, y la mayoría de sus amigos evita quedar con él con frecuencia porque, bueno, saben que tarde o temprano acabará montando un pollo u ofendiéndolos. Si no le ha dado la patada hasta ahora es porque, ya son muchos años de amistad y también por todas las cosas que han pasado juntos. No puede negar que, en más de una ocasión, Salva le ha salvado de algún problema y hasta llegó a partirse la cara con otros tíos por defenderle, y le está agradecido de verdad. Pero, de un tiempo a esta parte, cada vez le cuesta más tolerar sus tonterías. ¿Y por qué se queda, entonces? No lo sabe, se ha hecho esa pregunta un montón de veces y no encuentra una respuesta válida.

Llega casa, saluda a sus padres y dice que no tiene ganas de cenar, que ya ha picado algo con Salva. Su madre, que le conoce mejor que él, le pregunta si está bien porque trae una expresión rara en la cara. Le dice que no es nada, que sólo está cansado porque está peleando con la traducción de un manuscrito del siglo XII que le lleva de culo, pero que se le pasará en cuanto duerma sus ocho horas. Ella finge creerle y él lo sabe, pero no tiene ganas de hablar. Está reventado. Se mete en la habitación, la misma que ha ocupado desde el día que cumplió un año, se tumba en la cama y cierra los ojos. Al cabo de un rato, cuando estaá a punto de quedarse dormido, suena su móvil. Se levanta, lo saca del bolsillo de la chaqueta y, al ver el nombre que aparece en pantalla, sonríe. Y entonces, justo en ese momento, cuando el corazón se le acelera en el pecho, comprende por qué se queda con Salva. Culpabilidad.

CARLOS: Hola, niña. No te vas a creer con qué idiotez me salió Salva esta tarde...

Y pasa la siguiente media hora hablando con Yolanda, la novia de su mejor amigo, que le usa de paño de lágrimas cada vez que se pelea con su amigo. Yolanda, la única mujer por la que daría la vida y, posiblemente, la única que jamás podrá tener. A veces cree, intuye, piensa, sueña que ella también siente algo por él, pero ninguno de los dos da ni el más mínimo paso en esa dirección. Yolanda jamás dejará a Salva y Carlos nunca se pondrá en su camino. “Puta responsabilidad”, piensa después de quitarse la ropa, meterse en la cama y apagar la luz, “puta conciencia, puta decencia, puta culpabilidad... ¡Puto Salva!”

Mjo

22-08-2021


sábado, 21 de agosto de 2021

SITGES

Hoy he pasado la mañana en Sitges, visitando los museos del Cau Ferrat y el Maricel. Hacía tiempo que tenía ganas de ir y se me ocurrió que la mañana de hoy sería perfecta. He llegado cuando apenas habían abierto, así que he disfrutado de la visita casi sola, algo que me encanta porque así puedo pasar tanto tiempo como quiera recorriendo las salas y, si algo me sorprende, soltar exclamaciones, sonreír o emocionarme a mis anchas sin que nadie crea que estoy locuela. Y lo he hecho más de una vez, palabra. Originales de Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Zuloaga, Picasso, Mas i Fondevilla, Clarasó, copias de Botticelli (Florencia me persigue, ¿querrá decirme algo el Universo?) y, sorpresa, dos Greco originales que te roban el aliento. Impresionante, de verdad, como lo es la arquitectura de ambos edificios, con vistas a un mar que hoy estaba tranquilo e invitaba a bañarse o, como es mi caso, a pasear por la orilla antes de sentarse en un rincón a leer o escribir. 

Y es que me he dado cuenta de que, últimamente, cuando necesito exorcizar mis demonios, acudo a Sitges. Es como si la mezcla de sol, mar y bullicio fuera suficiente para callarlos a todos... Por alguna razón que se me escapa, parece que aquí consigo creer que, tarde o temprano, los malos momentos pasarán y llegarán días sino mejores, al menos diferentes. Todo parece posible en las calles que bordean la iglesia, en las que me gusta perderme buscando los rastros de antiguos indianos o siguiendo los pasos de pintores que captaron la luz y la vida de una manera única y preciosa. Eran otros tiempos, más sencillos quizá, menos ajetreados seguro. ¿Cómo debía ser este pueblo cuando reinaban los pescadores? Me los imagino a pie de playa, llegando con sus barcas cargadas de pescado fresco, ofreciendo el producto a las mujeres que llenarían las ollas con los guisos tradicionales que, hoy en día, algunos cocineros intentan recuperar con un aire nuevo. 

Pasado, presente y futuro caminan por las calles de este pueblo blanco, donde la luz ciega, buscando la mejor manera de convivir y sobrevivir. Yo he pasado noches enteras de fiesta por el Carrer del Pecat (la calle del Pecado) y he bailado bajo la lluvia en sus discotecas al aire libre, me he comido un gofre de chocolate a pie de calle y he disfrutado de una paella con los pies metidos en la arena. En los últimos años, también he aprendido a mirar hacia arriba, buscando los restos de una arquitectura modernista llena de perfiles curvados y motivos florales, cristales de colores y nombres ilustres. Sitges no es sólo fiesta hasta que sale el sol, ni atardeceres de ensueño, playas de arena fina o mar transparente. Es mucho, mucho más que eso, al menos para mí. 

Una parte de mí se encuentra a gusto allí, tanto como en Adrall o en el Circuit. Oh, venga ya, no os hagáis los sorprendidos ahora; sabéis que, cuando quiero, me pongo intensita y que soy rara de la cabeza a los pies. Rara, original, diferente. Yo. Y tampoco estoy tan mal; a cualquiera de vosotros podría pasaros algo mucho peor que yo. ¿Veis? El efecto Sitges jajajaja! Seguramente mañana volverá la Drama Queen y lloraré un poquito, seguiré echando de menos a las mismas personas y preguntándome que cómo es posible que me equivoque siempre tanto. Pero por dentro, porque así es como vivo las cosas. Tarde o temprano, todo pasa, las alegrías, las penas, las incertidumbres, las pérdidas, el sueño, el hambre y lo que se os ocurra; en esta vida, todo va y viene y no se detiene, por mucho que nos empeñemos en retener a una persona o un simple instante. Nada nos pertenece, excepto los recuerdos. Esos sí son nuestros, no puede quitárnoslos nadie, y están siempre al alcance de la mano para sacarlos del cajón y disfrutarlos de nuevo a solas, que es como mejor se saborean.

En fin, que me pongo dramática y no se trata de eso. Hoy no. Hoy he estado en Sitges, me ha dado el sol, he metido los pies en la playa y, de regalo, he visto a Júlia pintada por Casas. 

Hoy sonrío, que ya es bastante. 

Mjo


domingo, 25 de julio de 2021

TRY A LITTLE TENDERNESS


Esta debe ser la palabra más peligrosa de todo el diccionario: TERNURA. Ni odio, ni miedo, ni vacío, ni olvido, ni muerte, ni abandono. Ternura, que tiene un poco de todo eso y algo más que no soy capaz de nombrar, la fuerza de arrasar con todo aquello, y todo aquel, que se atreve a sentirla. 

No hay destrucción más completa ni dolorosa que la que provoca un ataque de ternura. Da igual lo que hagas, la fuerza que emplees en oponerte a ella; cuando alguien te abraza y te invade, la guerra está perdida. A partir de ese momento, lo que venga no importa porque vivirás esperando que se repita, que vuelva la sensación de felicidad que sólo sientes entre esos brazos, apoyad@ en ese pecho, escuchando esa voz y sintiendo los latidos, tranquilos o acelerados, de ese corazón. Y quien venga a ocupar su lugar una semana, un mes o un año más tarde será indiferente, porque estarás convencid@ de que jamás conseguirá llenar el hueco que han dejado. 

Maldita ternura, que se lleva la paz y la tranquilidad, y te deja sólo hambre, sed, pena, tristeza, rabia, dolor y preguntas. Tantas, tantas preguntas sin respuesta acumuladas a los pies de la cama, esperando que algún día algo, alguien o tú, las expulse a patadas y te enseñe a confiar de nuevo, iniciando otra vez el círculo vicioso del "No quiero quererte, pero, sin querer, te quiero".

Y vuelta a la casilla de salida, a repetir errores a pesar de las precauciones, a las noches en blanco y los días que pasan lentos. Vuelta a recoger los pedazos, a reconstruirte una vez más, a fortalecer el muro por las partes que se han derrumbado y te han dejado desprotegid@. Vuelta a cerrar los ojos para no ver, a taparte los oídos para no escuchar, a perseguir fantasmas y ocultar el miedo.

Pero no hay regreso posible y lo sabes. Volverás a tropezar, una y mil veces, con la misma maldita piedra, que te reabrirá la herida para que brote sangre nueva, limpia y caliente. Lo sabes. Lo sientes. Lo deseas. Lo haces. 

No hay caso. Cuando de equivocarse se trata, nadie lo hace mejor que tú y tu estúpida, horrorosa e inevitable ternura, que siempre va a parar donde, al parecer, no es necesaria. 


Mjo

(Os lo dije, drama queen a la máxima potencia, pero a veces hay que dejar salir toda la tontería para salir adelante) 




jueves, 15 de julio de 2021

DA NANG

Alrededor, los restos del naufragio repartidos por toda la estancia. El vestido de Alma, estampado de rosas rojas sobre fondo negro, había quedado tirado a medio camino entre un sillón y el suelo. Las enaguas que le daban movimiento y volumen a la falda quedaron colgadas en el respaldo de una silla. Los zapatos, de charol negro y con tacón fino, habían salido volando para aterrizar junto a la puerta que daba acceso al baño. El sujetador y las bragas, de encaje rosado, se habían perdido entre las sábanas bajo las que se enredaron sus cuerpos. La ropa de Mike, una cazadora negra con el nombre del instituto bordado en la espalda, una camiseta blanca de manga corta y unos tejanos con los bajos raídos, marcaban el camino que habían recorrido desde la puerta de la fría e impersonal habitación de hotel hasta la cama, tamaño king size, que ocupaba gran parte del espacio disponible. 

Si hizo calor, no lo notaron. Si hizo frío, tampoco. No oyeron el zumbido del motor de la mini nevera al ponerse en marcha, la música que sonaba al otro lado del pasillo, los reproches airados que se lanzaban la pareja de la habitación contigua ni el ruido, casi insoportable, del tráfico en la autopista cercana. No sintieron el olor acre que salía de las cañerías del lavabo ni el aceitoso que, por los conductos del aire acondicionado, llegaba desde la hamburguesería de la planta baja. No vieron los pedazos de papel que colgaban de las paredes, las manchas de humedad del techo ni las grietas del espejo sobre la cómoda. No se dieron cuenta de lo ásperas que eran las sábanas ni que en la moqueta se acumulaba el polvo de días o, quizá, semanas. No oyeron, no vieron, no olieron, no sintieron ni saborearon nada que no fuera el tacto de sus pieles, los susurros de sus voces en el oído, el olor de todos sus rincones, el brillo de sus ojos, el sabor de sus bocas. 

Se olvidaron del tiempo y se perdieron uno dentro del otro, una vez y otra y otra y otra más, y no parecía suficiente, porque acumulaban hambre y sed de meses. Sentían que no les alcanzaban las manos para tocarse, las bocas para besarse, los ojos para mirarse, el tiempo para amarse como necesitaban hacerlo, porque se acercaba la hora y lo sabían. Podían sentir cada segundo que resbalaba por la manecilla del reloj y el corazón se les iba en aprovecharlos todos, hasta el último, hasta que no pudieran más, hasta que llegara el inevitable final. 

Se juraron amor eterno, sabiendo que la eternidad podía durar una vida entera, diez años, tres meses o doce horas. Se dijeron todas las palabras, se cantaron todas las canciones, se mintieron una y otra vez mientras la tarde se convertía en noche y la noche se volvía día. Y con las primeras luces, se rompió la magia y se obligaron a despertar del sueño. 

Se miraron a los ojos de verdad y, por primera vez, se vieron como realmente eran. Alma, con el pelo revuelto, el maquillaje corrido y la sonrisa triste, no era la jovencita alegre y cariñosa que Mike había inventado, la tarde anterior, en la penumbra gris del bar. Mike no aparentaba ni la mitad de los años que aseguraba tener, lucía restos de acné en la frente e inocencia en la mirada. Ella, un alma vieja y cansada. Él, un niño que apenas empezaba a volar y ya sentía el vértigo de la muerte aferrado a sus entrañas. Se buscaron a conciencia y sólo encontraron dos extraños que la soledad había unido por unas horas y consiguieron fingir una sonrisa de salir de la cama y recuperar las ropas y la dignidad perdidas. 

Mike miró hacia otro lado, con las mejillas ardiendo, al ver el cuerpo desnudo de Alma a la luz del día. Tenía una cicatriz en la cadera izquierda y lunares diseminados por toda la espalda. Se preguntó qué dibujo saldría si los uniera todos con un bolígrafo de color rojo y se le escapó una carcajada leve y explosiva. Alma le miró por encima del hombro y no supo interpretar la expresión soñadora de su rostro. ¿Qué hacía con aquel hombre a medio terminar? ¿Es que nunca iba a dejar de equivocarse? No, se dijo, está claro que no. Se sentó en la cama y agachó la cabeza. Estaba avergonzada, triste, desesperada. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y se mordió el labio inferior para cortar el drama, ya había hecho bastante el ridículo por un día. 

Mike, que andaba peleando con el equilibrio mientras se ponía los pantalones, la observaba de reojo y notó su pena. Dejó que la prenda cayera al suelo y se acercó a ella. Por unos segundos, dudó que debía hacer. Le fallaba la imaginación y la experiencia, como casi siempre, y se quedó de pie frente a ella, inmóvil. Alma, con la cabeza entre las manos y los codos apoyados en las rodillas, veía la punta de sus pies, embutidos en unos calcetines blancos, y guardaba silencio. ¿No tenía que irse ya? Le había dicho algo sobre un autobús, con destino a Nueva York, que no podía perder. ¿Por qué no se iba de una vez? Tenía ganas de gritar, cogerle del brazo y echarle de la habitación, pero la había pagado él y, además, seguía desnudo, sólo con los calcetines blancos arrugados en los tobillos. No podía hacerlo. Por Dios, no era más que un niño y, en el fondo, nada de lo que había pasado era culpa suya. Cerró los ojos, cayó la primera lágrima y todas las demás fueron detrás. Él suspiró, se agachó, le levantó la cara y se la limpió con delicadeza. Después dibujó una sonrisa de diablillo travieso, le dio un beso en la frente y le acarició el pelo con ternura. Ella cerró los ojos y se dejó mimar, sintiendo algo de paz y un vacío enorme allí donde una vez estuvo su corazón. 

- Lo siento - susurró, sin atreverse a mirarle. 

- No importa - contestó Mike, pensando en la despedida. No era ni la mujer de sus sueños ni el amor de su vida, pero había sido ambas cosas durante unas horas y él, a pesar de todo, era un caballero-. Me gustaría quedarme, pero no puedo. Tengo que... 

- ... coger un autobús, lo recuerdo. Nueva York, ¿verdad? - Él asintió, sintiendo de nuevo el miedo en el fondo de la garganta-. ¿A qué hora sale?

- Dentro de veinte minutos. Más vale que me ponga en marcha de una vez. No voy a poder ducharme - Se levantó y empezó a vestirse tan rápido como pudo-. Ni desayunar. 

- ¿Tienes hambre? 

- En realidad, no.

- Los nervios del viaje.

- Sí, será eso... 

Se puso la camiseta arrugada, se dio cuenta de que estaba al revés y, maldiciendo, volvió a quitársela para darle la vuelta y ponérsela otra vez. Se situó delante del espejo, se pasó la mano por el pelo para ordenar los mechones revueltos y abandonó al cuarto intento. Qué más daba, si le cortarían el pelo en cuanto llegara al cuartel. Cogió el petate, que había dejado tirado de cualquier manera junto a la puerta, se echó la cazadora al hombro y miró a Alma, que seguía sentada al borde de la cama, atenta a todos sus movimientos. Tenía manchas de rimel en las mejillas y estaba pálida, pero había dejado de llorar. 

- Bueno - dijo Mike, echando un vistazo alrededor para asegurarse de que no se dejaba olvidado nada. 

- Bueno - repitió Alma, poniéndose en pie-. Que tengas un buen viaje...

- Mike, me llamo Mike - Le tendió la mano, vio lo absurdo del gesto y la retiró casi al instante. 

- Yo soy Alma - Se puso de puntillas y le dio un beso en la punta de la nariz-. Cuídate, Mike. 

- Haré lo que pueda. 

Sonrió por última vez y salió de la habitación sin mirar atrás. Bajó las escaleras de dos en dos, atravesó el aparcamiento a la carrera y se subió al autobús justo antes de que cerraran las puertas. Se sentó al final, lejos de los demás pasajeros que, a esa hora, aprovechaban el tiempo para recuperar el sueño perdido. Después de un par de maniobras, salieron a la autopista y se unieron al tráfico. Mike, demasiado nervioso como para contemplar el paisaje al otro lado de la ventanilla, sacó la carta del bolsillo exterior del petate y volvió a leerla. Lo había hecho tantas veces que podía recitar su contenido de memoria y, a pesar de todo, seguía pareciendo una maldita pesadilla de la que esperaba despertar en cualquier momento. Sus ojos se deslizaron por la página a toda velocidad y se detuvieron antes de llegar a las últimas palabras: "... de donde zarpará con destino Da Nang, Vietnam del Sur". 

- Bueno - dijo a su reflejo en el cristal -, al menos, no morirás siendo virgen. 

Acomodó la postura, cerró los ojos y se quedó dormido al instante. 


Mjo

15-07-2021



jueves, 8 de julio de 2021

NO LO HAGAS, POR FAVOR, HAZLO.

Anoche terminé de ver la serie de la que, dicen, todo el mundo habla. No, por favor, no me refiero a "Élite"; esa pandilla de niños ricos, de una superficialidad que espanta, me aburre sobremanera y te juro que no entiendo por qué narices he visto todas las temporadas. ¿Penitencia por algún terrible pecado que no recuerdo haber cometido? Pues ya vale, ¿eh? ¡Culpa purgada! Claro que en algo tenía que perder el tiempo mientras esperaba que estrenaran "Resident Evil: Infinite Darkness" y es que, como dice mi hermana, me estoy aproximando peligrosamente a un lado muy oscuro jajajaja. No, me refiero a "Sexo/vida", que hace unos días que reina en la parrilla de Netflix. ¿Cómo no iba a hacerlo? Si es que nos ponen la palabra "sexo" en un título y allá que vamos con todo. Como si nos invitaran a observar por el ojo de una cerradura, encendemos la televisión y observamos las vidas ajenas, dispuestos a juzgar y sacar conclusiones desde la seguridad de nuestro sofá. Todos llevamos un voyeur dentro y, a veces, hay que dejar que salga y le de el aire. Pues esta serie es perfecta para eso. Os cuento. 

martes, 6 de julio de 2021

MARMOL

Los obreros fueron dejando olvidados trabajos y herramientas, demasiado ocupados en seguir las evoluciones del famoso escultor por el patio. Se acercaba a un bloque de mármol, lo tocaba, lo olía, apoyaba la oreja sobre la superficie sin pulir y acababa negando con la cabeza antes de moverse hacia la siguiente pieza. Llevaba horas así, días, semanas, para desesperación del Maestro de Obras, cuya responsabilidad era acompañarle y satisfacer todas sus demandas. Al final, los trabajadores fueron reuniéndose en corrillos, haciendo comentarios sobre el aspecto del escultor y apostando por tal o cual bloque. El Maestro de Obras, que había dejado muy atrás la juventud, pidió que le trajeran algo donde poder sentarse, a ser posible en la sombra, y se resignó a esperar. 

Piero, su hijo menor, un jovenzuelo de apenas catorce años, delgado como un sarmiento y excesivamente nervioso, seguía los pasos del escultor a una distancia prudencial, para  no perturbar su concentración. De vez en cuando, se apoyaba contra la fría piedra, imitando sus gestos, sin tener ni idea de qué hacía ni por qué. Cuando se cansó de aquel juego, corrió a sentarse junto a su padre y se limpió las manos en las calzas de terciopelo negro, dejándolas manchadas de polvo blanco. 

- Padre, estoy emocionado - Admiraba al escultor y, en secreto, soñaba con crear obras que, algún día, se pudieran comparar con las suyas -. ¿Cree que esta vez elegirá el material para su escultura?

- No lo sé, Piero, de verdad que no lo sé - Suspiró y se limpió el sudor de la frente con un pañuelo de seda y encaje-. Espero que sí; ya no tengo edad para ir detrás de nadie, un día y otro y otro, y menos de alguien que no parece saber qué busca exactamente. El Consejo empieza a impacientarse y ya han hablado de contratar otro escultor menos problemático... Pero, ¿qué hace ahora?

El escultor se había quitado la gorra de artesano, el jubón de lana fina y la raída camisa. Lanzó todas las prendas al suelo, sin que le importara lo más mínimo que se mancharan de polvo y barro. Se acercó a la base de un enorme bloque de mármol y repitió su particular liturgia. Apoyó las manos sobre la rugosa superficie, cerró los ojos, pegó la oreja, acercó la nariz y dejó que el tiempo pasara sin moverse. Finalmente, sonrió, asintió y abrió los ojos para encontrarse con la mirada expectante de veinte personas, que contenían el aliento en espera de su veredicto. 

- Y bien, signor, ¿ha tomado ya una decisión? - preguntó el Maestro de Obras, cruzando los dedos por debajo de la capa.

- Sí, lo he hecho - Ensanchó todavía más la sonrisa, provocando la aparición de multitud de arrugas en su poco agraciado rostro, y dio un par de palmadas sobre el mármol-. Será este, definitivamente. 

Una exclamación de sorpresa recorrió los espectadores. "¡El Gigante!", decían, "¡Ha elegido al Gigante!", puesto que así lo habían bautizado el día en que llegó, hacía demasiados años, desde la cantera de Fantiscritti, en Carrara. Con sus casi seis metros de alto, había sido un aunténtico desafío para todo aquel que se atrevió a enfrentarse a él. Ni Agostino di Duccio, ni Antonio Rosselino ni Simone da Fiesole tuvieron éxito y sus intentos quedaron reducidos a simples grietas, algunos diseños apenas esbozados sobre la piedra y un agujero que hizo que lo consideraran inservible y lo dejaran abandonado en un rincón. "Destrúyalo, signor, no creo que nadie consiga nunca esculpir nada en él. ¡Está maldito!", sentenció Di Duccio, después de intentarlo durante semanas. Así, el Gigante quedó olvidado entre la maleza que crecía descontrolada en el Patio del Departamento de Obras de la Catedral, juntando polvo y olvido. Hasta aquel día. 

- Pero... Lleva veinticinco años expuesto a las inclemencias del tiempo - El Maestro de Obras estaba perplejo. Se acercó al escultor, que seguía acariciando la piedra con expresión soñadora, como si fuera el cuerpo de un amante-, está dañado y todo aquel que ha intentado trabajar con él, ha fracasado. 

- Lo sé - contestó, riéndose entre dientes-, a mí también me han llegado esas historias. 

- Y, a pesar de todo, ¿lo elegís? - El escultor asintió, recogió la ropa y se vistió. Después pasó un brazo por los hombros del sorprendido anciano -. Os juro que no os entiendo, signor. El Consejo ofrece una cantidad más que generosa para el material, podéis escoger lo mejor de lo mejor, ¿y esta es vuestra elección?

- Así es, maestro. 

- ¿Puedo preguntaros por qué? ¿Qué le habéis visto que sea tan especial?

- Vida, mi querido amigo, he visto vida. 

- ¿En un bloque de mármol? - El maestro se echó a reír hasta que se le saltaron las lágrimas-. A fe mía que, con esta actitud, alimentáis vuestra fama de excéntrico. Me va a costar convencer a los miembros del Consejo, pero ya se me ocurrirá qué decir para despejar todas las dudas. 

- Diga sólo la verdad - dijo, mientras abandonaban el recinto del patio y salían a la Piazza del Duomo, que a esa hora bullía de actividad. Piero les seguía de cerca, que procuraba no perderse ni una palabra de la conversación. 

- ¿La verdad? Por favor, explíquese, soy todo oídos.

- Dígales que he visto, en el interior de ese bloque de mármol abandonado, un ángel que lleva años esperando a ser liberado - Sonrió, satisfecho, y levantó los ojos al cielo, que se iba cubriendo de nubes oscuras-. Y que seré yo quien lo haga. 

- ¿Queréis que me tomen por loco? ¡No puedo decirles eso! No lo van a entender. Ni yo tampoco, si he de seros franco. 

- Esa es la diferencia entre ustedes y yo, Maestro. 

- ¿Cuál? - Frunció el ceño. Empezaba a cansarse de los jueguecitos del escultor. 

- Que yo soy artista y ustedes, no. 

Le hizo una reverencia burlona, se puso el sombrero y se alejó en dirección al Arno, dejando al Maestro sin palabras en mitad de la plaza. 

- Es un genio, padre - Susurró Piero, emocionado-, eso no se puede negar. 

- ¿Un genio o un loco?

- ¿Acaso hay diferencia? - Piero se encogió de hombros, quitándole importancia a la cuestión. 


- Todavía no lo sé, pero está claro que el signor Michelangelo Buonarroti no deja indiferente a nadie. Sólo espero que no tengamos de arrepentirnos de asignarle este trabajo - Miró a su hijo, al que le brillaban los ojos de pura excitación, y le dio una palmada cariñosa en la mejilla-. Anda, volvamos a casa antes de que empiece a llover. Ya sabes cómo se pone tu madre si le ensuciamos el suelo de barro...


Mjo

06-07-2021