Se
acercó con miedo al tocador y contempló su reflejo. Sí, ahí estaba su cabeza,
justo donde debía estar. ¡Y entera! El pelo revuelto, los ojos miopes, las
orejas algo despegadas, la nariz un poco torcida y la boca que tanto le gustaba
a su novia. Todo parecía estar en su sitio, pero ¿funcionaría? Probó a sonreír
y sonrió. Bien. Intentó guiñar un ojo y pudo hacerlo. Se tocó las mejillas y
rascaban. Le iba a tocar afeitarse otra vez, con lo mal que lo pasaba. Igual
podía aguantar uno o dos días más, ya lo decidiría por la mañana.
-
Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella? – A Daniel, que había
olvidado que Carla se había quedado a dormir en su casa esa noche, se le escapó
un grito-. ¿Se puede saber qué narices haces delante del espejo? ¡Que son las
tres de la mañana!
-
¿Qué quieres? – Replicó, llevándose la mano al corazón-, ¿matarme de un susto?
Anda, vuelve a dormirte.