miércoles, 8 de diciembre de 2021
POR SI LAS VOCES VUELVEN
domingo, 28 de noviembre de 2021
MIRADAS
jueves, 11 de noviembre de 2021
MIENTRAS SUENE LA MÚSICA...
SÁBADO, SABADETE
- ¿Hoy? - preguntó Matilde, que estaba recogiendo la mesa después del desayuno.
- ¿Es sábado? - Su esposa asintió y clavó los ojos en el bordado del mantel, para no ver el ceño fruncido de su marido-. Entonces sí, hoy. No hagas preguntas estúpidas, querida, ya sabes cuánto lo detesto.
- Sí, lo siento. Es que ha sido una semana muy ajetreada y... - Anselmo resopló con impaciencia y volvió a concentrarse en la sección de deportes. Su equipo estaba a punto de descender de categoría, lo cual le importaba mucho más que las tonterías de su mujer-. De fresa y nata, claro. No lo olvidaré.
lunes, 25 de octubre de 2021
HENO DE PRAVIA
- Por favor – dijo,
cuando se acercó -, ¿podrías traerme un café largo con hielo? Muchas gracias.
viernes, 15 de octubre de 2021
OSCURO DESEO
Noche de jueves.
No puede.
Lo intenta, pero no puede.
Y lo sabe y, en el fondo, le da
igual.
No, no le da igual, pero tampoco
le importa demasiado.
Nada funciona cuando se aleja, lo
sabe, así que ¿por qué debería dejarlo?
¿Para sufrir aún más?
No tiene sentido.
No lo tiene.
Si se pasa el día deseando que
regrese, ¿a santo de qué viene esa necesidad de dejarlo?
Es absurdo. Ridículo. Impensable.
IMPOSIBLE.
Por Dios, qué tontería. ¡Claro
que es posible! ¡Puede dejarlo cuando quiera!
Hoy, por ejemplo. Ya. En este
mismo momento.
Sólo tiene que levantarse, abrir
la puerta, salir y listo.
¿Ves? ¡Es fácil!
¿Ah, sí? ¿Es fácil? Entonces...
¿Por qué no lo haces?
- ¡PUES PORQUE NO PUEDES, IMBÉCIL,
POR ESO NO LO HACES! – le grita Helena a su reflejo. Tiene tentaciones de
ponerse dramática y, como en las películas, pegarle un puñetazo al espejo. Hace
el gesto y, en el último momento, desiste. Le habría encantado destruir su
propia imagen, hacerla añicos, romperla en mil pedazos, pero ya le va lo
suficientemente mal como para invocar otros siete años de mala suerte.
- Helena, ¿estás bien? – La voz
de Carlos le llega amortiguada por la puerta cerrada del baño. Un escalofrío le
recorre la espalda, placer y miedo mezclados en un cóctel explosivo
- ¡Sí, no pasa nada! Me he...
dado un golpe con la mampara. ¡Qué torpe soy, jajaja! – improvisa. Apoya la
frente en el espejo, cierra los ojos y respira hondo varias veces-. Me ducho y
salgo, ¿vale?
- Oye, no te puedo esperar – un par
de golpes en la madera la sobresaltan-. Me esperan en casa y ya voy tarde. Te
he dejado dinero para el taxi en la mesita de noche, ¿vale? Hablamos mañana y
quedamos para la próxima semana. ¡Adiós!
- ¡No, espera! – Sale del baño para
despedirse y sólo alcanza a ver la puerta de la habitación que se cierra sin
hacer apenas ruido-. Quería decirte adiós. Y que te quiero.
Se sienta en la cama y empieza a
llorar.
Durante una hora, se revuelca en
la rabia, la impotencia, la tristeza.
Después se da una larga ducha,
rogando para que el agua se lleve también las últimas lágrimas. Cuando siente
la piel a punto de desprenderse de los huesos, sale, se viste y echa un vistazo
alrededor.
No queda más rastro de su presencia
que las sábanas arrugadas y el dinero en la mesita.
Aunque la habitación está pagada hasta mediodía, no quiere quedarse en esa cama, respirando el olor de su cuerpo y notando el frío a su espalda.
Mejor se va.
Recoge sus cosas y sale sin
mirar atrás.
Hace el camino de vuelta andando.
Quizá el frío de la madrugada le ayude a despejarse, a tomar una decisión, a
hacer algo de una puta vez.
Fuma un cigarrillo tras otro.
Maldice el día en el que lo conoció,
el momento en que la besó por primera vez, el recuerdo de sus manos sobre su
cuerpo.
Le odia.
Le desea.
Vuelve a odiarle.
Le echa de menos.
Y sigue deseándole.
Repasa sus últimos mensajes.
Mira sus fotos, las que le había
hecho con su conocimiento y las que robaba de sus redes sociales.
Sonríe.
Llora un poco.
Se harta.
Le duelen los pies.
Está cansada.
Decide en firme que ha sido la
última vez.
Aprieta los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, creyendo que ese dolor apagaría el otro, el que no deja huellas, pero se equivoca.
Grita, en una
calle vacía de gente, que no volverá a
verle, que no contestará sus llamadas y se olvidará de él en un abrir y cerrar
de ojos. O dos.
Para cuando llega a casa, poco
después de la medianoche, ya ha cambiado de opinión.
Como siempre.
Maldita estúpida.
Maldito cabrón.
Maldito amor.
Alba se retoca el maquillaje
frente al espejo y, satisfecha, le guiña el ojo a su reflejo.
La mujer que le devuelve la mirada
no tiene dudas ni miedos, está segura de lo que quiere y ha decidido que,
mientras suene la música, seguirá bailando.
No es perfecto. De hecho, está
muy lejos de serlo, pero ¿quién quiere perfección cuando puede sentirse viva?
“Viva, sí... Una vez a la semana,
dos si tienes suerte, tres si se alinean los planetas”, le dice la burlona voz
de su conciencia.
“Menos da una piedra, querida”,
contesta, y se pinta los labios con el rojo furioso que sabe que le gusta.
Suena la puerta. Un toque. Dos.
Alba se da un último vistazo, le guiña un ojo a la mujer del espejo y se acerca
a la puerta.
Abre.
Carlos sonríe, le tiende una rosa
roja de tallo largo y entra.
Cierra la puerta.
La abraza.
Le dice al oído “Qué ganas tenía
de verte”.
La abraza.
La besa.
Y el resto, mañana, da igual.
Mjo
15-10-2021
sábado, 2 de octubre de 2021
PUNTO DE PARTIDA - PUESTA DE LARGO
Hola a todos!
lunes, 20 de septiembre de 2021
ROMEO Y JULIETA
"Esta semana estuve leyendo un libro de Isabel Allende que llevaba tiempo persiguiendo. Se llama “Amor” y es una especie de recopilación de extractos de sus novelas en los que retrata el amor desde varios puntos de vista. Debo reconocer que, siendo una de mis autoras favoritas, esta vez me decepcionó. Esperaba algo nuevo, divertido como casi todo lo que escribe aunque con ese toque mágico-realista que tan especiales hacen sus novelas. Sin embargo, en cierto momento se me encendió una luz. Se plantea qué ocurriría con esas historias de amor que acaban trágicamente, sin posibilidad de continuidad, y como ejemplo pone a Romeo y Julieta. Ciertamente, no se me ocurre una pareja más adecuada para ilustrar esa llama viva que consume y arrasa, aunque, cuando se apaga, no deje más rastro que la soledad y el dolor. En casos extremos, como el suyo, la muerte absurda de dos jóvenes que apenas habían empezado a saborear la vida. Me hizo pensar en cómo querría yo que siguiera esa historia y confieso que es algo que me pasa muy a menudo cuando leo algún libro que me toca de manera especial. Isabel Allende propone un matrimonio largo y monótono, en el que Julieta convierte el balcón de sus besos clandestinos en un tendedero de pañales mientras Romeo vende sonetos de amor inventados por las calles de Verona. Qué final más triste. Mucho más, incluso, que esa muerte traidora.
A lo que iba. Que me dio por pensar en una continuación de la historia y se me ocurren, por lo pronto, tres finales diferentes aunque todos parten del mismo punto: ninguno de los dos muere. Me parece más fácil seguir desde ahí aunque, bien mirado, tampoco estaría mal inventar una continuación fantasmal. Sí, en realidad ya la estoy viendo! Pero no, había pensado en otras posibilidades. En la primera de ellas, para mí la más evidente, la pareja se presenta ante sus familias, explican que se han casado en secreto y les dicen que ya pueden ponerse como quieran, que les importa un pimiento su opinión. Y se marchan del palazzo, dejando a sus progenitores con dos palmos de narices. Que acepten o no el matrimonio ya no me paro a pensarlo. Supongo que los padres se enfadan muchísimo (hay que ver cómo se pone papá Capuleto cuando su niña le dice que ni de broma se casa con el estirado Conde Paris!) pero las madres se las ingenian para convencerles que tampoco es tan terrible, que ya tienen unos cuantos años y eso de andar peleando como niños por el balón no está bien… Y como ya sabemos que los hombres medievales tenían la cabeza un poquito dura, recurren al argumento de los nietos que vendrán a perpetuar sus casas. Definitivamente, se rinden a la sabiduría de sus esposas y todos juntos viven larga y felizmente. ¿Aburrido? Bueno… pues sí, un poquito sí. Vale que el final original es demasiado trágico, pero mi alternativa es tan sumamente dulce que empalaga.
Una segunda posibilidad es que ambos escapen de las garras de la muerte y huyan de Verona para vivir su vida como mejor les parezca. Julieta ya está muerta y enterrada para todo el mundo y Romeo, exiliado por haber matado a Teobaldo, tiene prohibido volver a pisar las calles de su ciudad. Nada les retiene y nadie les espera. Así que cogen el primer barco que se encuentran en el puerto de… digamos Venezia y se marchan tan lejos como pueden. Es de suponer que también vivirán una vida larga y feliz, aunque no tan perfecta y maravillosa como en el primer caso, porque deberán aprender a salir adelante sin la riqueza de sus respectivas familias.
Pero la que más me llama, la que más real me parece, es que ese amor que tan impetuosamente empieza y se desarrolla en apenas unas horas, se desvanece en cuanto pone los pies en el suelo y se da de morros contra la realidad del día a día. La pasión dura lo que dura y si después no hay nada más… ¿qué puede quedar sino recuerdos? Incluso eso puede acabar por estropearse y entonces se habrá perdido todo. Así que me imagino que ambos se lo pasarán muy bien durante una temporada más o menos larga. De hecho, se me acaba de ocurrir que Julieta accede a casarse con el pijo insoportable de Paris y los Montesco se las apañan para que el príncipe le levante el castigo a Romeo y le permita regresar a Verona. Retoman su amor secreto incluso después que Romeo se vea obligado a casarse con una rica heredera de Roma, por ejemplo. Tarde o temprano, sin embargo, las responsabilidades de ambos con sus respectivas familias les hará ir separándose hasta convertirse en conocidos con un pasado común al que recurren cuando el aburrimiento de sus días y la tristeza de las noches se hacen demasiado pesadas para soportarlas. Cierran los ojos y retroceden a su primer encuentro, a los besos y las caricias apasionados y aunque sea sólo por un ratito, vuelven a ser felices. Y así hasta el final, cuando ambos mueran de verdad, aunque sus nombres jamás lo hagan.
Bien pensado, es mejor dejar las cosas como están. Creo que el bueno de Willy Shakespeare ya eligió la mejor de las versiones posibles. Y viendo cómo están las cosas estas de las versiones con zombies, cualquier día alguien se saca una de la manga protagonizada con los amantes de Verona y me estropean la historia para siempre. Por favor, que no me hagan un “Crepúsculo” a lo zombie que me da un patatús, eh?
Y hasta ahí llega la historia de hoy. Pero no me quiero despedir sin haceros una pregunta... Si pudierais elegir, ¿cómo os gustaría que acabara la historia de Romeo y Julieta? O vuestra libro favorito, no vamos a ser egocéntricos. Me gustaría que me lo contarais, porque nunca se sabe de dónde puede salir una buena historia.
Mjo
20-09-2013 // 20-09-2021
lunes, 6 de septiembre de 2021
UN POQUITO DE TODO
Antes de lanzarme a explicar nada, perdón por estar desaparecida estos días. Andaba distraída con el regreso al trabajo, recuperar la rutina, cumplir medio siglo (que se dice pronto) y algunas cosillas más que no vienen al caso y, oye, ¡que nos plantamos en la semana del Your Stories Market! Y yo ahí, como si nada... Bueno, pues sirva este mensaje de:
- Saludo al personal: Espero que las vacaciones os hayan ido bien, que hayáis vuelto todos enteros y satisfechos y con ganas de comerse lo que queda de año.
domingo, 29 de agosto de 2021
EXORCISMO
Intento no ponerme demasiado dramática, pero, tarde o temprano, cedo a la tentación y le digo todo lo que no fui capaz de decirte a ti. Le cuento cuánto me gustaban tus abrazos y besos, cómo temblaba por dentro cada vez que me tocabas, lo mucho que te echo de menos cada día y que fui feliz contigo, aunque fuera a ratos y durara poco. Si el día ha sido difícil, acabo contándole las veces que me hiciste daño, lo que he llorado tu ausencia y la tristeza que, desde hace semanas, va conmigo a todas partes, a pesar de que nadie lo sepa porque sigo sonriendo como si no pasara nada. No pierde la compostura nunca, es inmune a mi ridículo y, como mucho, se conforma con apartar la mirada y esperar que pase la tormenta.
Fantaseo con ella, imaginando que se tumba a mi lado cuando me acuesto y me abraza hasta que me duermo, que me canta una canción al oído y, cuando cree que no puedo verla, me mira y sonríe. Vigila mis sueños, espanta a los monstruos que viven debajo de mi cama y me tapa para que no tenga frío. Si se me ocurre soñar contigo, me coge de la mano y ahuyenta los recuerdos para que, al despertar, ya no me duelan. Casi nunca funciona, pero al menos lo intenta. Después despierto y descubro que no es más que una triste fantasía, que sigo estando sola. Y cansada. Y ya está bien.
Anoche, por primera vez en meses, no dormí sola y esta vez era real. Cuando llegó la calma y el silencio, me di la vuelta en la cama y allí estaba tu sombra, mirándome enfurruñada, preguntándome quién era el que ocupaba tu sitio a mi lado. "No te importa", le dije, "ya iba siendo hora". Soltó un resoplido de desdén y se marchó sin mirar atrás. "¡Ya me echarás de menos!", gritó antes de cerrar la puerta, y su voz quedó flotando en el aire hasta que salió por la ventana y se perdió en la noche. Me quedé dormida y no tuve sueños, ni contigo ni sin ti, y empiezo a pensar que tienen mis males remedio, que saldré de ésta y mañana... Mañana será otro día.
domingo, 22 de agosto de 2021
AMIGOS
Salva es moreno, no demasiado alto, tiene músculos hasta en las pestañas, viste de marca de la cabeza a los pies, habla por los codos y, según él, es guapo a rabiar. Dejó los estudios en cuanto pudo y se metió a trabajar en la constructora de un primo que, con la fiebre del ladrillo, estaba creciendo como la espuma. Cuando la burbuja estalló y se quedó en la calle, se buscó las lentejas en otra parte porque es currante y espabilado, aprende rápido y no se queja de casi nada. Su físico y su carácter siempre le han facilitado el terreno a la hora de conquistar a una mujer, y pasó los últimos años de la adolescencia saltando de una relación a otra. ¿He dicho “últimos años de la adolescencia”? Como si la hubiera dejado atrás... Es uno de esos individuos aquejados del síndrome de Peter Pan y se niega a renunciar a ciertas cosas. No tiene prisa por sentar la cabeza, le va de maravilla tal y como está, pero siente que a su alrededor se va estrechando el círculo y empieza a agobiarse. Tiene novia formal, más o menos, desde hace algo más de un año y la quiere, por supuesto que la quiere. A su manera, claro.
Carlos es bastante más alto, tiene el pelo de ese color indefinido que ni es rubio ni pelirrojo, sino todo lo contrario, unos ojos grises que esconde detrás de unas gafas de pasta negras , habla lo justo, rara vez levanta la voz, y tiene ese aire desgarbado de quien creció demasiado deprisa y todavía anda intentando acomodarse a las dimensiones de su cuerpo. Estudió hasta el final, como sus padres deseaban, y trabaja en el Museo de Historia de la ciudad desde hace varios años. Se pasa el día perdido entre documentos antiguos, investigando su procedencia para darles una vida que se creía perdida, y su nombre empieza a ser conocido a nivel nacional. Aunque no le gusta llamar la atención, si se le da la oportunidad, conquista. Le encantaría encontrar a la persona con la que compartir su vida, pero no parece tener prisa. “Ya llegará”, dice siempre, “y si no, pues tampoco pasa nada”. Tiene sus rollos por ahí, pero no suele hablar de ellos. A la hora de presumir, prefiere hacerlo con sus logros que con sus historias personales. Por eso se lleva de maravilla con Salva, es el complemento perfecto para ese huracán que, casi siempre, es su amigo. Salva acapara todas las luces y Carlos se queda tranquilo en las sombras. A cada cual, lo suyo.
SALVA: Qué pereza me da, en serio te lo digo. Vale, las nuevas tecnologías con la leche; nos facilitan la vida, nos mantienen en contacto aunque estemos lejos, ayudan a encontrar soluciones a los problemas en un tiempo record, bla, bla, bla...
CARLOS: Ya estamos otra vez... (Pone los ojos en blanco y da un sorbo a la cerveza)¡Pero si te pasas el día colgado de las redes sociales, te compras el último móvil, tu coche tiene mil chorraditas y tu televisión no tiene más “K” porque no se puede!
SALVA (se ríe antes de contestar): Que sí, pesao, que son la caña, lo más de lo más, la ostia en patinete y lo que tú quieras, pero cuando tu novia se empeña en hacerte una videollamada cada día para contarte, no sé, que el pollo ha subido de precio una barbaridad o que no encuentra unas sandalias que le gusten...
CARLOS (se cruza de brazos y le mira, resignado): No, ¿eh? Otro discursito sobre “Mi novia me tiene frito”, no. ¡Cada semana lo mismo!
SALVA (levantando las manos al cielo con dramatismo): ¡Es que me toca las narices, por no decir lo huevos, bastante tirando a mucho, demasiado! Si no fuera porque el móvil cuesta un riñón y todavía no está pagando del todo, te juro que lo tiraría por la ventana. O al mar.
CARLOS: Primero, no te lo crees ni tú. Y segundo, al mar no, gilipollas, que contamina. Si quieres deshacerte de él, o me lo das a mí o lo llevas al punto de reciclaje.
SALVA (poniendo voz de repelente): No, es verdad, al mar no, que contamina. (Carlos le enseña el dedo medio y hace una seña al camarero para que les sirva otra ronda).
CARLOS: Claro, claro... Porque lo de dejar a Yolanda ni se te pasa por la cabeza, supongo. (Salva le mira como si estuviera loco y niega con la cabeza) No, hombre, qué tontería. Te tiene hasta las narices, pero como está tan buena, pues aguantas.
SALVA: Es que, tío, ¿tú la has visto? ¡Está muy, pero que muy buena! Vamos, a nivel top model de los 90, aquellas que tenían chicha y no huesos. Y el mercado está fatal, echado a perder del todo. ¡Hay mucha loca desesperada por ahí, deseando echarte el guante y meterte en casa, te lo digo yo!
CARLOS: Desesperadas... ¿Me puedes explicar eso?
SALVA: Joer, con el ansia de casarse y tener niños y una casa y un cochazo y verano en la playa e invierno en la nieve... Todo el día con la misma cantinela: que si todas sus amigas ya están casadas, que si sus primas la miran de reojo y se ríen de ella, que si su abuela le ha dicho que se va a quedar para vestir santos y el arroz que se le pasa y el puto reloj biológico. ¿Qué coño es eso del reloj biológico, tío?
CARLOS (abriendo mucho los ojos): ¿En serio no sabes lo que significa? ¡Tú estás en el mundo porque tiene que haber de todo, chaval!
SALVA (ignora el comentario de su amigo y sigue con su monólogo): ¡Una locura, que te lo digo yo, que están todas locas! Qué ganas de arruinarnos la vida tienen, con lo bien que se está así...
CARLOS: ¿Así, cómo? Porque tu “así” me parece que te está llevando por el camino de la amargura.
SALVA: ¿Que te defina “así”? Pues... (hace una pausa para pensar su respuesta) Así, coño, así, ¡no me líes! En pareja, pero ella en su casa y yo, en la mía. Vernos un par de veces entre semana, hablar de vez en cuando, mucho ji ji, algo de ja ja, y el sábado, sabadete... ¡camisa nueva y unos polvetes, jajajajaja! (Carlos suspira y niega con la cabeza) Va, hombre, no seas tan muermo, ríete un poquillo, que falta te hace.
CARLOS: Salva, te quiero mucho, pero a veces eres un poco capullo, ¿sabes?
SALVA (se echa hacia atrás en la silla y pone las manos sobre la mesa): Ah, muy bien, ahora resulta que soy un capullo. Pues una cosa te digo, que eres tú quien tiene un problema, tío, ¡no yo!
CARLOS: Y mi problema vendría a ser exactamente ¿cuál?
SALVA: ¿En serio no lo sabes? Menos mal que me tienes a mí (Carlos junta las manos e inclina la cabeza, como si le diera las gracias) Que cuál es el problema, dice. Ostia, tío, pues que pareces un jodido seminarista. ¡Ese es tu problema! Ese y la envidia que me tienes, (Carlos, que acababa de meterse un trozo de morro frito en la boca, por no mandarle a la mierda, casi se atraganta al escucharle). ¡Ya no me acuerdo de la última vez que te vi con una tía. A ver, listillo, ¿te acuerdas de la última teta que tocaste?
CARLOS (abriendo los brazos con exageración): ¿Y eso a qué coño viene ahora? ¡Ni que fuera tan importante!
SALVA: Noooo, no, no, a mí no me vengas con “¿Y eso qué importancia tiene ahora?” No me vengas con que estás buscando el amor de tu vida y esas chorradas de tías... (se queda mirando a su amigo, pensando)
CARLOS: Jamás he dicho algo semejante y lo sabes.
SALVA (baja la voz y se inclina sobre la mesa, como si fuera a tratar un secreto de estado): Oye, ahora que lo pienso... ¿tú no serás gay y no sabes cómo salir del armario?
CARLOS: ¿Qué? (Se tapa la cara con las manos y empieza a reírse a carcajadas)
SALVA: ¡Oye, relaja, que no he dicho nada raro! Además, si a mí me da igual, yo te voy a querer lo mismo tío, ¡que eres mi bro! Pero vamos, que si es eso, pues ya va siendo hora de que lo reconozcas. Seguro que hay un tío esperándote en algún sitio. (Carlos resopla, saca la cartera y deja un billete de 50€ sobre la mesa. Se levanta, coge la chaqueta del respaldo, se la pone y, sin decir nada, sale del bar, dejando a Salva en la mesa, hablando solo) Oye, escucha, ¿dónde vas? ¡Tío, que no es para que te alteres! ¡Ni que estuvieras premenstrual o algo así! Bah, que te den... Ya volverás. ¡Rafa, ponme otra birra! Y... ¿tienes callos? Pues una de callos, que paga el tonto de Carlos. ¡Y pan, mucho pan!
Llega casa, saluda a sus padres y dice que no tiene ganas de cenar, que ya ha picado algo con Salva. Su madre, que le conoce mejor que él, le pregunta si está bien porque trae una expresión rara en la cara. Le dice que no es nada, que sólo está cansado porque está peleando con la traducción de un manuscrito del siglo XII que le lleva de culo, pero que se le pasará en cuanto duerma sus ocho horas. Ella finge creerle y él lo sabe, pero no tiene ganas de hablar. Está reventado. Se mete en la habitación, la misma que ha ocupado desde el día que cumplió un año, se tumba en la cama y cierra los ojos. Al cabo de un rato, cuando estaá a punto de quedarse dormido, suena su móvil. Se levanta, lo saca del bolsillo de la chaqueta y, al ver el nombre que aparece en pantalla, sonríe. Y entonces, justo en ese momento, cuando el corazón se le acelera en el pecho, comprende por qué se queda con Salva. Culpabilidad.
CARLOS: Hola, niña. No te vas a creer con qué idiotez me salió Salva esta tarde...
Y pasa la siguiente media hora hablando con Yolanda, la novia de su mejor amigo, que le usa de paño de lágrimas cada vez que se pelea con su amigo. Yolanda, la única mujer por la que daría la vida y, posiblemente, la única que jamás podrá tener. A veces cree, intuye, piensa, sueña que ella también siente algo por él, pero ninguno de los dos da ni el más mínimo paso en esa dirección. Yolanda jamás dejará a Salva y Carlos nunca se pondrá en su camino. “Puta responsabilidad”, piensa después de quitarse la ropa, meterse en la cama y apagar la luz, “puta conciencia, puta decencia, puta culpabilidad... ¡Puto Salva!”
Mjo
22-08-2021
sábado, 21 de agosto de 2021
SITGES
Y es que me he dado cuenta de que, últimamente, cuando necesito exorcizar mis demonios, acudo a Sitges. Es como si la mezcla de sol, mar y bullicio fuera suficiente para callarlos a todos... Por alguna razón que se me escapa, parece que aquí consigo creer que, tarde o temprano, los malos momentos pasarán y llegarán días sino mejores, al menos diferentes. Todo parece posible en las calles que bordean la iglesia, en las que me gusta perderme buscando los rastros de antiguos indianos o siguiendo los pasos de pintores que captaron la luz y la vida de una manera única y preciosa. Eran otros tiempos, más sencillos quizá, menos ajetreados seguro. ¿Cómo debía ser este pueblo cuando reinaban los pescadores? Me los imagino a pie de playa, llegando con sus barcas cargadas de pescado fresco, ofreciendo el producto a las mujeres que llenarían las ollas con los guisos tradicionales que, hoy en día, algunos cocineros intentan recuperar con un aire nuevo.
Una parte de mí se encuentra a gusto allí, tanto como en Adrall o en el Circuit. Oh, venga ya, no os hagáis los sorprendidos ahora; sabéis que, cuando quiero, me pongo intensita y que soy rara de la cabeza a los pies. Rara, original, diferente. Yo. Y tampoco estoy tan mal; a cualquiera de vosotros podría pasaros algo mucho peor que yo. ¿Veis? El efecto Sitges jajajaja! Seguramente mañana volverá la Drama Queen y lloraré un poquito, seguiré echando de menos a las mismas personas y preguntándome que cómo es posible que me equivoque siempre tanto. Pero por dentro, porque así es como vivo las cosas. Tarde o temprano, todo pasa, las alegrías, las penas, las incertidumbres, las pérdidas, el sueño, el hambre y lo que se os ocurra; en esta vida, todo va y viene y no se detiene, por mucho que nos empeñemos en retener a una persona o un simple instante. Nada nos pertenece, excepto los recuerdos. Esos sí son nuestros, no puede quitárnoslos nadie, y están siempre al alcance de la mano para sacarlos del cajón y disfrutarlos de nuevo a solas, que es como mejor se saborean.
Hoy sonrío, que ya es bastante.
Mjo
domingo, 25 de julio de 2021
TRY A LITTLE TENDERNESS
No hay destrucción más completa ni dolorosa que la que provoca un ataque de ternura. Da igual lo que hagas, la fuerza que emplees en oponerte a ella; cuando alguien te abraza y te invade, la guerra está perdida. A partir de ese momento, lo que venga no importa porque vivirás esperando que se repita, que vuelva la sensación de felicidad que sólo sientes entre esos brazos, apoyad@ en ese pecho, escuchando esa voz y sintiendo los latidos, tranquilos o acelerados, de ese corazón. Y quien venga a ocupar su lugar una semana, un mes o un año más tarde será indiferente, porque estarás convencid@ de que jamás conseguirá llenar el hueco que han dejado.
Maldita ternura, que se lleva la paz y la tranquilidad, y te deja sólo hambre, sed, pena, tristeza, rabia, dolor y preguntas. Tantas, tantas preguntas sin respuesta acumuladas a los pies de la cama, esperando que algún día algo, alguien o tú, las expulse a patadas y te enseñe a confiar de nuevo, iniciando otra vez el círculo vicioso del "No quiero quererte, pero, sin querer, te quiero".
Y vuelta a la casilla de salida, a repetir errores a pesar de las precauciones, a las noches en blanco y los días que pasan lentos. Vuelta a recoger los pedazos, a reconstruirte una vez más, a fortalecer el muro por las partes que se han derrumbado y te han dejado desprotegid@. Vuelta a cerrar los ojos para no ver, a taparte los oídos para no escuchar, a perseguir fantasmas y ocultar el miedo.
Pero no hay regreso posible y lo sabes. Volverás a tropezar, una y mil veces, con la misma maldita piedra, que te reabrirá la herida para que brote sangre nueva, limpia y caliente. Lo sabes. Lo sientes. Lo deseas. Lo haces.
No hay caso. Cuando de equivocarse se trata, nadie lo hace mejor que tú y tu estúpida, horrorosa e inevitable ternura, que siempre va a parar donde, al parecer, no es necesaria.
Mjo
(Os lo dije, drama queen a la máxima potencia, pero a veces hay que dejar salir toda la tontería para salir adelante)
jueves, 15 de julio de 2021
DA NANG
Si hizo calor, no lo notaron. Si hizo frío, tampoco. No oyeron el zumbido del motor de la mini nevera al ponerse en marcha, la música que sonaba al otro lado del pasillo, los reproches airados que se lanzaban la pareja de la habitación contigua ni el ruido, casi insoportable, del tráfico en la autopista cercana. No sintieron el olor acre que salía de las cañerías del lavabo ni el aceitoso que, por los conductos del aire acondicionado, llegaba desde la hamburguesería de la planta baja. No vieron los pedazos de papel que colgaban de las paredes, las manchas de humedad del techo ni las grietas del espejo sobre la cómoda. No se dieron cuenta de lo ásperas que eran las sábanas ni que en la moqueta se acumulaba el polvo de días o, quizá, semanas. No oyeron, no vieron, no olieron, no sintieron ni saborearon nada que no fuera el tacto de sus pieles, los susurros de sus voces en el oído, el olor de todos sus rincones, el brillo de sus ojos, el sabor de sus bocas.
Se olvidaron del tiempo y se perdieron uno dentro del otro, una vez y otra y otra y otra más, y no parecía suficiente, porque acumulaban hambre y sed de meses. Sentían que no les alcanzaban las manos para tocarse, las bocas para besarse, los ojos para mirarse, el tiempo para amarse como necesitaban hacerlo, porque se acercaba la hora y lo sabían. Podían sentir cada segundo que resbalaba por la manecilla del reloj y el corazón se les iba en aprovecharlos todos, hasta el último, hasta que no pudieran más, hasta que llegara el inevitable final.
Se juraron amor eterno, sabiendo que la eternidad podía durar una vida entera, diez años, tres meses o doce horas. Se dijeron todas las palabras, se cantaron todas las canciones, se mintieron una y otra vez mientras la tarde se convertía en noche y la noche se volvía día. Y con las primeras luces, se rompió la magia y se obligaron a despertar del sueño.
Se miraron a los ojos de verdad y, por primera vez, se vieron como realmente eran. Alma, con el pelo revuelto, el maquillaje corrido y la sonrisa triste, no era la jovencita alegre y cariñosa que Mike había inventado, la tarde anterior, en la penumbra gris del bar. Mike no aparentaba ni la mitad de los años que aseguraba tener, lucía restos de acné en la frente e inocencia en la mirada. Ella, un alma vieja y cansada. Él, un niño que apenas empezaba a volar y ya sentía el vértigo de la muerte aferrado a sus entrañas. Se buscaron a conciencia y sólo encontraron dos extraños que la soledad había unido por unas horas y consiguieron fingir una sonrisa de salir de la cama y recuperar las ropas y la dignidad perdidas.
Mike miró hacia otro lado, con las mejillas ardiendo, al ver el cuerpo desnudo de Alma a la luz del día. Tenía una cicatriz en la cadera izquierda y lunares diseminados por toda la espalda. Se preguntó qué dibujo saldría si los uniera todos con un bolígrafo de color rojo y se le escapó una carcajada leve y explosiva. Alma le miró por encima del hombro y no supo interpretar la expresión soñadora de su rostro. ¿Qué hacía con aquel hombre a medio terminar? ¿Es que nunca iba a dejar de equivocarse? No, se dijo, está claro que no. Se sentó en la cama y agachó la cabeza. Estaba avergonzada, triste, desesperada. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y se mordió el labio inferior para cortar el drama, ya había hecho bastante el ridículo por un día.
- Lo siento - susurró, sin atreverse a mirarle.
- No importa - contestó Mike, pensando en la despedida. No era ni la mujer de sus sueños ni el amor de su vida, pero había sido ambas cosas durante unas horas y él, a pesar de todo, era un caballero-. Me gustaría quedarme, pero no puedo. Tengo que...
- ... coger un autobús, lo recuerdo. Nueva York, ¿verdad? - Él asintió, sintiendo de nuevo el miedo en el fondo de la garganta-. ¿A qué hora sale?
- Dentro de veinte minutos. Más vale que me ponga en marcha de una vez. No voy a poder ducharme - Se levantó y empezó a vestirse tan rápido como pudo-. Ni desayunar.
- ¿Tienes hambre?
- En realidad, no.
- Los nervios del viaje.
- Sí, será eso...
Se puso la camiseta arrugada, se dio cuenta de que estaba al revés y, maldiciendo, volvió a quitársela para darle la vuelta y ponérsela otra vez. Se situó delante del espejo, se pasó la mano por el pelo para ordenar los mechones revueltos y abandonó al cuarto intento. Qué más daba, si le cortarían el pelo en cuanto llegara al cuartel. Cogió el petate, que había dejado tirado de cualquier manera junto a la puerta, se echó la cazadora al hombro y miró a Alma, que seguía sentada al borde de la cama, atenta a todos sus movimientos. Tenía manchas de rimel en las mejillas y estaba pálida, pero había dejado de llorar.
- Bueno - dijo Mike, echando un vistazo alrededor para asegurarse de que no se dejaba olvidado nada.
- Bueno - repitió Alma, poniéndose en pie-. Que tengas un buen viaje...
- Mike, me llamo Mike - Le tendió la mano, vio lo absurdo del gesto y la retiró casi al instante.
- Yo soy Alma - Se puso de puntillas y le dio un beso en la punta de la nariz-. Cuídate, Mike.
- Haré lo que pueda.
Sonrió por última vez y salió de la habitación sin mirar atrás. Bajó las escaleras de dos en dos, atravesó el aparcamiento a la carrera y se subió al autobús justo antes de que cerraran las puertas. Se sentó al final, lejos de los demás pasajeros que, a esa hora, aprovechaban el tiempo para recuperar el sueño perdido. Después de un par de maniobras, salieron a la autopista y se unieron al tráfico. Mike, demasiado nervioso como para contemplar el paisaje al otro lado de la ventanilla, sacó la carta del bolsillo exterior del petate y volvió a leerla. Lo había hecho tantas veces que podía recitar su contenido de memoria y, a pesar de todo, seguía pareciendo una maldita pesadilla de la que esperaba despertar en cualquier momento. Sus ojos se deslizaron por la página a toda velocidad y se detuvieron antes de llegar a las últimas palabras: "... de donde zarpará con destino Da Nang, Vietnam del Sur".
- Bueno - dijo a su reflejo en el cristal -, al menos, no morirás siendo virgen.
Acomodó la postura, cerró los ojos y se quedó dormido al instante.
Mjo
15-07-2021
jueves, 8 de julio de 2021
NO LO HAGAS, POR FAVOR, HAZLO.
martes, 6 de julio de 2021
MARMOL
Los obreros fueron dejando olvidados trabajos y herramientas, demasiado ocupados en seguir las evoluciones del famoso escultor por el patio. Se acercaba a un bloque de mármol, lo tocaba, lo olía, apoyaba la oreja sobre la superficie sin pulir y acababa negando con la cabeza antes de moverse hacia la siguiente pieza. Llevaba horas así, días, semanas, para desesperación del Maestro de Obras, cuya responsabilidad era acompañarle y satisfacer todas sus demandas. Al final, los trabajadores fueron reuniéndose en corrillos, haciendo comentarios sobre el aspecto del escultor y apostando por tal o cual bloque. El Maestro de Obras, que había dejado muy atrás la juventud, pidió que le trajeran algo donde poder sentarse, a ser posible en la sombra, y se resignó a esperar.
Piero, su hijo menor, un jovenzuelo de apenas catorce años, delgado como un sarmiento y excesivamente nervioso, seguía los pasos del escultor a una distancia prudencial, para no perturbar su concentración. De vez en cuando, se apoyaba contra la fría piedra, imitando sus gestos, sin tener ni idea de qué hacía ni por qué. Cuando se cansó de aquel juego, corrió a sentarse junto a su padre y se limpió las manos en las calzas de terciopelo negro, dejándolas manchadas de polvo blanco.
- No lo sé, Piero, de verdad que no lo sé - Suspiró y se limpió el sudor de la frente con un pañuelo de seda y encaje-. Espero que sí; ya no tengo edad para ir detrás de nadie, un día y otro y otro, y menos de alguien que no parece saber qué busca exactamente. El Consejo empieza a impacientarse y ya han hablado de contratar otro escultor menos problemático... Pero, ¿qué hace ahora?
El escultor se había quitado la gorra de artesano, el jubón de lana fina y la raída camisa. Lanzó todas las prendas al suelo, sin que le importara lo más mínimo que se mancharan de polvo y barro. Se acercó a la base de un enorme bloque de mármol y repitió su particular liturgia. Apoyó las manos sobre la rugosa superficie, cerró los ojos, pegó la oreja, acercó la nariz y dejó que el tiempo pasara sin moverse. Finalmente, sonrió, asintió y abrió los ojos para encontrarse con la mirada expectante de veinte personas, que contenían el aliento en espera de su veredicto.
- Y bien, signor, ¿ha tomado ya una decisión? - preguntó el Maestro de Obras, cruzando los dedos por debajo de la capa.
- Sí, lo he hecho - Ensanchó todavía más la sonrisa, provocando la aparición de multitud de arrugas en su poco agraciado rostro, y dio un par de palmadas sobre el mármol-. Será este, definitivamente.
Una exclamación de sorpresa recorrió los espectadores. "¡El Gigante!", decían, "¡Ha elegido al Gigante!", puesto que así lo habían bautizado el día en que llegó, hacía demasiados años, desde la cantera de Fantiscritti, en Carrara. Con sus casi seis metros de alto, había sido un aunténtico desafío para todo aquel que se atrevió a enfrentarse a él. Ni Agostino di Duccio, ni Antonio Rosselino ni Simone da Fiesole tuvieron éxito y sus intentos quedaron reducidos a simples grietas, algunos diseños apenas esbozados sobre la piedra y un agujero que hizo que lo consideraran inservible y lo dejaran abandonado en un rincón. "Destrúyalo, signor, no creo que nadie consiga nunca esculpir nada en él. ¡Está maldito!", sentenció Di Duccio, después de intentarlo durante semanas. Así, el Gigante quedó olvidado entre la maleza que crecía descontrolada en el Patio del Departamento de Obras de la Catedral, juntando polvo y olvido. Hasta aquel día.
- Pero... Lleva veinticinco años expuesto a las inclemencias del tiempo - El Maestro de Obras estaba perplejo. Se acercó al escultor, que seguía acariciando la piedra con expresión soñadora, como si fuera el cuerpo de un amante-, está dañado y todo aquel que ha intentado trabajar con él, ha fracasado.
- Lo sé - contestó, riéndose entre dientes-, a mí también me han llegado esas historias.
- Y, a pesar de todo, ¿lo elegís? - El escultor asintió, recogió la ropa y se vistió. Después pasó un brazo por los hombros del sorprendido anciano -. Os juro que no os entiendo, signor. El Consejo ofrece una cantidad más que generosa para el material, podéis escoger lo mejor de lo mejor, ¿y esta es vuestra elección?
- Así es, maestro.
- ¿Puedo preguntaros por qué? ¿Qué le habéis visto que sea tan especial?
- Vida, mi querido amigo, he visto vida.
- ¿En un bloque de mármol? - El maestro se echó a reír hasta que se le saltaron las lágrimas-. A fe mía que, con esta actitud, alimentáis vuestra fama de excéntrico. Me va a costar convencer a los miembros del Consejo, pero ya se me ocurrirá qué decir para despejar todas las dudas.
- Diga sólo la verdad - dijo, mientras abandonaban el recinto del patio y salían a la Piazza del Duomo, que a esa hora bullía de actividad. Piero les seguía de cerca, que procuraba no perderse ni una palabra de la conversación.
- ¿La verdad? Por favor, explíquese, soy todo oídos.
- Dígales que he visto, en el interior de ese bloque de mármol abandonado, un ángel que lleva años esperando a ser liberado - Sonrió, satisfecho, y levantó los ojos al cielo, que se iba cubriendo de nubes oscuras-. Y que seré yo quien lo haga.
- ¿Queréis que me tomen por loco? ¡No puedo decirles eso! No lo van a entender. Ni yo tampoco, si he de seros franco.
- Esa es la diferencia entre ustedes y yo, Maestro.
- ¿Cuál? - Frunció el ceño. Empezaba a cansarse de los jueguecitos del escultor.
- Que yo soy artista y ustedes, no.
Le hizo una reverencia burlona, se puso el sombrero y se alejó en dirección al Arno, dejando al Maestro sin palabras en mitad de la plaza.
- Es un genio, padre - Susurró Piero, emocionado-, eso no se puede negar.
- ¿Un genio o un loco?
- ¿Acaso hay diferencia? - Piero se encogió de hombros, quitándole importancia a la cuestión.
Mjo
06-07-2021