martes, 10 de marzo de 2020

MIEDOS

Miedo a salir. Miedo a moverse. Miedo a soñar, a vivir, a desear, a ceder a las tentaciones, a cantar a gritos en la ducha, a levantarse tarde los domingos o acostarse temprano los viernes. Miedo a querer y a dejar de hacerlo. Miedo a amar y que no nos correspondan. Miedo a dejarse llevar, al sexo salvaje, al placer sin excusas, a la ausencia de sexo. Miedo a hablar, a preguntarme qué siento, a preguntar qué sienten. Miedo a echar de menos, a estar de más, a que no se note mi ausencia, a desaparecer sin dejar huella, a las huellas que dejan los que se van. Miedo al ruido, al silencio, a la música escandalosa, a las canciones que hieren. Miedo a crear recuerdos, a perderlos, a no compartirlos. Miedo al roce de unos dedos, al fuego de unos ojos, al sabor de una boca, al sonido de una voz. Miedo a las palabras que emocionan, a los discursos vacíos, al eco del pasado, al qué dirán, a las excusas, a las promesas rotas, a las mentiras dichas en voz alta, a los "te quiero" silenciados. Miedo al futuro que no llega, al presente que no cesa y al pasado que no nos deja. Miedo de mí, miedo de ti, miedo de nosotros, de ser o no ser y que ahí esté el eterno dilema. Miedo a que la próxima vez sea la última vez, a no ser capaz de entenderlo, a entenderlo todo demasiado bien. Miedo de no ser suficiente, de ser demasiado. Miedo a despertar una mañana y no saber quién soy, ni dónde voy ni de dónde vengo. Miedo a no sentir, a que duela, a odiar sin remedio, a llorar a mares y aullar al viento. Miedo a la página en blanco, a no tener nada que contar, a necesitar explicarme y no saber cómo hacerlo. Miedo a buscar una mano y no encontrarla, a esperar que pase algo y que nunca pase nada. Miedo de mirar y que mis ojos hablen demasiado alto, de ver cansancio y aburrimiento en los gestos, de los silencios que pesan y las palabras huecas con las que intentamos llenarlos. Miedo a la luz, a la oscuridad, a los armarios abiertos que esconden esqueletos propios y ajenos. Miedo a los secretos que se guardan demasiado tiempo y se acaban sabiendo. Miedo a escribir y que no me entiendan. Miedo a escribir y que me entiendan demasiado bien.

Y mi miedo definitivo: a la enfermedad, a depender de alguien, al olvido, a la soledad, a la muerte.

Soy miedo. Somos miedo,  todos los días y a todas horas. Y, a pesar de todo, vivimos. Ese es nuestro triunfo.


Mjo