domingo, 29 de agosto de 2021

EXORCISMO

Ya que contigo ha sido imposible, he tenido largas conversaciones con tu sombra, que en los últimos tiempos ha vivido pegada a mis talones. Como tú, la mayoría de las veces no contesta; se limita a quedarse mirándome hasta que acabo y, después, se olvida de mí. Yo le hablo de cómo ha ido el día, los planes para el fin de semana o de mi equipo, que ha ganado o vuelto a perder. Supongo que preferiría que la dejara marchar, pero no puedo hacerlo todavía. Me cuesta demasiado pensar en romper el frágil vínculo que aún nos une. 

Intento no ponerme demasiado dramática, pero, tarde o temprano, cedo a la tentación y le digo todo lo que no fui capaz de decirte a ti. Le cuento cuánto me gustaban tus abrazos y besos, cómo temblaba por dentro cada vez que me tocabas, lo mucho que te echo de menos cada día y que fui feliz contigo, aunque fuera a ratos y durara poco. Si el día ha sido difícil, acabo contándole las veces que me hiciste daño, lo que he llorado tu ausencia y la tristeza que, desde hace semanas, va conmigo a todas partes, a pesar de que nadie lo sepa porque sigo sonriendo como si no pasara nada. No pierde la compostura nunca, es inmune a mi ridículo y, como mucho, se conforma con apartar la mirada y esperar que pase la tormenta. 

Fantaseo con ella, imaginando que se tumba a mi lado cuando me acuesto y me abraza hasta que me duermo, que me canta una canción al oído y, cuando cree que no puedo verla, me mira y sonríe. Vigila mis sueños, espanta a los monstruos que viven debajo de mi cama y me tapa para que no tenga frío. Si se me ocurre soñar contigo, me coge de la mano y ahuyenta los recuerdos para que, al despertar, ya no me duelan. Casi nunca funciona, pero al menos lo intenta. Después despierto y descubro que no es más que una triste fantasía, que sigo estando sola. Y cansada. Y ya está bien. 

Anoche, por primera vez en meses, no dormí sola y esta vez era real. Cuando llegó la calma y el silencio, me di la vuelta en la cama y allí estaba tu sombra, mirándome enfurruñada, preguntándome quién era el que ocupaba tu sitio a mi lado. "No te importa", le dije, "ya iba siendo hora". Soltó un resoplido de desdén y se marchó sin mirar atrás. "¡Ya me echarás de menos!", gritó antes de cerrar la puerta, y su voz quedó flotando en el aire hasta que salió por la ventana y se perdió en la noche. Me quedé dormida y no tuve sueños, ni contigo ni sin ti, y empiezo a pensar que tienen mis males remedio, que saldré de ésta y mañana... Mañana será otro día. 

Acabo de volver a casa y tu sombra no me esperaba sentada en el sofá. Y me da igual.

Mjo