viernes, 30 de agosto de 2019

BACKWARDS AND FORWARDS (2)

"LAS PERSONAS NECESITAN QUE LAS VEAN"
(Siri Hustved "Elegía para un americano")


Puede que sí, que sea cierto, que necesitamos que alguien nos mire para completar nuestra propia imagen. ¿Cómo, si no, podemos tener una idea cierta de quienes somos? Ni siquiera hace falta una multitud; una sola persona, si es la adecuada, es suficiente si lo hace de la manera correcta. Una sola persona, capaz de ver más allá de nuestros miedos y que se atreva a cruzar el muro. Una persona que sonría al mirarte a los ojos y llevarse, una a una, todas las dudas y deje, a cambio, certezas. Esa persona que no esperabas, la que no buscabas y un día, sin avisar, se cruza en tu camino y te da la mano. Esa persona, ese momento... y no hace falta nada más. Que te mire y te vea para que tú también te mires y te veas como si fuera la primera vez.


No sé qué extraño algoritmo une a las personas, pero habrá que agradecerle que, al menos durante un tiempo, acierte. Gracias por las conexiones salvajes que arrasan con todo, que desconciertan por lo inesperado, que dejan huella. Gracias por los silencios que lo dicen todo, por las miradas que detienen el tiempo, por las caricias que encienden la piel, por las sonrisas que se clavan en la memoria...


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"TAMBIEN HAY BELLEZA EN LO INEVITABLE"

Los círculos viciosos son inevitables. Es inevitable que un corazón roto sane. El inevitable que se vuelva a romper. Es inevitable mirar a los ojos de alguien y sentir que ahí encajan todas tus piezas. Es inevitable el desorden, que todo se venga abajo cuando se va. Es inevitable querer encerrarse hasta olvidarlo. Es inevitable negarse a hacerlo. Es inevitable pensar que , cada vez que alguien se atreve a quererte y te atreves a dejarte llevar, creas que te va a salvar de tus demonios. Es inevitable que, al descubrir que estás equivocado, los demonios vuelvan y la única persona que pueda salvarte seas tú.

En fin, la vida.

Inevitable.


Mjo

martes, 27 de agosto de 2019

BENT, NOT BROKEN


Lo peor de todo, lo más loco, son estas ganas de subir a una montaña muy alta y allí, donde nadie pueda oírme, gritar a todo pulmón. Desgañitarme, rugir, llorar a berridos hasta que no me quede nada dentro, nada. Ni dolor, ni pena, ni ganas de verle, ni necesidad de sus besos. Ni recuerdos, que me vienen a la cabeza una y otra vez, por la espalda, a traición, como una puñalada.

Que no me arrepiento de nada es cierto y también es cierto que me arrepiento de todo. De haber bajado la guardia tan rápido, de haberme atrevido a mirarme a través de sus ojos y creer lo que veía, de haber hablado sin morderme la lengua... de todas esas cosas que me han dado alegría y me han hecho feliz.

¿Y cómo controlar el deseo? Cierro los ojos y le recuerdo a mi lado, jugando a despertarme con besos, quitándonos la ropa poco a poco, el calor de su piel bajo los dedos, mis gemidos en el aire, su respiración en el hueco del cuello, cómo le hacía vibrar... Eso también necesito olvidarlo. Meterse en la cama, extender las manos y encontrar sólo el vacío me parece demasiado castigo.

Es un constante echarle de menos, mirar el móvil buscando un mensaje que no va a llegar, tropezar con su foto y quedarme atrapada en su sonrisa otra vez, tener ganas de escribirle, leerle, llamarle, oírle. Y soñar, imaginar que vuelve. Que vuelve, maldita sea, este mismo día o mañana o dentro de una semana, con la sonrisa puesta y ganas de volver a intentarlo. Si volviera, pienso, me encontraría esperando.

O no, porque la vida sigue y yo, también.

Mjo