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jueves, 15 de julio de 2021

DA NANG

Alrededor, los restos del naufragio repartidos por toda la estancia. El vestido de Alma, estampado de rosas rojas sobre fondo negro, había quedado tirado a medio camino entre un sillón y el suelo. Las enaguas que le daban movimiento y volumen a la falda quedaron colgadas en el respaldo de una silla. Los zapatos, de charol negro y con tacón fino, habían salido volando para aterrizar junto a la puerta que daba acceso al baño. El sujetador y las bragas, de encaje rosado, se habían perdido entre las sábanas bajo las que se enredaron sus cuerpos. La ropa de Mike, una cazadora negra con el nombre del instituto bordado en la espalda, una camiseta blanca de manga corta y unos tejanos con los bajos raídos, marcaban el camino que habían recorrido desde la puerta de la fría e impersonal habitación de hotel hasta la cama, tamaño king size, que ocupaba gran parte del espacio disponible. 

Si hizo calor, no lo notaron. Si hizo frío, tampoco. No oyeron el zumbido del motor de la mini nevera al ponerse en marcha, la música que sonaba al otro lado del pasillo, los reproches airados que se lanzaban la pareja de la habitación contigua ni el ruido, casi insoportable, del tráfico en la autopista cercana. No sintieron el olor acre que salía de las cañerías del lavabo ni el aceitoso que, por los conductos del aire acondicionado, llegaba desde la hamburguesería de la planta baja. No vieron los pedazos de papel que colgaban de las paredes, las manchas de humedad del techo ni las grietas del espejo sobre la cómoda. No se dieron cuenta de lo ásperas que eran las sábanas ni que en la moqueta se acumulaba el polvo de días o, quizá, semanas. No oyeron, no vieron, no olieron, no sintieron ni saborearon nada que no fuera el tacto de sus pieles, los susurros de sus voces en el oído, el olor de todos sus rincones, el brillo de sus ojos, el sabor de sus bocas. 

Se olvidaron del tiempo y se perdieron uno dentro del otro, una vez y otra y otra y otra más, y no parecía suficiente, porque acumulaban hambre y sed de meses. Sentían que no les alcanzaban las manos para tocarse, las bocas para besarse, los ojos para mirarse, el tiempo para amarse como necesitaban hacerlo, porque se acercaba la hora y lo sabían. Podían sentir cada segundo que resbalaba por la manecilla del reloj y el corazón se les iba en aprovecharlos todos, hasta el último, hasta que no pudieran más, hasta que llegara el inevitable final. 

Se juraron amor eterno, sabiendo que la eternidad podía durar una vida entera, diez años, tres meses o doce horas. Se dijeron todas las palabras, se cantaron todas las canciones, se mintieron una y otra vez mientras la tarde se convertía en noche y la noche se volvía día. Y con las primeras luces, se rompió la magia y se obligaron a despertar del sueño. 

Se miraron a los ojos de verdad y, por primera vez, se vieron como realmente eran. Alma, con el pelo revuelto, el maquillaje corrido y la sonrisa triste, no era la jovencita alegre y cariñosa que Mike había inventado, la tarde anterior, en la penumbra gris del bar. Mike no aparentaba ni la mitad de los años que aseguraba tener, lucía restos de acné en la frente e inocencia en la mirada. Ella, un alma vieja y cansada. Él, un niño que apenas empezaba a volar y ya sentía el vértigo de la muerte aferrado a sus entrañas. Se buscaron a conciencia y sólo encontraron dos extraños que la soledad había unido por unas horas y consiguieron fingir una sonrisa de salir de la cama y recuperar las ropas y la dignidad perdidas. 

Mike miró hacia otro lado, con las mejillas ardiendo, al ver el cuerpo desnudo de Alma a la luz del día. Tenía una cicatriz en la cadera izquierda y lunares diseminados por toda la espalda. Se preguntó qué dibujo saldría si los uniera todos con un bolígrafo de color rojo y se le escapó una carcajada leve y explosiva. Alma le miró por encima del hombro y no supo interpretar la expresión soñadora de su rostro. ¿Qué hacía con aquel hombre a medio terminar? ¿Es que nunca iba a dejar de equivocarse? No, se dijo, está claro que no. Se sentó en la cama y agachó la cabeza. Estaba avergonzada, triste, desesperada. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y se mordió el labio inferior para cortar el drama, ya había hecho bastante el ridículo por un día. 

Mike, que andaba peleando con el equilibrio mientras se ponía los pantalones, la observaba de reojo y notó su pena. Dejó que la prenda cayera al suelo y se acercó a ella. Por unos segundos, dudó que debía hacer. Le fallaba la imaginación y la experiencia, como casi siempre, y se quedó de pie frente a ella, inmóvil. Alma, con la cabeza entre las manos y los codos apoyados en las rodillas, veía la punta de sus pies, embutidos en unos calcetines blancos, y guardaba silencio. ¿No tenía que irse ya? Le había dicho algo sobre un autobús, con destino a Nueva York, que no podía perder. ¿Por qué no se iba de una vez? Tenía ganas de gritar, cogerle del brazo y echarle de la habitación, pero la había pagado él y, además, seguía desnudo, sólo con los calcetines blancos arrugados en los tobillos. No podía hacerlo. Por Dios, no era más que un niño y, en el fondo, nada de lo que había pasado era culpa suya. Cerró los ojos, cayó la primera lágrima y todas las demás fueron detrás. Él suspiró, se agachó, le levantó la cara y se la limpió con delicadeza. Después dibujó una sonrisa de diablillo travieso, le dio un beso en la frente y le acarició el pelo con ternura. Ella cerró los ojos y se dejó mimar, sintiendo algo de paz y un vacío enorme allí donde una vez estuvo su corazón. 

- Lo siento - susurró, sin atreverse a mirarle. 

- No importa - contestó Mike, pensando en la despedida. No era ni la mujer de sus sueños ni el amor de su vida, pero había sido ambas cosas durante unas horas y él, a pesar de todo, era un caballero-. Me gustaría quedarme, pero no puedo. Tengo que... 

- ... coger un autobús, lo recuerdo. Nueva York, ¿verdad? - Él asintió, sintiendo de nuevo el miedo en el fondo de la garganta-. ¿A qué hora sale?

- Dentro de veinte minutos. Más vale que me ponga en marcha de una vez. No voy a poder ducharme - Se levantó y empezó a vestirse tan rápido como pudo-. Ni desayunar. 

- ¿Tienes hambre? 

- En realidad, no.

- Los nervios del viaje.

- Sí, será eso... 

Se puso la camiseta arrugada, se dio cuenta de que estaba al revés y, maldiciendo, volvió a quitársela para darle la vuelta y ponérsela otra vez. Se situó delante del espejo, se pasó la mano por el pelo para ordenar los mechones revueltos y abandonó al cuarto intento. Qué más daba, si le cortarían el pelo en cuanto llegara al cuartel. Cogió el petate, que había dejado tirado de cualquier manera junto a la puerta, se echó la cazadora al hombro y miró a Alma, que seguía sentada al borde de la cama, atenta a todos sus movimientos. Tenía manchas de rimel en las mejillas y estaba pálida, pero había dejado de llorar. 

- Bueno - dijo Mike, echando un vistazo alrededor para asegurarse de que no se dejaba olvidado nada. 

- Bueno - repitió Alma, poniéndose en pie-. Que tengas un buen viaje...

- Mike, me llamo Mike - Le tendió la mano, vio lo absurdo del gesto y la retiró casi al instante. 

- Yo soy Alma - Se puso de puntillas y le dio un beso en la punta de la nariz-. Cuídate, Mike. 

- Haré lo que pueda. 

Sonrió por última vez y salió de la habitación sin mirar atrás. Bajó las escaleras de dos en dos, atravesó el aparcamiento a la carrera y se subió al autobús justo antes de que cerraran las puertas. Se sentó al final, lejos de los demás pasajeros que, a esa hora, aprovechaban el tiempo para recuperar el sueño perdido. Después de un par de maniobras, salieron a la autopista y se unieron al tráfico. Mike, demasiado nervioso como para contemplar el paisaje al otro lado de la ventanilla, sacó la carta del bolsillo exterior del petate y volvió a leerla. Lo había hecho tantas veces que podía recitar su contenido de memoria y, a pesar de todo, seguía pareciendo una maldita pesadilla de la que esperaba despertar en cualquier momento. Sus ojos se deslizaron por la página a toda velocidad y se detuvieron antes de llegar a las últimas palabras: "... de donde zarpará con destino Da Nang, Vietnam del Sur". 

- Bueno - dijo a su reflejo en el cristal -, al menos, no morirás siendo virgen. 

Acomodó la postura, cerró los ojos y se quedó dormido al instante. 


Mjo

15-07-2021



domingo, 20 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (6)

  8 - OCTUBRE - 2016, Sábado (Despedida y cierre: Firenze-Barcelona)   

Qué decepción. He venido hasta Careggi para visitar la villa Medici a pesar de que el día amaneció gris y al llegar aquí empezó a llover. Me he pegado la pateada de mi vida alrededor del pueblo porque nadie ha sabido indicarme bien cómo llegar y justo cuando estaba a punto de abandonar, voy y encuentro la entrada a la Villa. Y ahora viene la parte de la decepción enorme.

Villa Medici, en Careggi. 
No he podido llegar porque el acceso está en obras de renovación o arreglo o "vamos a tocar las narices al pobre turista que venga hasta aquí" y, por lo tanto, cerrado. Cabezona como soy, me he metido por un camino lateral que se perdía entre la arboleda que rodea la propiedad y he conseguido llegar hasta una entrada, por supuesto cerrada, desde la que he podido ver una parte (minúscula) del jardín y una parte (minúscula también) de la villa. He hecho un par de fotos, le he prometido a Lorenzo que volveré la próxima vez que venga a Firenze y, cogiendo mi decepción y mis ganas de llorar a moco tendido, me he subido a otro autobús que me lleva de vuelta a la ciudad.

Para colmo de desdichas, llueve de verdad. Nada de cuatro gotas, no. Llueve en serio. Vaya manera de despedirme de la ciudad.
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Lateral del Duomo
Qué lástima de día. Así no hay quien se despida de la ciudad como debe ser. Llueve a ratos, hace frío, tengo los pies empapados y me duele la cabeza. Encima es sábado y han llegado unos diez millones de turistas nuevos que andan, paraguas en mano, mirando a todas partes menos al frente. O andas con cuidado o acaban por sacarte un ojo. He ido hasta el Ponte Vecchio, a la Piazza della Signoria y he acabado en la Piazza del Duomo para comer antes de la una del mediodía. Estoy cansada de andar y tengo hambre, así que... Es lo bueno de viajar sola: no tienes que depender de nadie para nada. Cuando salga, compraré la pasta y me iré directa al hotel. Hasta las siete o así no saldré para el aeropuerto pero¿ qué narices se puede hacer con el tiempo así de mal? Pues reírse de los demas, internamente.

En la mesa de al lado se ha sentado una pareja italiana de mediana edad. Ella no lo sé pero él tiene una pinta de repelente... Pinta que se ha confirmado cuando le han traído la copa de vino y ha empezado a olerla y probarla con cara de éxtasis. Tontos que van de entendidos los hay en todas partes, está claro.  Y de vino quizá entienda pero cuando me han traído mis regatoni all'amatricciana se le han salido los ojos de las órbitas y ha preguntado a la camarera qué eran. Espero que los haya pedido porque ¡están buenísimos!
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Bueno, pues este viaje ha llegado a su fin antes de lo previsto. Esta claro que no puedo venir a Firenze y escapar de la lluvia. He vuelto al hotel con los pies empapados por completo y triste hasta decir basta. Qué manera más triste de despedirme,
Battistero di San Giovanni
con un tiempo tan malo... Aún así, hay algo positivo y es que no me tocaba hacer ninguna cola para entrar en algún museo. Las colas para el Campanille o l'Accademia eran terribles y más al aire libre. Cómo se nota que es fin de semana, hay zonas por las que casi no se puede andar sin tropezar con un turista despistado que, guía en mano, va buscando tal o cual lugar de interés. No sé si compadecerles por el primer mal día en la ciudad o felicitarles porque acaban de llegar y aún les queda mucho por ver. En cualquier caso, que la disfruten mucho. Si se abren a ella, Firenze les regalará una experiencia inolvidable, con o sin lluvia.

Piazza della Signoria, Palazzo Vecchio
Campanile en un charco
En cuanto a mi... Creo que este viaje ha cumplido con las expectativas que tenía. Me he reecontrado con una ciudad de la que tenía buenos recuerdos y, por qué no reconocerlo, una visión romántica que no se ajustaba del todo a la realidad. Siempre he dicho que no me gustan esos viajes que te llevan de un sitio para otro sin tiempo más que para ver lo imprescindible. Los he hecho pero no me gustan. Hay ciudades que no se pueden ver, conocer, en uno o dos días por pequeñas que sean. Hay que conocerlas poco a poco, quitarles una capa detrás de otra con cariño. Hay que perderse en sus calles, tropezar con sus gentes, ver las zonas menos bonitas y encontrar pequeños tesoros. A veces, una planta naciendo de un zapato viejo, a modo de maceta, es el detalle que te arranca la primera o la última sonrisa del día. Tienes que dejarte los pies caminando, los ojos leyendo las placas conmemorativas, las manos rozando sus paredes, los oídos intentando entender su idioma y la nariz siguiendo los rastros de su cocina. Tienes que mimetizarte con ella, dejar que te asalte en una esquina y te robe el aliento. Tienes que acostarte agotada por pasear y levantarte deseando salir de nuevo a tomarla por sorpresa. Hay ciudades que no se pueden ver, se tienen que conocer porque sólo así consigues verlas tal y como son, únicas y auténticas, y amarlas sin remedio.
Torre de la Signoria, reflejo

Siempre he tenido una inclinación por Italia, no sé por qué. Me gusta la historia y el arte, eso es cierto, pero hay algo en este país que me atrae de una manera muy especial. Y no sé por qué, tampoco, Firenze se ha convertido en mi ciudad favorita. Roma me encantó, con tanto monumento arqueológico y tanta historia sangrienta ¿cómo no caer rendida a los pies de sus siete colinas? De Venezia te tienes que enamorar sí o sí; quien diga lo contrario tiene menos sensibilidad que un pimiento. Es una delicia caminar esquivando canales y encontar rincones que no salen en las guías. Recuerdo una plaza cuadrada a la que llegamos no sé cómo, en la que había un pozo antiguo en el centro y de los balcones colgaba ropa puesta a secar; me pareció preciosa, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel rincón y, en cualquier momento, Casanova fuera a aparecer despidiéndose de la enamorada de turno. Verona, Padova, Milán... Las vi tan rápido que no me dejaron muy buen recuerdo, aunque soy consciente de que, al menos la dos primeras, merecen una segunda vista de confirmación. O de reconciliación, mejor dicho.

Ponte Vecchio, bajo la luz gris de un día de otoño. Sigue siendo precioso
Firenze la he visto... No, empiezo mal. En Firenze he estado tres veces. La primera, con el cole, llovió a mares y recuerdo poca cosa más, excepto que nos perdimos y tuvimos que preguntar por el restaurante, que estaba en la via Reparata, como un millón de veces. En esa ocasión no hubo visita a museos ni ninguna otra cosa que se le pareciera porque tendría algún recuerdo, por pequeño que fuera y no, no hay nada más. Tenía 18 años y estaba, sospecho, más interesada en los italianos (por los que también tengo una debilidad más que acusada, ese acentillo que tienen... ais) que en la ciudad.
Campanile y Cùpula del Duomo

La segunda vez vine tres días con mi hermana y qué diferente fue. También llovía pero era febrero y tampoco es que eso se salga de lo normal. Reservamos entradas para la Galeria degli Ufizzi y l'Accademia por internet y pasamos dos tardes memorables contemplando las mismas obras de arte que habíamos estudiado en el colegio y por las mañanas paseamos por el Duomo, la Santa Croce y subimos a lo más alto del Campanile para ver la ciudad entera a nuestros pies. Tengo un recuerdo imborrable de esos tres días y me juego el cuello que a mi hermana le pasa lo mismo.

Pero esta vez ha sido un enamoramiento total y absoluto. Quizá influya el momento en el que he venido pero realmente ha sido especial. A pesar de haber pasado seis días recorriendo sus calles y visitando sus museos, me quedo con la sensación de tener todavía demasiadas cosas que ver. Más museos, más plazas, más iglesias, más puentes sobre el Arno, más ciudades cercanas. Y sí, ¡más Medici jajajaja! Me queda pendiente también regañar un poquito a Beatrice, a ver si me echa una manita en las cosas del corazón porque la vez anterior me ignoró soberanamente y está claro que necesito ayuda en este campo.

No ha sido un año fácil para mí. Empecé con muchas ilusiones y se me rompieron tan pronto que aún no estoy segura de haberlo asimilado; he estado (y en cierta manera sigo estando) perdida desde ese momento. Necesitaba con urgencia pasar tiempo conmigo, lejos de mi ambiente habitual, y escucharme. No sé por qué pero se me ocurrió que así conseguiría encontrar las respuestas a las preguntas que no dejo de hacerme y dejar atrás parte de mi carga. Creo que ha funcionado, en parte al menos. Naturalmente, las cosas todavía me estarán esperando cuando vuelva a casa pero empiezo a ver algo de claridad. No va a ser fácil ni pasará de la noche a la mañana pero, tarde o temprano, acabará. Seguro.
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Puesta de sol entre dos rachas de lluvia.
Hice una pausa porque salió el sol y me escapé para una última visita. A mi me va a cosar una enfermedad dejar esta ciudad. En cuanto he llegado a la Piazza della Signoria se me han saltado las lágrimas (otra vez), es como si me despidiera de alguien muy querido. ¿Recuerdas cómo me siento cuando me voy de Adrall? Bueno, pues es algo muy parecido, una sensación de pérdida enorme. ¡Y es absurdo! Tampoco me llevo tantos recuerdos de aquí. A ver, qué sí pero sólo he estado seis días. Intensos, sí, pero seis. Y parece que he estado toda la vida aquí. ¡Se me va la cabeza, jajajaja! En cualquier caso, volveré. No sé cuándo, cómo o con quién pero que volveré lo sé ya.

Recojo el chiringuito, el taxi llegará en veinte minutos como mucho. Se acaba un sueño, a partir del lunes me toca enfrentarme otra vez con la realidad.

No le digo adios a Florencia, sino "ciao, ci si vede presto". 

Mjo



Algunas paredes hablan y van directas al corazón. Ésta estaba en Careggi. 







domingo, 13 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (5)

  7 - OCTUBRE - 2016, Viernes (Villa Medici, Fiesole, Duomo)    


Por Dios, ¡qué odisea para coger el autobús hasta Fiesole! Por un día que no me pierdo para llegar al sitio...

Anoche le pregunté al recepcionista dónde tenía que coger el autobús y me dijo que en la Piazza San Marco, el nº 7. Genial, porque llegar hasta allí sera camino conocido así que sin problemas. O eso creía yo.

Al llegar a laPiazza había una manifestación de estudiantes, así que estaba llena a petar. Para colmo, encuentro la parada y, sorpresa, ¡está chiusa! Hay obras en la zona y han cerrado la parada. Opté por la salida fácil y pregunté a un policia y a un señor que, muy amable, me dijo dónde cogerlo después de dar una vuelta entera a la plaza. Encuentro la parada, llego justo cuando el bus está a punto de salir, subo de un (grácil) salto y la conductora me dice que no tiene billetes. Ante mi cara de pasmo, me dice que que vuelva a la plaza y pruebe en la caseta o en la máquina que hay al lado. Me bajo mientras me pregunto ¿COMO ES POSIBLE QUE NO TENGAN BILLETES EN EL AUTOBUS? En fin, vuelvo a la piazza, encuentro la máquina, compro el billete y deshago el camino hasta la parada. Por suerte, el siguiente autobús ha venido en diez minutos y no he tenido más líos. Ahora voy de camino a Fiesole, no llueve y parece que el sol quiere salir. Las cosas mejoran.
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Entrada principal de Villa Medici, Fiesole
Esta visita la haré sola, sola de verdad. Al llegar a la Villa Medici, que me ha costado un poco encontrar, me han entregado un pequeño plano de los jardines, la única parte que está abierta al público. La casa, por ser de propiedad privada, queda fuera de mi alcance. También me han dejado un libro que cuenta la historia de la villa desde su construcción, parece interesante pero al estar escrito en italiano e inglés, me servirá de poco más que de guía.
Primer jardín

Los jardines están dispuestos en tres terrazas. El primero, situado delante de la casa, es una extensión rectangular con limoneros pequeños dispuestos en grandes maceteros y cesped bien cuidado. A un lado, algo más elevado, una pequeña alameda bordeada de rosales recién podados. Al otro... unas vistas increíbles de todo el valle con Firenze en el horizonte. No vivían mal estos Medici, pero nada, nada mal. Lo mejor de todo es el silencio, roto sólo por el trino de algunos pájaros y el motor distante de los coches que suben o bajan al pueblo.

Segundo jardín
El siguiente jardín es, para mi gusto, mucho más hermoso y privado. No sé si pertenece a lo que parecen dos viviendas pero me costó muy poco imaginarme viviendo allí. De verdad que se respira tranquilidad en esta zona, con su diseño geométrico y sus flores poniendo un toque de discreto color en los setos bien recortados. Delante de la casa de la derecha había una mesa y varias sillas de jardín. Me dieron ganas de bajar, sentarme y disfrutar del paisaje, pero no lo hice porque no se podía pasar, así que seguí el camino y salí al último rincón, al final de la terraza inferior. Aquí sí, me he quitado la chaqueta porque el sol apretaba, he abierto el libro y, al llegar a un punto en concreto,  mi imaginación ha echado a volar obligándome a sacar la libreta y ponerme a escribir.

Sueña. Imagina. Escribe.
Estoy en Villa Medici, en Fiesole, viendo lo mismo que, con los cambios lógicos por el paso del tiempo, Lorenzo il Magnifico veía al asomarse por la ventana de su habitación. En el libro hay una foto tomada desde ese punto. Tomando como referencia el Duomo y su Cúpula, he conseguido localizarla y estoy asquerosamente emocionada. Aún a riesgo que alguien piense que estoy como una cabra, no sin razón, estoy invocando con la mente el espíritu de Lorenzo pero debe andar liado y, de momento, no aparece. O quizá está leyendo por encima por encima de mi hombro, sin entender más que su nombre, preguntándose qué hace esta extranjera que desde ayer le sigue por toda la ciudad, que estuvo a punto de llorar al ver su tumba y hoy de nuevo se le saltan las lágrimas al cruzar sus jardines.

"¿Qué querrá de mi? ¿Dinero, tierras, un título?" se preguntará. Pero la respuesta es mucho más sencilla: quiero viajar en el tiempo hasta su época, vivir Firenze tal y como era cuando él gobernaba. Me gustaría conocer a Donatello, Pico Della Mirandola, Botticelli, Michelangelo, Leonardo y a tantos otros. Quisiera ver un Palio en la Piazza della Santa Croce y disfrutar de un scoppio del carro, en Semana Santa, con sus desfiles de hombres solemnes. Quiero vivir un carnaval en sus calles y estar en el Duomo cuando los Pazzi ataquen y después ver cómo se toma la justicia el pueblo en la Piazza de la Signoria y el Palazzo Vecchio. Quiero llorar a Giuliano y ver a Madonna Lucrezia mantener el tipo. Me gustaría ver cómo el Davide cruza la ciudad entera para presidir la Piazza, en una caravana de cinco días que asombró a todas sus gentes.

Pero sobre todas las cosas, quiero sentarme aquí, en este jardín silencioso, y disfrutar de un buen vino toscano mientras Lorenzo y su Accademia Platoniana discuten de filosofía, intentando cambiar el mundo o, al menos, hacerlo más hermoso. Prometo no contárselo a nadie cuando vuelva, sería un secreto entre Il Magnifico y yo. ¿Me llevas, Lorenzo, sólo por unas horas?

Se oyen las campanas desde Fiesole y, algo más lejos, las de Firenze. Más vale que vuelva a la realidad.
Firenze, vista desde los jardines de la Villa Medici de Fiesole
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Estaba repasando lo que escribí hoy de la visita a Fiesole y me acordé que hay otra villa Medici en Careggi. Se me ocurrió mirar si estaba muy lejos de aquí y está a 20 minutos. El bus se coge detrás del hotel. No hay que pagar entrada. Y si me quedo por aquí, gastaré más dinero. Así que creo que voy a ir a verla mañana por la mañana. Puedo volver para comer, comprar lo que me queda y volver a tiempo para ir al aeropuerto. Pues ya está, mañana ¡a Careggi!
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Mis tres velas en el Duomo
Dante, restaurado
He pasado la tarde en el Duomo, que es lo que me faltaba por visitar. Después del silencio de esta mañana, el ruido de la Piazza. Qué contraste. Hago un ratito de cola y cuando entro, como era de esperar, me encuentro con un montón de gente que, como yo,  se dedica a dar vueltas siguiendo la ruta más o menos marcada. Lo que más miradas atrae es, inevitablemente, la Cúpula y sus magníficos frescos. A pesar de haberlos visto de cerca hace dos o tres días, me siguen pareciendo espectaculares. Me entretengo haciendo fotos de todas las zonas, rezando para que alguna valga la pena. En el móvil se ven bastante bien pero me da miedo que al ampliarlas se vean pixeladas, borrosas, porque me gustaría hacer un album cuando vuelva. Da igual, ya lo pensaré.

Suelo del Duomo
Suelo del Duomo
El cuadro de Dante, con la ciudad de Firenze a un lado y su colina con los siete pecados de "La Divina Comedia", tiene mejor pinta que la última vez; los colores se ven más vivos y se distinguen mucho mejor las figuras. Seguramente lo habrán restaurado. En uno de los candelabros enciendo tres velas que pongo juntas en un rincón, nunca está de más un poquito de ayuda divina. Y sigo con la visita, mirando tanto a las alturas como al mismo suelo. Me encanta la disposición de los mármoles siguiendo patrones diferentes en cada zona de la catedral. Cuando me encaminaba hacia la salida, encontré un escudo de los Medici en el suelo y pensé que quizá marcaba el lugar donde Giuliano cayó muerto... pero no he podido encontrar información al respecto.

Suelo del Duomo
Suelo del Duomo
Y salí en busca de la Chiesa de Dante, a ver si por fin podía tener mi conversación pendiente con Beatrice. Esta vez la encontré a la primera pero, por desgracia, estaba cerrada. Voy a tener que dejar la charla aplazada para la próxima ocasión, por esta vez se libra de la regañina.  Así que decido dedicarme a caminar sin rumbo fijo por esa zona de la ciudad. Llego hasta la Piazza della Signoria, entro al Palazzo por un lado y salgo por el contrario y, finalmente, acabo sentada de nuevo en la Loggia. Saco el ebook y me pierdo un rato con Salvo Montalbano. Mis tripas empiezan a quejarse justo cuando el inspector encuentra una pista crucial para resolver el segundo caso del libro, así que recojo el campamento, compro algo para cenar de vuelta al hotel y me tiro en la cama hasta que los culpables son descubiertos y Salvo triunfa.

Mañana, más. Mañana despedida y cierre. Todavía me queda un día y ya me siento muy, muy triste.

Mjo
 




Parte central de la Cúpula




domingo, 6 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (4)

  6- OCTUBRE - 2016, Jueves (Capella Medicee, San Lorenzo, Biblioteca Laurenziana, Galeria dell'Accademia)    

Por fin estoy en la Capella Medicee. Y, por una vez, llegué sin perderme. Anoche busqué el itinerario en el Google Maps del móvil y fui haciendo fotos, cosa que ha funcionado bastante bien. Voy a empezar la visita, a ver qué cosas encuentro de mis queridos Medici. Lorenzo, ¡allá voy!
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Cúpula de la Capella dei Principi
Suelo de la Capilla
Carpe Diem.
Entrar en la Capella dei Principi (Capilla de los Príncipes) es, literarlmente, quedarse sin habla. Lástima que una parte esté en proceso de restauración y falten algunas figuras. Aún así, el mármol de todos los colores posibles te deja con la boca abierta. Me he sentado en el suelo, apoyada contra la pared de madera que tapa una de las zonas de restauración y he sacado la libreta. Escribo y miro alrededor, sin importarme que algunas personas me miren con cara rara. De repente, me veo el tatuaje de "Carpe Diem", observo el lugar en el que me encuentro y se me saltan las lágrimas. ¿Síndrome de Stendhal, quizá? ¿O la sensación de haber recorrido un largo camino hasta llegar aquí y empiezo a liberarme del peso? No lo sé pero aquí, en este lugar donde la gente habla en susurros, pongo punto y final a una etapa de mi vida y me propongo empezar otra nueva, distinta. Si en algún momento pensé que este viaje podía ser un error, me equivocaba. Ha sido todo un acierto. Vine buscando respuestas y las estoy encontrando.
Uno de los sepulcros de la Capella
Altar
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Y ya está, encontré a Lorenzo y a Giuliano. Cómo no, juntos. Lo cierto es que, a pesar de la temprana muerte de Giuliano, es difícil separar la figura de un hermano de la del otro.
Tumba de Lorenzo y Giuliano de Medici

"Conocí" a Lorenzo Il Magnifico gracias a una novela, que no sé cuánto de verdad encierra, que narra sus amores con una chica que ni siquiera sé si existió. Soy consciente que el Lorenzo que dibuja seguramente está muy lejos del auténtico. Producto de su tiempo, en más de una ocasión debió mancharse las manos de sangre, directa o indirectamente. Pero su papel como mecenas de Botticelli, Michelangelo, Leonardo y tantos otros, la luz que dio a Firenze y la historia que escribió es más que suficiente para ser admirado y recordado. Esta ciudad no sería lo que es sin él, sin ellos. Il Magnifico es, junto con Cesare Borgia, uno de mis personajes históricos favoritos. He leído mucho sobre él y su época y estar aquí, cerca de donde reposan sus restos, francamente me toca el alma. Este viaje está siendo todo lo que esperaba y más.

Inscripción al pie de la tumba
Me gustaría saber cuántos de los que están en esta sala, llamada Sagrestia Nuova, pequeña y casi insignificante después de la Capilla de los Príncipes, sabe algo sobre su figura. En la placa conmemorativa que hay al pie de la tumba, hablan de la conjura de los Pazzi. ¿Sabrá alguien de que se trata? ¿O dispararán las cámaras porque es lo que toca y, cuando salgan, se olvidarán de lo que han visto? No creo que haya muchos que le admiren como yo. Aún a riesgo de sonar exagerada, tengo un pellizco en el corazón. Daré una última vuelta a la sala, contemplando las esculturas de Michelangelo, y después me despediré de "mi" Lorenzo para seguir con la visita.

Tumba de Giuliano, Duque de Nemours
Addio, Lorenzo, resta in pace.
Tumba de Lorenzo, Duque de Urbino

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Me estoy acordando del viaje a USA hace unos años. El día que estuvimos en Owensboro con Nicky y pasó un rato con nosotros, me llevé tal impresión que pasé horas en las nubes. Bueno, pues creo que el "contacto" con los Medici de esta mañana ha tenido más o menos el mismo efecto. Lorenzo debe estar partiéndose de risa en su tumba, "todavía tengo efecto sobre las mujeres", pensará. Sobre las demás no sé pero sobre mí, está claro que sí. Es una de las visitas que más me han gustado y me he quedado con las ganas de comprar algún libro que hablara de él pero ninguno estaba en español y, francamente, no me veo con ánimos de leer no sé cuántas páginas en inglés o italiano. Tendré que conformarme con el que compré ayer y seguir buscando por Barcelona.
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Chiostro dei Canonici
Yo y los claustros. Me encantan. Paseando por el Chiostro dei Canonici (Claustro de los Canónigos) antes de entrar en la Biblioteca Laurenziana, me imaginaba a los monjes que en sus años debían vivir allí y me daba envidia. ¿Qué tienen estos lugares que destilan paz aún estando llenos de gente? Es como si el silencio reinara por encima de las conversaciones. O quizá es que, yendo sola, me es más fácil aislarme del ruido que me rodea para concentrarme en mis sensaciones. Seguramente será lo último. Decidido. Como me toque la lotería, me construyo un claustro como éste.

Biblioteca Laurenziana
 La biblioteca es impresionante. Bueno, en realidad no es una biblioteca como la imaginaba. Es, más bien, una sala alargada con escriptoriums de madera a ambos lados, parecidos a los que debían usar los monjes en los antiguos monasterios para hacer sus trabajo de iluminación de libros. Allí he visto la exposición "Ad usum fratis" (que no sé lo qué significa porque no sé latín pero algo de frailes es, seguro), con muchos ejemplos de esos trabajos. Me parece increíble cómo podían hacer dibujos tan detallados en espacios tan diminutos. Me han llamado la atención algunos ejemplares con anotaciones al margen y uno en particular que parecía una sopa de letras muy muy primitiva.
Tumba de Cosimo Medici, Pater Patriae


En la parte de abajo está la cripta donde está enterrado Cosimo de Medici, al que otorgaron el título de "Pater Patriae" (Padre de la Patria) después de su muerte. Aunque el patriarca de la familia es Giovanni, con Cosimo se consagró realmente la relación entre los Medici y Firenze. Justo delante está enterrado Donatello. Entre ambos había una relación no sólo de mecenazgo sino de amistad, por lo que me parece lógico que incluso en la muerte permanezcan cerca el uno del otro.

Sigo, todavía me queda la iglesia. Cómo aprovecho el tiempo ¿eh?


Tumba de Donatello
Libro con miniatura iluminada












Yo y los claustros, una historia de amor

 











El Duomo y el Battistero, nunca demasiado lejos
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Fachada de la Basílica de San Lorenzo
San Lorenzo, obra de Brunelleschi, engaña cuando la ves por fuera. Comparada con el Duomo y la Santa Croce, su fachada parece desnuda, a medio hacer. En cambio, cuando entras, toda la sensación de simplicidad desaparece. Es amplia y luminosa, de paredes blancas salpicadas con tumbas a uno y otro lado. No abruma ni sobrecoge y aunque parece más sencilla en un primer vistazo, pronto te vas encontrado detalles lujosos. Y cómo no, la última obra de Donatello está en esta iglesia. Son dos púlpitos, el de la Pasión y el de la Resurreción, de bronce completamente esculpidos. Impresionantes, ambos, por los detalles y la perfección que tiene.

Cúpula de la Sagrestía Vecchia
La parte que más me ha gustado es la Sagrestia Vecchia, con su pequeña cúpula con su representación de las consteleaciones celestiales. No es que una lo sepa porque sí, pero me he pegado a una pareja que hablaba español y el hombre explicaba con detalle lo que había pintado. Los símbolos del zodiaco, algunas estrellas y algo más que no pillé porque se alejaban de mí y no quedaba bien que les siguiera.
Órgano
 
Nave central
Altar Mayor




Justo debajo está la Tumba de Cosimo
Para variar, no sé ni qué hora es pero mi estómago empieza a quejarse. He salido para buscar algún sitio donde comer y, por segunda vez en este día, se ha acercado alguien a preguntarme qué libro estoy leyendo. Al decirles que soy española y, de momento, no puedo leer en italiano se han quedado sorprendidos. En ambas ocasiones me han dicho que parecía italiana. Me he ido en busca del restaurante con una sonrisa de oreja a oreja.
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Ahora estoy sentada al sol en la calle dell'Accademia, esperando que llegue la hora de entrar. Me queda todavía un buen rato, pensé que era más tarde. No sé ni en la hora que vivo, tengo el reloj interno patas arriba. Mi hermana se reía y hablaba de jet lag. Sé que en estas distancias es imposible pero empiezo a pensar que algo así me pasa. Ahora se nubla un poco. En la tele dijeron esta mañana que se acerca un frente frío pero se supone que no va a llover hasta el domingo y para entonces ya estaré en casa. Que llueva o brille el sol me importará tres pepinos, estaré triste igual por dejar atrás esta preciosa ciudad. Me va a costar mucho volver a la vida real. ¡Si fue ayer que reservé el viaje! Qué lento pasa el tiempo cuando tienes una meta y qué rápido cuando estás pasándolo bien. Tendré que planear el próximo viaje, a saber para cuándo será...

Me parece que voy a ver si la Chiesa de San Marco está abierta. Estoy sentada en un mini-escalón y empiezo a no sentir el culo. Además, volvió el sol y me estoy asando. Total, está tan cerca que ni yo me puedo perder.
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Davide, de la cabeza a los pies
Sus manos, mi perdición
Galleria dell'Accademia, a los pies de Davide. Primera sorpresa: ahora ya no te puedes sentar en el suelo. ¿Cómo? La otra vez mi hermana y yo nos apoderamos de una esquina y estuvimos sentadas hasta que nos hartamos. De hecho, pasamos casi dos horas girando de un lado al otro, quedándonos con otros detalles. Fue una pasada. La sorpresa buena es que ahora SÍ se puede hacer fotos, siempre que no se usen trípodes ni palo-selfies ni, por supuesto, flash. Así que voy a documentar cada centímetro de la escultura más perfecta del mundo (según mi modesta opinión) para llevármelo a casa. Y eso incluye la entrepierna, por supuesto, aunque son sus manos lo que me siguen alucinando. No les falta ni un solo detalle. Los nudillos, las venas, los huesos esos de los que no sé los nombres... todo. Es hermosa, de principio a fin, hermosa. Detrás de mí hay una mujer que comenta a sus amigas, con aires de entendida, que no le gusta, que es demasiado perfecta. Pues para mí sigue estando muy por encima del resto, a mucha distancia de la siguiente obra maestra que pueda existir. Que algo así salga de un bloque de mármol, de la pericia de un hombre, es algo que me alucina y me da por pensar que es cierto eso que dicen, que las figuras existen en las piedras o los mármoles y el artista es el encargado de sacarlas a la luz, darles vida. Algo así como los orcos de Mordor cuando los sacan de aquella gelatina asquerosa pero cargado de belleza.

¿Habéis visto su nariz? Es perfecta
Y sí es cierto que su "cosita" es pequeña en comparación con el resto del cuerpo pero tengo una teoría (sin demostrar, por supuesto) y es que Michelangelo la estaba esculpiendo en un tamaño más adecuado pero se despistó con la belleza de su creación y de un mal martillazo, se cargó un trozo. Claro, tuvo que arreglarse con lo que quedaba pero vamos, que tampoco quedó demasiado mal. Y mejor lo dejo, ¡que se me va la imaginación y ésto puede acabar más verderón de lo que quiero, jajaja!

Así, sin censuras ni nada
Sigo pensando que L'Accademia pierde toda, o gran parte, de la gracia después de ver a Davide. Entras, pasas entre los "Esclavos" (esos bloques a medio tallar en los que parece que realmente esté la figura luchando por escapar de su encierro) y te encuentras con Davide para acabar de alucinar. Es una pena que los cuadros del resto del museo, casi todos siguiendo una temática religiosa, no se aprecian como es debido después de empacharte de la perfección. De todas formas, hay que verlos aunque sólo sea de pasada. Y, cómo mínimo, ¡para amortizar la entrada! Ah, no os olvideis la gallería donde es exponen modelos de esculturas utilizadas para otros monumentos o tumbas. Es impresionante.

Uno de los esclavos
Salgo casi cuando van a cerrar, otra vez. Compro un sandwich enfrente del museo mismo y me voy de vuelta al hotel. Por hoy ya está bien. Tengo los pies que no sé si son míos o del vecino del quinto.

Vista trasera. Interesante...
Mjo















Galeria de las esculturas.