domingo, 19 de noviembre de 2017

LIBERANDO SOMBRAS

No me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos estas sesiones sin excusas, repetir por el gusto de hacerlo, que tu cuerpo despierte antes que tu mente porque alguien lo está acariciando, pasar del sueño al placer sin abrir los ojos siquiera y, después, dejar que el día coja velocidad y te arrastre sin poner excusas. 

No me había dado cuenta de hasta qué punto yo había empezado a dejar de ser yo para convertirme en una sombra que se tragaba el deseo y lo ponía sólo al servicio del ajeno, como si mis ganas y mi placer no importaran, como si yo no importara. Si ese es el precio que hay que pagar para que te quieran... prefiero que solo me deseen. Duele menos.

Mjo



lunes, 2 de octubre de 2017

EL DIA DESPUES

No me gusta hablar de politica si no es con gente que me conoce y sabe que, en estos temas, me mueve más el corazón que la cabeza. Además, considero que sé poco o nada de este campo y cualquiera puede darme lecciones (con o sin razón, que algunos se crecen y acaban creyéndose mejor de lo que son), así que prefiero callarme y no entrar en polémicas. Eso sí, respeto a todos. Rectifico: respeto prácticamente todos los ideales siempre y cuando no sean tan extremos que se salgan del tablero de juego y procuro recordar que su libertad empieza justo donde acaba la mía y confío que hagan lo mismo conmigo. Dicho esto...

Ayer pasé el día haciendo guardia delante de un colegio electoral en mi pueblo. Para qué no es necesario saberlo, si alguien se pierde que busque en Google. Antes de la apertura del colegio ya estábamos allí, bajo la lluvia, y tuvimos que hacer casi una hora de cola para poder entrar y depositar nuestro voto en una urna. A la salida nos fuimos a desayunar y ahí empezamos a recibir noticias de cómo estaba yendo el día en otras ciudades y pueblos. Y las imágenes, que tampoco voy a describir porque si alguien no las ha visto, que recurra a Google. Durante un rato, no era capaz de despegar los ojos de la pantalla del móvil porque todo parecía fruto de un mal sueño. ¿Qué era esa violencia indiscriminada y sin medida ejercida contra gente que defendía, pacíficamente, su derecho democrático de votar? Hombres, mujeres, sin importar edad o condición física eran agredidos por los que se suponen que han de defenderles de cualquier agresión física. Que se cerraran colegios, que se llevaran urnas donde ya había votos depositados no tiene para mí más importancia que esa especie de censura contra el pensamiento legítimo de las personas. Pero las cargas policiales son absolutamente condenables por su dureza. Esas personas no eran, no son, no somos el enemigo de nadie. Lo único que querían era expresarse con la herramienta más democrática que, se supone, tenemos: nuestro voto.

Ante la posibilidad de que la policía también apareciera en mi pueblo para requisar urnas y votos, se hizo guardia durante todo el día en las puertas. Una pausa para comer y volver con un termo de café con leche y algunas galletas para engañar el estómago hasta la hora de volver a casa. Y una esperanza: que no pasara, que no vinieran, que el día acabara en paz y nadie viera arruinada la fiesta de la libertad que allí, como en otros cientos de pueblos, se estaba viviendo. Tuvimos varias falsas alarmas, la peor de todas cuando cerraron las puertas del colegio y todos nos imaginábamos que nos había tocado el turno, pero no fue así. Mirabas alrededor, algo inevitable, y en todas las caras veías un rastro de miedo. ¿Cómo no tenerlo, visto lo visto? Pero nadie se movió de su sitio más que para ir a comer o, por supuesto, al lavabo, que las necesidades no entienden de política. Hubo momento también para la emoción, cuando alguna persona mayor se acercaba a votar y el aplauso espontáneo de la gente que estábamos allí congregados saltaba de manera espontánea. Recuerdo especialmente los dos últimos que vinieron, ya cerca de la hora de cierre. Un señor con gorra, apoyado en un bastón con una mano y la otra del brazo de la que imagino era su hija, caminando lentamente y arrastrando los pies; entró con expresión decidida y salió con una sonrisa en la boca. Y una señora vestida de luto de la cabeza a los pies, bien peinada y con la cabeza alta; entró y salió con la mirada clavada al frente y los ojos brillantes. Se me ocurrió entonces que esas personas, sobre todo esas personas, quizá llevaban toda la vida esperando para votar precisamente en esta convocatoria y por fin lo habían conseguido.

Ahora dirán que si no es legal, que si no es vinculante, que si no es válida, que si es una pantomima o que más nos habría valido irnos de picnic o a la playa pero yo les digo que no estaban allí, que no saben la energía positiva que vibraba en el aire, el orgullo y la dignidad en las miradas. Señoras y señores, ésto no iba de votar sí o no sino de poder hacerlo, poder expresarte con libertad porque para eso se han dejado la vida mucha gente en el pasado y me parece intolerable que, tantos años después, hayamos vuelto al punto de partida. Y es que cuando se acaban los argumentos, empiezan los gritos y la violencia. Yo he visto cosas como estas en blanco y negro, en los documentales de la tele y en libros de historia... Qué poca memoria histórica tiene este país.

A los que aplauden la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado de ayer, que si cómo se les ocurre a los ancianos salir de casa y meterse ahí, que si nos hubiéramos quedado en casa no habría pasado nada, que casi afirman que nos lo buscamos, que consideran que ejercer un derecho que nadie puede quitarnos es una provocación, que incluso dicen que todo es un montaje y no ha habido tantos heridos (844 según he leído hace poco) y están intentando victimizarse, les diré que hagan el siguiente ejercicio:

Cierren los ojos, por favor, e imaginen un grupo de gente, de edad y sexo diverso, que está manifestándose de manera pacífica por algo que creen de justicia. Tienen delante a una dotación, o varias, de policias con el uniforme antidisturbios, armados con porras que no parecen precisamente blandas y fusiles que disparan proyectiles o pelotas de goma (prohibidas aquí desde 2014). Los manifestantes tienen, como única defensa, su cuerpo y sus ideas. La policia avanza, ellos levantan las manos creyendo que aflojaran el paso y se equivocan. Arremeten contra todos a golpes y patadas, con disparos al aire o a dar, sin mirar a quién ni cómo. Se oyen los gritos, los golpes, se huele el miedo, aparecen los primeros heridos y, en fin, se desata el caos y la locura. Y ahora, imaginen que ustedes están entre los manifestantes.

Después, juzguen si es que pueden. 

Porque lo que ocurrió ayer en las calles de Catalunya les ha legitimado para hacer exactamente lo mismo la próxima vez que un grupo de población pida algo y al gobierno no le parezca correcto. Esta vez han sido nuestros padres, hermanos, parejas, hijos, amigos, las calles de nuestros pueblos y ciudades, pero dentro de una semana pueden ser los vuestros.

Mjo




sábado, 30 de septiembre de 2017

SEX AND THE CITY REVISITED


¿Tenéis una serie que os marcó la infancia, la adolescencia o como quiera que se llame la fase posterior a esa revolución hormonal? Os daré un consejo: NO VOLVÁIS A VERLA!!!!! Os lo digo con conocimiento de causa porque me he saltado a la torera ese consejo y se me he caído un mito.

Me dejé llevar por la nostalgia y he vuelto a ver, de cabo a rabo, "Sex and the City". Esta serie marcó un antes y un después en la historia de la televisión y a mí, particularmente, me abrió los ojos al maravilloso mundo de los zapatos de infarto y la ropa de diseño. No sólo eso, claro. En su momento me volví adicta a las aventura de esas cuatro neoyorkinas que atravesaban Manhattan pisando fuerte sobre sus tacones de infarto y, al parecer, de hombre en hombre. Cuatro mujeres completamente diferentes entre sí, triunfadoras y terriblemente libres. Son tan diferentes como el día y la noche pero juntas forman un núcleo único e indivisible, desde el que luchan contra las vicisitudes de la vida porque los problemas compartidos son menos problemas y las alegrías compartidas son todavía mejores. Creo que cada mujer que se enganchó a la serie acabó por identificarse con una de ellas. Yo quería ser Carrie Bradshaw y no porque fuera la protagonista sino porque tenía un pelo increíble, un armario lleno de ropa de firma y zapatos de ensueño, un piso encantador en un lugar privilegiado y... bueno, se ganaba la vida escribiendo. Yo quería ser ella! Me vi la serie entera y las dos películas que le siguieron (la primera, buena; la segunda, ¡para suicidarse de mala!) y cuando fui a New York me decepcionó no poder visitar el barrio donde transcurría la acción por falta de tiempo. En resumen, la convertí en un mito por muchas razones. 

No es la primera vez que la reveo pero sí la primera vez que me deja regusto amargo en el paladar. No sé exactamente en qué punto ha sido pero, de repente, me dio la sensación de que ese poso de feminismo que creía que defendía no era más que una máscara y, en realidad, no hacen más que retratar la búsqueda, en ocasiones desesperada, del hombre que las complete. En un principio pensé que me había pillado en un momento tonto, muy tonto, y mi negatividad lo teñía todo. Pero al ir pasando los capítulo y, poseída por el espíritu de alguna crítica televisiva particularmente diabólica, fui confirmando mi percepción. ¡ATENCION QUE VIENEN SPOILERS! Carrie es una periodista que acaba convirtiéndose en una escritora de éxito, rubia y fabulosa. Miranda, abogada, madre soltera por elección propia, pelirroja y fabulosa. Charlotte es una chica bien, princesa de cuento de hadas que trabajaba en una galería de arte antes de casarse, divorciarse y volverse a casar, morena y fabulosa. Samantha es relaciones públicas de altos vuelos, soltera, sexualmente muy activa, rubia y fabulosa. Y todas, quizá con la honrosa excepción de Samantha, se pasan la serie entera buscando el hombre perfecto, enamorándose, rompiendo corazones y dejando que rompan los suyos una y otra vez, esperando siempre que el siguiente sea el definitivo porque oye, no siempre tiene que acabar mal, ¿verdad? Alguna vez tiene que ser la buena.
Luego, en un ataque de automasoquismo digno de estudio, me dio por comparar esas vidas de ficción con la mía, muy real. Es un ejercicio absurdo que no recomiendo en absoluto, por cierto, pero si te aburres... adelante. Creí que saldría perdiendo pero resulta que no; lo más justo sería concedernos un empate. Ellas tienen dinero, éxito, ropa y zapatos (lo siento, eso todavía lo envidio) para aburrir, hombres de paso y, de vez en cuando, relaciones largas, viven en la ciudad que nunca duerme y son dueñas y señoras de sus destinos. Yo no tengo dinero más que para ir tirando, el éxito mejor ni hablar, un armario apañadito y algunos zapatos capaces de alegrarme el día con solo mirarlos, de los hombres tampoco voy a hablar, vivo en un pueblo pequeño que no duerme durante los tres días del Gran Premio y soy, a ratos, dueña de mi destino. O sea, que a simple vista salgo perdiendo. Pero, porque siempre hay un "pero", mientras ellas parecen no ser capaces de asimilar que se puede vivir sin un hombre al lado, yo he aprendido que sí se puede y, en ocasiones, es preferible hacerlo. No dicen eso de  "más vale solo que mal acompañado" por nada. Y eso me garantía el empate técnico como mínimo. 

No me malinterpretéis. No hablo desde el despecho o la desesperanza. Tampoco odio a todos los hombres porque mis relaciones hayan acabado mal ni desprecio a las que, a toda costa, se empeñan en buscar una pareja porque sienten que, de otra manera, su vida no está completa. Por favor, que cada cual viva su vida como crea que debe hacerlo, ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Pero tampoco quiero que se compadezcan de mi porque sigo soltera y no he sido madre a los (no puedo creer que vaya a decirlo) cuarenta y seis años. O que se empeñen en buscarme un tío porque crean que lo necesito, que esa sería la solución a todos mis problemas. Por no hablar de "la mirada"... Ya sabéis, cuando te encuentras con alguien con quien no te has visto en mucho, mucho tiempo y te pregunta si sales con alguien y, al decirle que no, durante un segundo te mira con una pena infinita y después te suelta "¡Y lo bien que vives así, chica!" o, peor aún, te repasa de arriba abajo buscándote la tara que te hace imparejable y comenta "No te preocupes, tarde o temprano llegará..." Tampoco quiero que piensen que estoy sola porque, señoras y señores, no lo estoy. Primero, me tengo a mí y, creedme,  es más que suficiente y, a veces, hasta demasiado. Segundo, tengo una familia que adoro, ya estén cerca o lejos. Tercero, tengo una amigas que han acabado por convertirse en mucho más que eso y a las que no cambiaría por nada ni nadie. A ellas puedo acudir, y viceversa, en cualquier momento. Y cuarto, tengo museos, cines, teatros, excursiones, viajes, libros, películas, series, música, ganas de escribir y bailar y miles de sueños que acariciar y, en la medida de lo posible, convertir en realidad. Y puede que disfrute de esas cosas con o sin compañía pero, en cualquier caso, las disfruto y eso es lo que realmente importa. El resto del mundo es muy libre de pensar lo que quiera pero yo sé la verdad y, en última instancia, ¿quién tiene una vida perfecta? ¿O quién la quiere? En la perfección no hay espacio para las sorpresas y yo quiero que me sorprendan cada día. 
Al fin y al cabo, la vida es un viaje donde el fin del trayecto es una incógnita y en todos los caminos hay baches. Superarlos y hacer que sea memorable depende de nosotros. 

Vaya, esto me ha quedado muy Carrie...

Mjo



jueves, 31 de agosto de 2017

GORDA. FEA.

"... Más que las otras cosas que me hizo, me dolieron aquellas dos palabras. Gorda. Fea.

Escupió ambas palabras. Madeline hubiera deseado que dejara de decirlas.

- Me refiero a que un hombre gordo y feo puede en cualquier caso ser divertido, atractivo y exitoso - continuó Jane-. Pero en lo que se refiere a una mujer es como si se tratara de lo más vergonzoso que puede ser. 

- Pero tú no eras, no eres ... empezó Madeline. 

- Sí, de acuerdo, ¿y qué si lo fuera? -interrumpió Jane-. ¿Y  qué si lo fuera? Voy a eso. ¿Y qué si tuviera un poco de sobrepeso y no fuera particularmente bonita? ¿Por qué es tan terrible? ¿Tan repugnante? ¿Por qué es el fin del mundo?" 

Me han recomendado este libro y empecé a leerlo. Me encantan los personajes femeninos, algunos tan inocentes, otros tan ácidos, otros tan rotos o tan neuróticos que es imposible no amarlos. La ironía con el que se expresan va conmigo; a veces soy demasiado irónica y estoy convencida que es un arma defensiva. Si despisto a alguien cuando la utilizo, quizá no vea lo que se esconde bajo la superficie. La cuestión es que a ratos incluso me he reído, hasta que a mediodía me he encontrado con este trozo de narración y se me ha borrado la sonrisa de golpe. No dejo de darle vueltas desde entonces porque ¿cómo decirlo? Así es como me siento yo.

Siempre fui la fea de la clase, siempre. La gorda no, porque hasta hace algunos años yo era un insecto palo humano, uno de esas personas (ODIOSAS) que podía comer cuanto quisiera porque antes de levantarme de la mesa ya había quemado las calorías. Pero la fea, sí, con todos los honores. A los ocho años me pusieron gafas y, poco después, me diagnosticaron escoliosis. Tuve que llevar un aparato en la espalda, día y noche, que para mí fue una pequeña tortura y para mis compañeros de clase, una diversión más. Coincidió con la Guerra de las Malvinas y ellos, muy ocurrentes cuando de machacarme se trataba, me bautizaron como "La Dama de Hierro", así, en castellano, porque entonces el inglés era como de ciencia ficción. No creo que a Margaret Thatcher le gustara la comparación pero no se enteró, así que no nos declaró la guerra a nosotros. O igual sí y por eso Gibraltar sigue sin ser español... Perdón, tengo tendencia a divagar, ya lo sabéis. Por si faltaba algo, mis compañeras de clase se desarrollaban como si no hubiera un mañana y yo me tenía que conformar con mirarlas desde la distancia y rezar para que se acabara la maldita EGB para poder perderlos de vista para siempre. Algo que pasó por allá el 83 ¿o fue el 84? Da igual; salí del colegio y puedo decir que no he vuelto a verlos nunca más en mi vida. Miento. En enero del 84 me operaron de la espalda porque el aparato no me sirvió de nada y tuve que pasar por quirófano. Al salir del hospital, después de un mes, lo hice embutida en una pieza de yeso a modo de corset poco erótico, que tuve que llevar hasta septiembre. Creo que fue a principio de ese verano que me crucé con algunos de mis queridos compañeros y, si cierro los ojos, todavía soy capaz de escuchar sus burlas y sus carcajadas. Esa fue la última vez que los vi. En la familia también tuve ese papel. No sé quién es la oveja negra pero la fea soy yo, probablemente.

La gordura vino después. Siempre pienso que es una venganza del jodido karma, que me está haciendo pagar con creces todo lo que he comido de más durante gran parte de mi vida. La verdad es que me encanta comer, le hago palmas a una simple ensalada pero las comidas de mi madre me chiflan. Deberíais probar sus lentejas, el consomé de Sant Esteve, sus canelones increíbles o cualquier cosa que haga en la cocina. Es una artista de los fogones y mi hermana ha heredado todo su talento. Yo me defiendo y como vivo sola, no tengo que dar explicaciones. El tema del peso no me preocupaba demasiado hasta que me subí en una báscula al volver de unas vacaciones y lo mejor que puedo decir es que no era una de esas que gritan tu peso para que el resto de clientes de la farmacia te miren con cara de asco o de pena, dependiendo de su capacidad de empatizar. Empecé un régimen al día siguiente y pasé varias semanas muerta de hambre. Una mañana me estaba lavando los dientes y me di cuenta que algo no me cuadraba en la imagen que el espejo me devolvía. ¡Mi cintura estaba volviendo a aparecer! En tres meses perdí diez kilos, en seis eran 15 y, durante un tiempo, conseguí mantenerme sin demasiado esfuerzo. Estaba muy contenta conmigo, me sentía atractiva, casi segura de mi misma (quizá por primera vez en mi vida) porque me había esforzado, había conseguido mi objetivo y estaba convencida que sólo tendría que sentarme a esperar mi recompensa.

A finales de agosto de ese año, empecé a salir con alguien de quién acabé por enamorarme y sentí que todo mi mundo empezaba a girar a la velocidad correcta... Hasta que el catorce de febrero del año siguiente, esa persona decidió dejarme después de haberme dicho, un mes antes, que me quería y empezar a hablar de mí como su "futura esposa". Las razones que me dio para romper conmigo fueron muy sencillas: no era lo suficientemente guapa y me sobraban algunos kilos. Creo que una de sus frases memorables fue algo así como "por dentro eres una princesa pero por fuera..." No la acabó y todavía me pregunto cómo me veía por fuera. ¿Una bruja vieja y canosa? ¿Un ogro verde? Esa tarde todos, todos mis fantasmas salieron a mi encuentro, gritando con entusiasmo que me habían echado de menos y pensaban quedarse conmigo una larga temporada. Y aquí siguen, sentaditos a mi lado, leyendo lo que escribo por encima de mi hombro y meneando la cabeza porque creen que soy patética por expresar estas cosas en "voz alta" para cualquiera que quiera leerme.

Quizá tengan razón pero no me importa. Soy un ser humano con cientos de complejos, que durante toda su vida ha intentado ocultarlos detrás de una sonrisa, escuchando a los demás antes de dejar que los demás me escuchen a mí, escribiendo interminables entradas en diarios que nadie conoce, llorando a oscuras cuando nadie puede verme, fingiendo que todo va bien cuando, en realidad... pues no va tan bien. Dicen que nunca te sientes más solo que cuando estás en medio de un montón de gente y doy fe de que es verdad. Estás en algún sitio, rodeada de montones de personas, y te preguntas "¿qué hago aquí?". Te gustaría irte pero te quedas porque eso quizá le diera una pista a alguien de que te pasa algo y eso no puede pasar, no se puede permitir que aparezca ni la más mínima grieta.

Uf... al final esta entrada se ha ido desviando de lo que realmente pretendía, que es "denunciar" esa manía de darle tanta importancia a lo que se ve y no preocuparse de lo que hay detrás de las máscaras. ¿No te gusta lo que ves? Pues entonces ya no te molestas en conocer a la persona, ¿para qué? Seguramente no te pierdes demasiado... Pero igual dejas de conocer a alguien inteligente, divertido, solidario, cariñoso, capaz de estar contigo a las duras y a las maduras, que cante bien, que escriba con cierta gracia o sepa moverse en la pista de baile al ritmo de la música. Deja que te cuente una cosa: cuando alguien te rechaza porque eres fea/o y/o estás gorda/o, no te sientes inteligente, divertido, solidario, cariñoso, los problemas de los demás te la pueden traer al pairo porque bastante tienes tú con los tuyos, no tiene ganas de cantar, todo lo que escribes es lacrimógeno y las únicas canciones que escuchas son baladas de cortarse las venas o canciones heavies donde todo el mundo grita mucho. Puedes pasarte mucho tiempo con la moral por las nubes, porque eso también pasa, pero basta una mirada, una frase, para empujarte de vuelta a los infiernos. Yo lo sé, he estado ahí. He andado por ese camino, en viajes de ida y vuelta, muchas veces y las estancias en las profundidades siempre son más largas. Caer es fácil, subir cuesta un poco más. Y duele.

En "Pretty Woman", ese cuento de hadas que nos vendieron nada más empezar los noventa y nos ponen en la tele en cuanto detectan que el nivel de azúcar ha bajado, hay un par de frases que no me tatúo porque todavía no he alcanzado ese grado de locura. A saber:

- La gente te rebaja tanto que acabas por creerles.
- Lo malo siempre es más fácil de creer.

Por eso cuando alguien me alaba, tiendo a reírme y soltar algo tipo "uy, sí, mucho!" tirando de ironía, mientras por dentro pregunto "¿en serio? Gracias!!!!" porque he aprendido a no creerme lo que me dicen. Soy desconfiada porque el mundo me ha hecho así pero algunas personas han conseguido atravesar mi escudo de vibranium (como el del Capitán América, porque también soy friki) y han conseguido que me crea que valgo la pena. Por desgracia, algunas de ellas me... dieron la patada en cuanto bajé la guardia y por eso cada vez me cuesta más creer en lo que me dicen. En el fondo sé que no debería hacerlo pero ya no puedo ir como Campanilla por el mundo. Y sin embargo...

Y sin embargo no pierdo la esperanza porque eso es lo último que hay que perder. Yo recojo los escombros de mi muro, construyo uno nuevo un poquito más alto y, quizá, más fuerte y salgo a la calle a ver qué pasa. Estoy convencida que al otro lado de mi muralla hay algo excepcional, maravilloso, que está esperando por mí y no debo decepcionarle. Por mí, que no quede. Quizá no sea mañana, SEGURO que no será mañana, pero creo que ocurrirá. Y si resulta que acabo con otra herida, pues vale; tengo dos cajas de tiritas esperando que las use.

Siento haber dado la tabarra y juro que no busco provocar compasión, que me tengan lástima o me ahoguen a piropos. Sólo necesitaba una confesión a partir de una excusa. Estoy a un paso de cumplir cuarenta y seis años y, a pesar de todos mis dilemas, mis complejos y mis muchas estupideces, soy una mujer de la cabeza a los pies. Fea y gorda, vale, pero mujer de una pieza.

Mjo

... Sólo hay que aprender a usarlas 




martes, 29 de agosto de 2017

LO QUE PASA O NO PASA.

Por otra parte, sin novedad en el frente. Me da que mi ansiedad está llegando ya al punto "de esta noche no pasa que le diga algo y a ver qué pasa..."

Es que ya me matan las ganas de saber qué pasa, si es que pasa algo, o qué podría pasar, si es que puede pasar algo. Vamos, que yo me entiendo. Y entiendo que lo que tendría que hacer es pasar soberanamente, olvidarme de que existe y si quiere saber de mí, que me busque. Sí. Esa sería la opción más inteligente pero... Es mi maldita necesitad de saber la que no me deja!!!!

Pero desde cuándo tengo yo el sentido de la curiosidad hiperdesarrollado???? Que la curiosidad mató al gato y, a este paso, a mi me va a dejar hecha un asco para los restos!!!! Sí, que ya, lo que tú quieras pero yo necesito saberlo, así que va a ser que esta noche le mando el mensaje.

O mañana, que tampoco viene de un día, no? Y así también le doy tiempo a que sea él quién diga algo, salvándome el culo (y el resto del cuerpo) de hacer el ridículo más espantoso de los últimos... tres meses, más o menos.

Ay, Señor, llévame pronto...

Mjo


jueves, 3 de agosto de 2017

SIN FECHAS NI TITULOS (líneas encontradas en libretas perdidas)

Ando en busca y captura de quién fui yo hace un año. Me extravié en algún camino y no consigo encontrar el sendero que me traiga de vuelta a casa. Necesito recuperar mi vida, empezar de nuevo libre de cargas, sin tí en mi maleta y sin esperar encontrar ese "nosotros" que perdimos. No quiero olvidar que existes, tan sólo dejarte a un lado para seguir viviendo. Antes te quería cerca, ahora prefiero no verte. Aunque me muero de ganas por saber de tí, oír tu voz, hacerte sonreír y sentir que... ¿Qué? Nada. Porque yo sin tí era y yo sin tí seré. No sé qué pero lo averiguaré tarde o temprano.

***************************************************************************************

Y es que a veces tu recuerdo me golpea sin previo aviso, trayendo oscuridades que creía olvidadas. Y todo vuelve, lo bueno y lo malo, las ganas de verte, al ansia de tocarte, la necesidad de besarte y el tormento del vacío que me dejaste. Yo, que a ratos creo haberte superado, me encuentro de nuevo en el punto de partida, echándote de menos y deseando odiarte. Sería mucho más fácil, ¿sabes? Pero no puedo. Te quise demasiado y, en días como éste, te quiero todavía. 





(A veces me entran ganas de escribir y lo hago en cualquier parte. No pongo fechas, lugares ni nombres. Vacío la mente sobre un trozo de papel y lo olvido. Después me lo encuentro y me pregunto en qué estaría pensando en aquel momento y dónde me senté a escribirlo; sobre a quién me refiero casi nunca tengo dudas, suelo dejarlo claro. Cada párrafo que me sale al paso después de quién sabe cuánto tiempo es una sorpresa, a veces alegre, a veces triste, que siempre me arranca una sonrisa. Ahí, entre esas palabras, se esconde mi "yo" de entonces y merece la pena que lo conserve)

Mjo


jueves, 27 de julio de 2017

CAMBIO DE CICLO


Andaba trasteando por el blog de Marwan y me encontré con un poema de Benjamín Prado. Bonito, no. Hermoso, tampoco. Creo que hay cosas que se escriben para que otro las sienta, aunque las palabras no sean suyas, y este poema es un ejemplo claro. Selecciono tres fragmentos:

"Aprende a no querer a los que no te quieran
y elige bien a qué le tendrás miedo:
no habrá sombra que oculte lo que tú temas ver"

"No escondas lo que sientes por miedo a ser frágil,
como aquellos
que por guardar tan bien lo que más les importa,
lo pierden para siempre"

"Recuerda que no hay nada que no pueda
ocurrir cualquier día. 
No olvides que esta obra ha terminado.
No olvides que le hablas a un teatro vacío"

Lo leí tres, cuatro, cinco veces y me mordí los labios. Mal día elegí para esta poesía, hoy que ando haciéndome las mismas preguntas de ayer sin recibir respuesta alguna. 

Leí después los comentarios y encontré uno del autor. El principio (Marwancito) me puso una sonrisa en la boca y el resto, me la borró: "Ya sabes, una de esas cosas que uno escribe para poder huir de ellas. Es una sensación rara: ¿yo he escrito eso? Y, sobre todo, ¿"yo" he sentido "eso"?"

Me dio por pensar cuánto de huida hay en cada línea que escribo, cuánto de asombro al releerlas, quizá meses o años después, al recuperar el ritmo de las palabras y el sentimiento que las juntó. ¿Yo sentí eso? Lo que fuera: tristeza, dolor, soledad, alegría, amor, felicidad... Entiendo la pregunta y la hago mía. A veces creo que escribo para esquivar el olvido y otras, para entender por qué vivo. Ni olvido ni entiendo qué hago, por qué sigo repitiendo los mismos errores, una y otra vez. No me conozco ahora mejor que hace un año y sospecho que tampoco sabré quién soy de aquí a varios meses. Cambiamos con el tiempo, nada es permanente. Nada, excepto las heridas que parecemos empeñados en abrir cada cierto tiempo y las cicatrices que algunos dejan en nuestra piel.

Es curioso. Hacía mucho que no escribía aquí. Me ponía delante del ordenador y se me quedaba la cabeza en blanco. A veces pienso que las musas sólo me visitan cuando mi vida tropieza, cuando el suelo tiembla bajo mis pies, porque empiezo a pensar que las casualidades no existen. Todo pasa por un motivo, aunque no seamos capaces de verlo hasta que pase cierto tiempo o nos alejamos de la, digamos, escena del crimen. Ame se difumina en la distancia, cada vez se hace más pequeño y pierde importancia. Ésto también pasará. Nadie dijo que fuera fácil ni rápido. Nadie dijo que acertaría a la primera o a la quinta o, tal vez, nunca. Y nadie dijo tampoco que, después de levantarme, volvería a tener ganas de seguir intentándolo. Quién sabe, cualquier día podría ser MI día. 

Prometo contarlo. 

Mjo



domingo, 28 de mayo de 2017

LA RIDICULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE

No.

Sigo sin creerlo.

Es que no puede ser. ¿De verdad te has ido? Venga ya... ¿en serio?

Y así una y otra vez.

Sé que sí, es verdad, que te has ido y nos has dejado pero sigue siendo tan difícil de creer... Tengo montones de imágenes que no dejan de asaltarme cada vez que bajo la guardia y me distraigo. Consuelan y duelen a partes iguales, a veces más, a veces menos, pero no puedo dejar de recurrir a ellas. Puede que sea parte del sistema que mi cabeza, y mi corazón, se ha inventado para ir acomodándose a la idea de haberte perdido, mi manera de despedirme de tí. Porque necesito hacerlo, ¿sabes? Necesito decirte adiós y no sé cómo hacerlo.

Dicen que una persona muere dos veces; una cuando fallece y otra cuando se le olvida, y que una persona vive mientras se la recuerde, por eso sé que nunca saldrás de mi vida para siempre. Para empezar, estás en mi piel y no es una manera de hablar; me tatué tu numero en el tobillo hace años y, aunque nunca me he arrepentido de hacerlo, ahora estoy orgullosa de llevarlo. Además tengo tantas fotos tuyas en mi casa que no puedo entrar o salir de una habitación sin encontrarme contigo. Pero lo principal es el caudal inmenso de recuerdos que nos regalaste a través de un montón de años de hacer cola en la puerta de tu box o al pie del camión del equipo. Y esos son sólo míos, bueno, nuestros. No pretendo darme importancia ni mucho menos pero estoy segura de que, en algún momento, nuestra presencia te confortó después de un mal día. La fidelidad, el cariño, el respeto... ¿lo notabas? Seguro que sí.

¿Lo ves? Intento hilar mis pensamientos pero se me escapan. Puede que sea todo demasiado reciente y necesite algún tiempo para que todo se asiente. No sé, es posible. En cualquier caso, tengo la sensación que no será la primera vez que haga algo así, ponerme delante del ordenador y "hablarte" como no fui capaz de hacerlo cuando te tenía delante. Dios, qué boba, pero es que me dejabas KO, sobre todo al principio. No soy una persona extrovertida, ni por casualidad, pero lo que me pasaba contigo es digno de estudio. Con el tiempo, aprendí a superar la timidez o el miedo y encadenar dos o tres frases seguidas. Eh, todo un logro, no creas que fue fácil. Y gracias a eso, pude hablar contigo por última vez hace poco tiempo y, a mi manera, decirte lo que significabas para mí, demostrarte mi apoyo a través del teléfono. Si hubiera sabido que era la última vez... aunque no, mejor no haberlo sabido porque entonces quizá no habría podido decirte nada. Me quedo con ese último recuerdo, ese inmenso regalo que me hicieron, y el sonido de tu voz y tu risa al otro lado del teléfono.

Sí es ridícula la idea de no volver a verte. Yo sólo necesito cerrar los ojos para verte en mi memoria, para sentirte en mi corazón, aunque no compense el vacío que dejas.

mjo






("La ridícula idea de no volver a verte" es el título de un libro de Rosa Montero. No lo he leído pero siempre me llamó la atención el nombre y ahora lo tomo prestado, sin ánimo de ofender ni utilizarlo de forma fraudulenta, porque es la frase perfecta para lo que siento.)

martes, 23 de mayo de 2017

LO QUE NUNCA QUERRIA ESCRIBIR


Su sonrisa. Eso es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en él. Esa sonrisa de dentadura perfecta que iluminaba el día cuando, sin avisar, explotaba al vernos esperar con paciencia a la salida del box. Y después, su amabilidad. Hasta en los peores momentos, cuando la moto no tiraba o no acababa una carrera, tenía la santa paciencia de acercarse a nosotros. Es a ese hombre, el que quedaba cuando se acaba el espectáculo y se bajaba de la moto, al que lloro desde que me confirmaron la noticia. Nicky Hayden, el chico de Kentucky, se ha ido para siempre, llevándose un pedazo enorme de mi corazón y dejando un hueco que nadie más podrá llenar jamás. 

Desde ayer por la tarde, al filo de las seis, no dejan de acudir imágenes a la cabeza. La primera vez que lo tuve delante fue en Cheste y me quedé, literalmente, sin palabras. Ni siquiera le hablé, simplemente le alargué el libro que me habían regalado (la historia de su familia y las motos) para que me lo firmara y, muy bajito, dije un "thank you" que no creo que oyera nadie. Trix y Rafa, que fueron testigos de mi ridículo espantoso, hasta se preocuparon porque no fui capaz de volver a hablar hasta que pasaron dos horas y cuando lo hice fue para declarar mi amor eterno e incondicinal. Poco a poco fui perdiendo la vergüenza que me entraba cuando se me plantaba delante y recuperé la capacidad de hablar y entender lo que decía, con su inglés americano de Kentucky que a veces costaba pillar, y empecé a almacenar recuerdos.

Su saludo después de cada sesión de entrenamiento al pasar por donde colgábamos sus banderas o la vez memorable que, en mitad de un cronometrado, levantó la mano y nos saludó. Si ampliamos la foto, debajo del casco se aprecia su sonrisa al ver nuestra reacción, que de poco nos despeñamos desde la grada. Su "Hi, girls!" al salir del box y encontrarnos con la guardia baja apoyadas en el camión del equipo. El selfie que nos hicimos, bueno, que hizo él porque "yo tengo los brazos más largos". Decirle que íbamos a ir a Owensboro en verano y que dijera que por supuesto nos podíamos ver allí, con toda su familia. Las rodilleras de la última carrera que corrió en Cheste y que nos regaló, firmadas, a Trix y a mí. Que pasara delante de todos para venir a saludarnos aunque fuera durante diez segundos...

Y sobre todo, su voz al otro lado del teléfono hace apenas un mes, cuando vino a Motorland para la carrera de SBK. No pude ir a verle, cuestión de dinero que siempre lo fastidia todo, pero Trix me llamó y pude hablar con él. Le pregunté cómo estaba, "no muy bien" contestó, porque la moto este año le daba problemas. "No te desanimes, ya verás como las cosas mejoran. Recuerda que nosotros creemos en tí y te queremos igual, pase lo que pase". Se rió, me dijo "thank you so much" y se acabó.
No paro de recordar ese momento, ese regalo inesperado que, de repente, se ha vuelto precioso y único, inolvidable y mío, completamente mío.

Sé que todo el mundo habla de él ahora, de su calidad humana, y no puedo hacer más que darles la razón porque así era Nicky. Extremadamente educado, sencillo y cercano, terrenal, una estrella que brillaba con luz propia e iluminó la vida de todos aquellos que, en mayor o menor medida, tuvieron la suerte de tenerle cerca siquiera por un instante. Fue un campeón en la pista, poco reconocido por los "entendidos", y sobre todo fuera de ella y ahí es precisamente donde más se va a notar su ausencia.

Y a pesar de todo, del dolor, el vacío, las lágrimas que a cada rato vuelven, no puedo dejar de pensar que soy afortunada. Sí, afortunada, porque tuve el privilegio de conocerle y estoy segura que sabía lo que significaba para nosotros. Hubo un tiempo en que había legiones esperando a la salida del box, después fueron desapareciendo y quedamos nosotras, fieles de principio a fin, y Nicky lo sabía. Ahora no pero dentro de unos días, cuando asimile el dolor, ese pensamiento me reconfortará. Eso y poder hablar de él con la gente que compartía mis sentimientos: mi hermana Sonia, Alex y Trix, a las que conocimos gracias a él. Otra cosa por la que estarle agradecida, ¿ves?

En fin, mi intención era simplemente rendirle un pequeño homenaje, poner por escrito lo que Nicky significaba para mí y declarar que hay amores que mueren y otros, como éste, que jamás lo hacen.  Le recordaré siempre y le echaré de menos siempre. Siempre.

Goodbye, Nicky, I'll see you in heaven
 
mjo





martes, 28 de febrero de 2017

CANCIONES


¿Podrías vivir sin la música? Yo no, de eso estoy segura. Podría prescindir de algunas cosas pero de la música... no, me costaría un mundo. Para mi es un refugio, el sitio al que acudo cuando siento que me ahoga la realidad. Me pongo los auriculares, dejo que el mp3 reproduzca canciones a su antojo, cierro los ojos y me alejo de todo. A veces me calma, a veces me enfada, a veces me hace sonreír y a veces me arranca las lágrimas que me trago cada día. Después regreso, limpia por dentro, dispuesta a empezar de nuevo.

Hay canciones que suenan a infancia, a verano, a luz y sol, a playas abarrotadas y mar inmenso. Hay canciones que hablan de invierno, que invitan a recogerse, que saben a vino tinto y compañía en tardes oscuras y frías. Hay canciones que se deben escuchar a solas y otras que sin gente alrededor no tienen gracia. Hay canciones que te hacen bailar aunque no quieras y canciones que te dejan clavado en el sitio en cuanto suenan las primeras notas. Hay canciones hechas de nostalgia, de historias vividas y besos robados. Hay canciones que te arrancan una sonrisa y después la transforma en tristeza. Hay una canción para cada momento de tu vida, para cada recuerdo y cada sensación. Hay canciones que te salen al encuentro cuando menos te lo esperas y remueven tantas cosas...

Hace más de un año, me enviaron una canción por whatsapp para darme los buenos días. Es un recuerdo que, a pesar del tiempo que ha pasado, conservo en la memoria tan fresco como entonces porque marcó un antes y un después en mi vida. Que alguien se molestara en buscarla y me la enviara, sobre todo siendo quien era, fue... No sé, supongo que quien me lea (si alguien lo hace) pensará que soy una exagerada pero para mi fue especial y la escuché un montón de veces durante unos días. Después se perdió entre las muchas que llevo en el mp3 y, por casualidad o porque así debía ser, no la he vuelto a escuchar hasta esta mañana. Y me ha pillado con la guardia tan baja que me he parado en seco en mitad de la calle y no he vuelto a andar hasta que se ha acabado; menos mal que no era el "The End" de The Doors o habría llegado muy tarde al trabajo. En un primer momento he sonreído pero después, el aluvión de sentimientos se ha llevado por delante la sonrisa y me ha dejado sólo el vacío en el estómago y las mismas preguntas de siempre. ¿Cómo? ¿Por qué?

Cuando se ha apagado la última nota y he sido capaz de respirar otra vez, he buscado el título en la lista y a punto he estado de borrarla... pero en el último momento me he arrepentido y la he dejado. No quiero olvidarme de nada, quiero recordar de principio a fin esa época, lo bonito que fue y lo mucho que dolió, lo que duele todavía. Esto no es "La La Land" y yo no soy  Emma Stone (¡ojalá!) pero es mi historia, mi película y no puede haber una película sin banda sonora.

Porque sigo bailando, aunque a veces no se note.

Mjo

Careggi, Italia, octubre 2016