Qué tendrá diciembre con sus noches largas y las luces de colores que asaltan las calles. Qué tendrá diciembre que provoca risas y llantos por igual. Qué tendrá diciembre, con su variedad de olores y sabores, los precios que suben, el ansia de gastar que nos invade, la necesidad de decir "te quiero", el papel de regalo, las cuentas a cero o casi. Qué tendrá diciembre, y su inevitable Navidad, que nos vuelve locos si es que alguna vez, en los doce meses, llegamos a estar cuerdos.
No hace mucho recordaba las tardes del día de Navidad de mi infancia, cuando la familia recogía los trastos después de comer y nos llevaban a Barcelona a ver el magnífico belén de El Corte Inglés de Plaza Catalunya. No sé los demás, pero yo lo vivía como una extraordinaria aventura. Las luces, la gente, el ruido, los muñecos que cantaban y se movían como por arte de magia, los niños ilusionados entregando sus cartas a los pajes reales y mis padres cogidos a mis manos, el único ancla que necesitaba para no perderme en el gentío. De regalo, una hamburguesa en el McDonald's y oye, qué rica la salsa y que quiero otra y otra... pero ya no saben igual, ¿sabes? Algo me han cambiado en la fórmula que son distintas. Aunque lo más probable es que la distinta sea yo.
¿Y qué decir de las comidas en familia? Hala, aquello sí que eran maratones de gula. Y todos éramos prácticamente iguales, y a nadie le había entrado todavía el ansia de ser más que nadie. No recuerdo la comida pero sí que había mucha, en mi familia no sabemos celebrar las cosas de otra manera. Pero no olvido las risas, las anécdotas de tiempos muy anteriores y mucho más duros, los villancicos cantados a tropezones (por qué no los escribiría cuando pude hacerlo, ahora ya no sé si podré recuperarlos alguna vez), los sorbitos de anís que bebíamos a escondidas de los padres y esa sensación inexplicable de tener la certeza de estar rompiendo una regla casi sagrada. Los juegos, las siestas de cinco minutos a pie de mesa, los platos sin fregar hasta hacer la digestión. Y ni un hueco vacío en la mesa. Todos teníamos un papel y ninguno fallaba. Todavía puedo vernos alrededor, manos yendo y viniendo entre platos y bandejas, sirviendo copas y vasos, las manchas en la ropa nueva. Besos. Abrazos. Caricias. Piropos. Familia. Qué bonito.
¿Cuándo cambió todo? Lo cierto es que recuerdos aquellos días de celebraciones con nostalgia y reconozco que este año, quizá porque habrá otro espacio vacío alrededor de la mesa, estoy sintiéndolo demasiado. Me ilusiona ver la cara de Cillian cuando se levante la mañana de Navidad y vaya a buscar los regalos de Santa Claus y celebrar ese día al estilo americano, para homenajear a Danny y hacer que se sienta todavía más parte de esta familia de locos en la que fue a aterrizar. Y estoy deseando plantarme delante de la tele a ver el concierto de Año Nuevo y volver a bailar el Danubio Azul, o a hacer el tonto, con mi hermana sólo por el placer de oírles reír. Salir a recibir a los Reyes Magos y abrir los regalos al día siguiente. Me hace mucha ilusión, sí, pero...
En fin, diciembre. Luces. Música. Comida. Bebida. Familia. Amigos. Ausencias. Ilusiones perdidas y también encontradas. Gente nueva y nuevos propósitos pero de eso ya hablaremos otro día.
Feliz Navidad a todos. De corazón.
Mjo
No hay comentarios:
Publicar un comentario