miércoles, 28 de diciembre de 2016

PRINCESS LEIA

He leído por ahí que "Star Wars" se estrenó en España el 7 de noviembre de 1977. Ocurre que el siete es mi número favorito, a ver si va a ser incoscientemente por eso... Pero no me distraigais. No creo que la viera de estreno ni por casualidad, recuerdo que fue en un cine de Cornellá y seguro que tardó un poco en llegar hasta allí. Así que haciendo cuentas, calculo que mi madre tuvo la feliz idea de llevarme al Sandor (creo que así se llamaba el cine) una tarde cualquiera cuando yo tenía unos siete o, quizá, ocho años. Por qué eligió ese plan y no llevarme al parque a trotar y agotarme para que durmiera la noche entera por una vez, es un misterio para mí pero jamás seré capaz de expresarle mi agradecimiento. Alguna vez la he oído decir que fue la primera vez que estuve quieta y callada durante más de cinco minutos sin amenaza alguna. No puedo explicar qué sentí pero salí del cine transformada, enamorada del rubiazo de Luke, con esos ojos azules de cachorro desangelado, y secretamente seducida por la respiración medio ahogada de Darth Vader, tan alto, tan misterioso, tan canalla él. En verano me juntaba con mis primos en un pequeño pueblo donde las calles nos pertenecían y allí teníamos dos juegos estrella: Los Ángeles de Charlie (donde siempre me tocaba ser la fea de Sabrina) y La Guerra de las Galaxias (eso de Star Wars vino mucho, mucho más tarde). Yo quería ser Darth Vader pero como era la única niña, siempre me tocaba hacer de Leia. Resignada, iba a casa, mi madre me peinaba con dos espléndidas ensaimadas sobre las orejas y me lanzaba a la calle a pegar gritos y fingir que consquistaba la galaxia. ¿Cuál? No sé, una cualquiera... Acabé cogiéndole cariño a esa princesa tan poco principesca, siempre peleando, capaz de plantarle cara al geta de Solo aunque al final cayera rendida a sus pies de mercenario, tan guapa con sus moños o las trenzas alrededor de la cabeza. Y valiente, tan valiente como cualquier hombre. La admiraba y por eso me esforzaba en interpretarla de la mejor manera posible. Espero haber estado a la altura alguna vez... La segunda película que vi en una sala grande fue "El libro de la Selva" de Disney y aunque disfruté de la experiencia, no fue igual. La serpiente con sinusitis no llegaba a la altura de Vader ni aunque se tiñera de negro, aunque a ratos respiraran igual.

La cuestión es que esa primera vez, como todas las primeras veces que realmente merecen hacerse un hueco en nuestra memoria, me marcó para siempre. Star Wars es mi saga favorita, todavía me dan arrebatos y me paso un fin de semana de marathon con todas las películas, incluidas las "nuevas" que sin poder hacer sombra a las originales tienen su "aquello" que me enganchan (Ewan McGregor, se llama el "aquello" en cuestión), y escuchar la Marcha Imperial me pone la piel de gallina siempre. Con el tiempo, Luke perdió el brillo de su melena rubia de angel interestelar, Han Solo se calzó un fedora y se dedicó a desenterrar reliquias por el mundo, Yoda murió, a C3PO le chirriaban los muelles, la Estrella de la Muerte explotó, los cazas regresaron a los hangares y, en fin, todo cambió. Incluso yo. Sin embargo, confieso que cuando enciendo el DVD y apago las luces del salón, yo desaparezco. En mi sofá se sienta de nuevo la niña de entonces, con los ojos igual de abiertos que aquella lejana tarde, y vuelvo a emocionarme.

Hay películas y personajes que se te meten bajo la piel y se quedan a vivir contigo para siempre. Me ocurrió con "El Club de los Poetas Muertos" y el maravilloso profesor Keating; cuando Robin Williams murió, perdí un referente en la gran pantalla y, de alguna manera, en mis años de post-adolescencia. Ayer, al enterarme que había muerto Carrie Fisher, sentí algo incluso peor porque no era mi yo adulto el que la perdía si no mi yo niña la que se quedaba sin ella. Leia fue su gran papel en la gran pantalla pero fuera de ella tuvo que lidiar con muchos demonios, demasiados, pero jamás bajó los brazos y ni se ocultó. Fue valiente con una pistola láser y también enfrentando sus abismos. No sé la de mensajes de condolencia habré leído ni la de imágenes de homenaje que habrán cruzado la red en estas horas, pero seguro que allí donde esté ha sentido el lamento de toda una generación, la mía, que creció pendiente de sus aventuras pero también de las que vinieron después porque Star Wars no es sólo una saga de películas de ciencia ficción. Su dimensión va más allá de lo que yo soy capaz de expresar pero aquellos que compartan mi fascinación sabrán de lo que hablo. Y los que no, que me llamen friki, que con mucho orgullo les diré que tienen razón.

Adios, Carrie Fisher, gracias por todo. Hola, Leia, estrella para siempre. 

Mjo




martes, 27 de diciembre de 2016

FLOR DE NIT (toma dos)

Dagoll Dagom estrenó en 1993 una de sus obras musicales más celebradas, "Flor de Nit", ambientada en la Barcelona pre-guerra civil. Al ritmo de unas canciones preciosas, con letras ingenionas y poéticas, seguimos los avatares de un grupo de artistas del espectáculo que luchan por sobrevivir como buenamente pueden en una ciudad cambiante, dividida en burgueses y trabajadores, donde las bombas anarquistas ponían acento a la inauguración de la Exposición Universal del 1929. El triángulo amoroso entre Rosa, Quimet y Reynals se presume trágico desde la primera nota pero no se puede preveer el final hasta que se desarrolla ante nuestros ojos. Como no se me da muy bien describir sin meter la pata y contar más de lo que debo, os copio el texto con el que la compañía presentaba la obra, escrito por el propio Vázquez Montalbán, autor del libreto original:

"Año 1991. Los Juegos Olímpicos se acercan y debe destruirse para construir. Debe derrumbarse el antiguo local de FLOR DE NIT y, en las horas previas a la demolición, SEBASTIAN REYNALS, el viejo cronista de la ciudad, rememora aquello que fue FLOR DE NIT en aquellos años de esperanza que fueron de 1929 a 1936, a través de un flash-back casi ininterrumpido. Ante el espectador aparece el doble juego de la vida cuotidiana en diferentes niveles sociales de una Barcelona en transición y el contrapunto de las actuaciones de los artistas en el cabaret FLOR DE NIT.

El cabaret es quien lleva el nombre, pero toda la ciudad y todas sus clases sociales juegan a la doble conducta, excitados por los tiempos de revolución cultural y política que se acercan.

 
Sobre este fondo, el triángulo formado por QUIMET, el anarquista idealista sin suerte; ROSA, la chica obrera que quiere conseguir su propia identidad, y SEBASTIA REYNALS, el intelectual que juega a relacionarse de noche con las flores prohibidas o del mal, sirve de urdidumbre sentimental básica para todas las otras relaciones sociales y psicológicas.

FLOR DE NIT no es un espectáculo nostálgico basado en escenas convencionales de cabaret y en canciones del pasado. FLOR DE NIT es una propuesta dramática que utiliza elementos significativos de aquello que fue la ciudad y su alegría nocturna, pero recreando absolutamente la música y la letra de esta transferencia.

 
La música recoge, en cualidad de homenaje, lo que fue el eclecticismo de un tiempo situado entre la avantguarda y el populismo. Pero tanto la música como la letra pasan por el filtro del gusto receptor contemporaneo.


Es decir, FLOR DE NIT no es un musical arqueológico. FLOR DE NIT es un musical que convierte la rememoración del pasado en metáfora del presente: tanto en la forma como en el fondo. Una constante, yo creo, en mi obra." (Manuel Vázquez Montalbán)


Para mí, que tuve la suerte de verla en el año de su estreno, fue toda una revelación. Sentada en la tercera o cuarta fila, tan cerca que cualquier actor habría podido caer sobre mis rodillas por un mal tropezón, contemplaba el desarrollo de la historia sin perderme una sílaba de las canciones. Al acabar, entre los aplausos de los espectadores, sólo podía pensar "ésto es lo que quiero hacer, ¡ésto es lo único que quiero hacer en la vida!" Me sentía... viva, vibraba, estaba deslumbrada por lo que había visto y me propuse buscar la manera de estudiar arte dramático y conseguir, de alguna manera, acabar subida a las tablas de un teatro, viviendo una y mil vidas. Por desgracia, no todos los sueños se pueden conseguir y en casa hacía más falta un sueldo que una (posiblemente) futura actriz fracasada. Puse los pies en el suelo y abandoné cualquier intento, aunque a veces pienso que he estado actuando todos los días de mi vida sin que nadie lo sepa. Pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión (Gracias, Mr. Ende!)


El día 25 de diciembre, hace nada, volví a ver la obra de la que tan buenos recuerdos tenía. Esta vez, el formato fue ligeramente diferente, la compañía es más pequeña y tenía más aspecto de cabaret, con ese toque de decadencia que tan bien casa con la época que retrata. Cuando se apagaron las luces y apareció el primer actor, entonando "El Paral.lel", se me disparó el corazón y las palabras vinieron a mi boca como por arte de magia. Ya no hubo nada más ni importó nadie más. Fuera del Almería Teatre se quedaron los peores recuerdos de este año infernal. Dentro, mi fantasía, mi sueño y yo. Volví a sonreír con los mismos chistes, me emocioné con las mismas estrofras ("entre el hombre y la mujer, lo más profundo es la piel", "Pronto podré cruzar las fronteras y volveré para limpiarte el llanto, llevaré todas mis banderas, de todas ellas la tuya sobre el corazón", "el amor no es ciego, el amor es tuerto, con un ojo dice que sí, con el otro que no") y casi, casi se me vuelve a escapar una lagrimita en el momento final. Y sí, volví a desear ser parte un elenco que fue capaz de llevarme al pasado sin moverme de la butaca. Se me olvidó el dolor de cabeza, la fiebre que ya amenazaba, el sueño, el cansancio... y sólo fui una espectadora arrebatada por una historia por la que no pasa el tiempo. Fue una experiencia memorable, de nuevo.

Para mí, "Flor de Nit" no es sólo una obra musical. Es una inmensa carta de amor que Vázquez Montalbán escribió a una ciudad, Barcelona, y una época, aquella que bordeaba el inicio de la Guerra Civil, en la que las pasiones desbordaban las calles. Los señoritos bien se casaban con señoritas decentes, cargadas de dinero y buenos apellidos, pero disfrutaban de las bondades que el Paral.lel les ofrecía. Los anarquistas ("¡Ni Dios, ni patria ni rey!") luchaban a su manera por un mundo más justo, a veces sólo con palabras, a veces con dinamita, perdiendo cada pequeña batalla pero confiando en ganar la guerra. Y ellas, las flores de la noche que regalaban encanto y sueños de satén, capaces de jurar amor eterno a cambio de un "pisito divino en Valencia con Muntaner" o un par de pendientes... Unos y otros andaban con un pie en las sombras y el otro a plena luz de sol. Unos y otros hicieron de Barcelona lo que es, una ciudad llena de contrastes, capaz de lo mejor y lo peor, pero que nunca decepciona. E incluso cuando lo hace, sabe hacerse perdonar. Esta ciudad es una mujer, caprichosa y nocturna, hermosa y fría, cruel y acogedora, peligrosa y brillante. Única y verdadera.

En fin, que si os sobra tiempo y no sabéis cómo perderlo, acercaros al Almería Teatre y disfrutar del espectáculo. No esperéis un gran despliegue de medios ni alfombras rojas en la entrada, es una sala pequeña y con ese aire clásico que tanto me gusta, pero os garantizo que vale la pena acercarse hasta allí. Y si vais, hacerme un favor: cerrar los ojos cuando Rosa os cante "Flor de Nit" o "Ciutat de Ivori". Cerrar los ojos pero tener los oídos muy abiertos para no perdernos ni una sola frase. Y luego ya me contaréis qué os ha parecido... Os aseguro que no os vais a arrepentir.

Mjo

WEB DEL ALMERIA TEATRE: http://www.almeriateatre.com/temporada06/flordenit.htm
WEB DE DAGOLL DAGOM:http://www.dagolldagom.com/es/flor-de-nit-1992








jueves, 1 de diciembre de 2016

PODRIA SER UN PRINCIPIO


Me despertó el latido de una migraña, leve pero molesta. Ni siquiera abrí los ojos, si conseguía volver a dormirme acabaría por pasarse. Di media vuelta, o al menos lo intenté, y di con mis huesos en el suelo. Ah, que no estaba en la cama sino en el sofá… Ni me acordaba. Lógicamente, el golpe multiplicó por mil el dolor de cabeza. O me tomaba algo en un máximo de cinco minutos o pasaría lo que quedara del fin de semana atiborrada de pastillas, con hielo en la frente y lamentándome de mi suerte. Vamos, lo mismo que el anterior.

Me senté despacio, muy despacio, y apoyé la espalda en el borde del sofá mientras me sujetaba la cabeza con las manos. No conocía nadie a quién se le hubiera desprendido de un modo natural pero, vista mi suerte, igual me convertía en la primera de la historia. Respiré hondo y abrí un ojo. Según fuera el paisaje, haría lo mismo con el otro. Algunas vistas es mejor evitarlas si se puede. Se me escapó un gemido de desesperación. Frente a mí, ocultando por completo la divina mesita de centro de diseño exclusivo, aparecía una oda al desastre apocalíptico. Resultado de mi último bajón: papeles de chocolatinas, el cenicero lleno de cáscaras de pipas, varias latas de cerveza sin alcohol (deprimida sí, borracha no, ¿eh?), una botella de vino y otra de cava volcadas y vacías (ah, pues sí, borracha también) y un plato con algo que parecía helado de fresa. Con tropezones, creo, porque supongo que lo que flotaba por encima no sería moho. No crece tan deprisa, ¿verdad? ¿O sí? Ay, mira, yo qué sé. Yo lo único que quería era morirme, a ser posible de una forma rápida e indolora.

martes, 29 de noviembre de 2016

ULTIMO ACTO

En blanco. Vacía. Seca. Así me siento delante del papel en blanco. Acabé de escribir la crónica del viaje a Florencia y tengo ganas de empezar algo nuevo pero no acuden las ideas. Y las que se me ocurren giran alrededor del mismo tema, del que ya no tengo ganas de hablar o escribir. No puedo controlar mis recuerdos, que me salen al paso cuando menos me lo espero, pero me niego a dejar que tomen el mando de lo que quiera contar. Primero porque me canso hasta yo y segundo porque en algún momento hay que decir "basta". Creo que  estoy andando la parte final del camino, sólo me queda un paso más que dar. Podría ahorrármelo pero seguiría teniendo la sensación de no haber cerrado, de seguir en terreno de nadie, y necesito un final. A esta obra le queda un último acto; sólo entonces podré sentarme a escribir el epitafio y bailar sobre su tumba. El treinta y uno de diciembre, cuando suene la última campanada, tendrá que estar acabado. Año nuevo, vida nueva. Sea la que sea.


Mjo



domingo, 20 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (6)

  8 - OCTUBRE - 2016, Sábado (Despedida y cierre: Firenze-Barcelona)   

Qué decepción. He venido hasta Careggi para visitar la villa Medici a pesar de que el día amaneció gris y al llegar aquí empezó a llover. Me he pegado la pateada de mi vida alrededor del pueblo porque nadie ha sabido indicarme bien cómo llegar y justo cuando estaba a punto de abandonar, voy y encuentro la entrada a la Villa. Y ahora viene la parte de la decepción enorme.

Villa Medici, en Careggi. 
No he podido llegar porque el acceso está en obras de renovación o arreglo o "vamos a tocar las narices al pobre turista que venga hasta aquí" y, por lo tanto, cerrado. Cabezona como soy, me he metido por un camino lateral que se perdía entre la arboleda que rodea la propiedad y he conseguido llegar hasta una entrada, por supuesto cerrada, desde la que he podido ver una parte (minúscula) del jardín y una parte (minúscula también) de la villa. He hecho un par de fotos, le he prometido a Lorenzo que volveré la próxima vez que venga a Firenze y, cogiendo mi decepción y mis ganas de llorar a moco tendido, me he subido a otro autobús que me lleva de vuelta a la ciudad.

Para colmo de desdichas, llueve de verdad. Nada de cuatro gotas, no. Llueve en serio. Vaya manera de despedirme de la ciudad.
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Lateral del Duomo
Qué lástima de día. Así no hay quien se despida de la ciudad como debe ser. Llueve a ratos, hace frío, tengo los pies empapados y me duele la cabeza. Encima es sábado y han llegado unos diez millones de turistas nuevos que andan, paraguas en mano, mirando a todas partes menos al frente. O andas con cuidado o acaban por sacarte un ojo. He ido hasta el Ponte Vecchio, a la Piazza della Signoria y he acabado en la Piazza del Duomo para comer antes de la una del mediodía. Estoy cansada de andar y tengo hambre, así que... Es lo bueno de viajar sola: no tienes que depender de nadie para nada. Cuando salga, compraré la pasta y me iré directa al hotel. Hasta las siete o así no saldré para el aeropuerto pero¿ qué narices se puede hacer con el tiempo así de mal? Pues reírse de los demas, internamente.

En la mesa de al lado se ha sentado una pareja italiana de mediana edad. Ella no lo sé pero él tiene una pinta de repelente... Pinta que se ha confirmado cuando le han traído la copa de vino y ha empezado a olerla y probarla con cara de éxtasis. Tontos que van de entendidos los hay en todas partes, está claro.  Y de vino quizá entienda pero cuando me han traído mis regatoni all'amatricciana se le han salido los ojos de las órbitas y ha preguntado a la camarera qué eran. Espero que los haya pedido porque ¡están buenísimos!
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Bueno, pues este viaje ha llegado a su fin antes de lo previsto. Esta claro que no puedo venir a Firenze y escapar de la lluvia. He vuelto al hotel con los pies empapados por completo y triste hasta decir basta. Qué manera más triste de despedirme,
Battistero di San Giovanni
con un tiempo tan malo... Aún así, hay algo positivo y es que no me tocaba hacer ninguna cola para entrar en algún museo. Las colas para el Campanille o l'Accademia eran terribles y más al aire libre. Cómo se nota que es fin de semana, hay zonas por las que casi no se puede andar sin tropezar con un turista despistado que, guía en mano, va buscando tal o cual lugar de interés. No sé si compadecerles por el primer mal día en la ciudad o felicitarles porque acaban de llegar y aún les queda mucho por ver. En cualquier caso, que la disfruten mucho. Si se abren a ella, Firenze les regalará una experiencia inolvidable, con o sin lluvia.

Piazza della Signoria, Palazzo Vecchio
Campanile en un charco
En cuanto a mi... Creo que este viaje ha cumplido con las expectativas que tenía. Me he reecontrado con una ciudad de la que tenía buenos recuerdos y, por qué no reconocerlo, una visión romántica que no se ajustaba del todo a la realidad. Siempre he dicho que no me gustan esos viajes que te llevan de un sitio para otro sin tiempo más que para ver lo imprescindible. Los he hecho pero no me gustan. Hay ciudades que no se pueden ver, conocer, en uno o dos días por pequeñas que sean. Hay que conocerlas poco a poco, quitarles una capa detrás de otra con cariño. Hay que perderse en sus calles, tropezar con sus gentes, ver las zonas menos bonitas y encontrar pequeños tesoros. A veces, una planta naciendo de un zapato viejo, a modo de maceta, es el detalle que te arranca la primera o la última sonrisa del día. Tienes que dejarte los pies caminando, los ojos leyendo las placas conmemorativas, las manos rozando sus paredes, los oídos intentando entender su idioma y la nariz siguiendo los rastros de su cocina. Tienes que mimetizarte con ella, dejar que te asalte en una esquina y te robe el aliento. Tienes que acostarte agotada por pasear y levantarte deseando salir de nuevo a tomarla por sorpresa. Hay ciudades que no se pueden ver, se tienen que conocer porque sólo así consigues verlas tal y como son, únicas y auténticas, y amarlas sin remedio.
Torre de la Signoria, reflejo

Siempre he tenido una inclinación por Italia, no sé por qué. Me gusta la historia y el arte, eso es cierto, pero hay algo en este país que me atrae de una manera muy especial. Y no sé por qué, tampoco, Firenze se ha convertido en mi ciudad favorita. Roma me encantó, con tanto monumento arqueológico y tanta historia sangrienta ¿cómo no caer rendida a los pies de sus siete colinas? De Venezia te tienes que enamorar sí o sí; quien diga lo contrario tiene menos sensibilidad que un pimiento. Es una delicia caminar esquivando canales y encontar rincones que no salen en las guías. Recuerdo una plaza cuadrada a la que llegamos no sé cómo, en la que había un pozo antiguo en el centro y de los balcones colgaba ropa puesta a secar; me pareció preciosa, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel rincón y, en cualquier momento, Casanova fuera a aparecer despidiéndose de la enamorada de turno. Verona, Padova, Milán... Las vi tan rápido que no me dejaron muy buen recuerdo, aunque soy consciente de que, al menos la dos primeras, merecen una segunda vista de confirmación. O de reconciliación, mejor dicho.

Ponte Vecchio, bajo la luz gris de un día de otoño. Sigue siendo precioso
Firenze la he visto... No, empiezo mal. En Firenze he estado tres veces. La primera, con el cole, llovió a mares y recuerdo poca cosa más, excepto que nos perdimos y tuvimos que preguntar por el restaurante, que estaba en la via Reparata, como un millón de veces. En esa ocasión no hubo visita a museos ni ninguna otra cosa que se le pareciera porque tendría algún recuerdo, por pequeño que fuera y no, no hay nada más. Tenía 18 años y estaba, sospecho, más interesada en los italianos (por los que también tengo una debilidad más que acusada, ese acentillo que tienen... ais) que en la ciudad.
Campanile y Cùpula del Duomo

La segunda vez vine tres días con mi hermana y qué diferente fue. También llovía pero era febrero y tampoco es que eso se salga de lo normal. Reservamos entradas para la Galeria degli Ufizzi y l'Accademia por internet y pasamos dos tardes memorables contemplando las mismas obras de arte que habíamos estudiado en el colegio y por las mañanas paseamos por el Duomo, la Santa Croce y subimos a lo más alto del Campanile para ver la ciudad entera a nuestros pies. Tengo un recuerdo imborrable de esos tres días y me juego el cuello que a mi hermana le pasa lo mismo.

Pero esta vez ha sido un enamoramiento total y absoluto. Quizá influya el momento en el que he venido pero realmente ha sido especial. A pesar de haber pasado seis días recorriendo sus calles y visitando sus museos, me quedo con la sensación de tener todavía demasiadas cosas que ver. Más museos, más plazas, más iglesias, más puentes sobre el Arno, más ciudades cercanas. Y sí, ¡más Medici jajajaja! Me queda pendiente también regañar un poquito a Beatrice, a ver si me echa una manita en las cosas del corazón porque la vez anterior me ignoró soberanamente y está claro que necesito ayuda en este campo.

No ha sido un año fácil para mí. Empecé con muchas ilusiones y se me rompieron tan pronto que aún no estoy segura de haberlo asimilado; he estado (y en cierta manera sigo estando) perdida desde ese momento. Necesitaba con urgencia pasar tiempo conmigo, lejos de mi ambiente habitual, y escucharme. No sé por qué pero se me ocurrió que así conseguiría encontrar las respuestas a las preguntas que no dejo de hacerme y dejar atrás parte de mi carga. Creo que ha funcionado, en parte al menos. Naturalmente, las cosas todavía me estarán esperando cuando vuelva a casa pero empiezo a ver algo de claridad. No va a ser fácil ni pasará de la noche a la mañana pero, tarde o temprano, acabará. Seguro.
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Puesta de sol entre dos rachas de lluvia.
Hice una pausa porque salió el sol y me escapé para una última visita. A mi me va a cosar una enfermedad dejar esta ciudad. En cuanto he llegado a la Piazza della Signoria se me han saltado las lágrimas (otra vez), es como si me despidiera de alguien muy querido. ¿Recuerdas cómo me siento cuando me voy de Adrall? Bueno, pues es algo muy parecido, una sensación de pérdida enorme. ¡Y es absurdo! Tampoco me llevo tantos recuerdos de aquí. A ver, qué sí pero sólo he estado seis días. Intensos, sí, pero seis. Y parece que he estado toda la vida aquí. ¡Se me va la cabeza, jajajaja! En cualquier caso, volveré. No sé cuándo, cómo o con quién pero que volveré lo sé ya.

Recojo el chiringuito, el taxi llegará en veinte minutos como mucho. Se acaba un sueño, a partir del lunes me toca enfrentarme otra vez con la realidad.

No le digo adios a Florencia, sino "ciao, ci si vede presto". 

Mjo



Algunas paredes hablan y van directas al corazón. Ésta estaba en Careggi. 







jueves, 17 de noviembre de 2016

ABISMOS

Habíamos pasado la noche juntos. No era la primera vez pero algo, aquella mañana, fue diferente. No podíamos quitarnos las manos de encima, no nos alcanzaban los besos, no queríamos separarnos pero tuvimos que hacerlo. Los dos teníamos obligaciones. Salí de su casa sonriendo de oreja a oreja. No hay duda que mis pies caminaban sobre el suelo pero mi cabeza flotaba muy por encima de las nubes. Repasaba la noche y la mañana mientras observaba las caras de la gente que viajaba junto a mi en el metro. Aburridos, tristes, enfadados... grises. Yo, en cambio, era feliz, sonreía, estaba contenta, era roja. Rojo brillante. Nada ni nadie podía arruinarme la vida, ni siquiera el día o un minuto. El mundo era mío. Él era mío, empezaba a creerlo.

En el trabajo no podía concentrarme y le envíe un mensaje. "La próxima vez te despierto a las siete. ¿Cómo quieres que ahora me aclare con las facturas? No voy a acertar ni un número". Llegó el aviso de lectura y empezó a contestar. A calles de distancia podía sentir su sonrisa de diablo burlón. Un pitido. Dos frases. Cuatro palabras. Un cataclismo. "Vuelve. Te quiero, amor".

El móvil se me cayó de las manos y me tapé la boca mientras cerraba los ojos. El corazón empezó a latir acelerado. Recuperé el móvil, leí el mensaje una y otra vez. ¿Me quería? ¿Me estaba diciendo que me quería? Nunca antes me lo habían dicho y, francamente, me había convencido que jamás me lo dirían. Necesitaba una respuesta acorde, decirle que yo también empezaba a quererle pero me dio miedo y me callé. No sé qué pasó ese día, después de ese momento, pero tres meses más tarde todo había acabado.

Hoy hace un año de aquella mañana, de aquel mensaje, del terremoto que me cambió la vida y me lanzó de cabeza al abismo. ¿Qué hago ahora con todo lo que siento, con los recuerdos que no consigo olvidar? Cuatro palabras y todo mi mundo se viene abajo. Otra vez.

La noche pasará, de alguna manera, y mañana me lavaré la cara y aunque no pueda pintarme una sonrisa, de alguna manera conseguiré fingirla. Y así hasta el final.

Estoy cansada.

Mjo

domingo, 13 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (5)

  7 - OCTUBRE - 2016, Viernes (Villa Medici, Fiesole, Duomo)    


Por Dios, ¡qué odisea para coger el autobús hasta Fiesole! Por un día que no me pierdo para llegar al sitio...

Anoche le pregunté al recepcionista dónde tenía que coger el autobús y me dijo que en la Piazza San Marco, el nº 7. Genial, porque llegar hasta allí sera camino conocido así que sin problemas. O eso creía yo.

Al llegar a laPiazza había una manifestación de estudiantes, así que estaba llena a petar. Para colmo, encuentro la parada y, sorpresa, ¡está chiusa! Hay obras en la zona y han cerrado la parada. Opté por la salida fácil y pregunté a un policia y a un señor que, muy amable, me dijo dónde cogerlo después de dar una vuelta entera a la plaza. Encuentro la parada, llego justo cuando el bus está a punto de salir, subo de un (grácil) salto y la conductora me dice que no tiene billetes. Ante mi cara de pasmo, me dice que que vuelva a la plaza y pruebe en la caseta o en la máquina que hay al lado. Me bajo mientras me pregunto ¿COMO ES POSIBLE QUE NO TENGAN BILLETES EN EL AUTOBUS? En fin, vuelvo a la piazza, encuentro la máquina, compro el billete y deshago el camino hasta la parada. Por suerte, el siguiente autobús ha venido en diez minutos y no he tenido más líos. Ahora voy de camino a Fiesole, no llueve y parece que el sol quiere salir. Las cosas mejoran.
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Entrada principal de Villa Medici, Fiesole
Esta visita la haré sola, sola de verdad. Al llegar a la Villa Medici, que me ha costado un poco encontrar, me han entregado un pequeño plano de los jardines, la única parte que está abierta al público. La casa, por ser de propiedad privada, queda fuera de mi alcance. También me han dejado un libro que cuenta la historia de la villa desde su construcción, parece interesante pero al estar escrito en italiano e inglés, me servirá de poco más que de guía.
Primer jardín

Los jardines están dispuestos en tres terrazas. El primero, situado delante de la casa, es una extensión rectangular con limoneros pequeños dispuestos en grandes maceteros y cesped bien cuidado. A un lado, algo más elevado, una pequeña alameda bordeada de rosales recién podados. Al otro... unas vistas increíbles de todo el valle con Firenze en el horizonte. No vivían mal estos Medici, pero nada, nada mal. Lo mejor de todo es el silencio, roto sólo por el trino de algunos pájaros y el motor distante de los coches que suben o bajan al pueblo.

Segundo jardín
El siguiente jardín es, para mi gusto, mucho más hermoso y privado. No sé si pertenece a lo que parecen dos viviendas pero me costó muy poco imaginarme viviendo allí. De verdad que se respira tranquilidad en esta zona, con su diseño geométrico y sus flores poniendo un toque de discreto color en los setos bien recortados. Delante de la casa de la derecha había una mesa y varias sillas de jardín. Me dieron ganas de bajar, sentarme y disfrutar del paisaje, pero no lo hice porque no se podía pasar, así que seguí el camino y salí al último rincón, al final de la terraza inferior. Aquí sí, me he quitado la chaqueta porque el sol apretaba, he abierto el libro y, al llegar a un punto en concreto,  mi imaginación ha echado a volar obligándome a sacar la libreta y ponerme a escribir.

Sueña. Imagina. Escribe.
Estoy en Villa Medici, en Fiesole, viendo lo mismo que, con los cambios lógicos por el paso del tiempo, Lorenzo il Magnifico veía al asomarse por la ventana de su habitación. En el libro hay una foto tomada desde ese punto. Tomando como referencia el Duomo y su Cúpula, he conseguido localizarla y estoy asquerosamente emocionada. Aún a riesgo que alguien piense que estoy como una cabra, no sin razón, estoy invocando con la mente el espíritu de Lorenzo pero debe andar liado y, de momento, no aparece. O quizá está leyendo por encima por encima de mi hombro, sin entender más que su nombre, preguntándose qué hace esta extranjera que desde ayer le sigue por toda la ciudad, que estuvo a punto de llorar al ver su tumba y hoy de nuevo se le saltan las lágrimas al cruzar sus jardines.

"¿Qué querrá de mi? ¿Dinero, tierras, un título?" se preguntará. Pero la respuesta es mucho más sencilla: quiero viajar en el tiempo hasta su época, vivir Firenze tal y como era cuando él gobernaba. Me gustaría conocer a Donatello, Pico Della Mirandola, Botticelli, Michelangelo, Leonardo y a tantos otros. Quisiera ver un Palio en la Piazza della Santa Croce y disfrutar de un scoppio del carro, en Semana Santa, con sus desfiles de hombres solemnes. Quiero vivir un carnaval en sus calles y estar en el Duomo cuando los Pazzi ataquen y después ver cómo se toma la justicia el pueblo en la Piazza de la Signoria y el Palazzo Vecchio. Quiero llorar a Giuliano y ver a Madonna Lucrezia mantener el tipo. Me gustaría ver cómo el Davide cruza la ciudad entera para presidir la Piazza, en una caravana de cinco días que asombró a todas sus gentes.

Pero sobre todas las cosas, quiero sentarme aquí, en este jardín silencioso, y disfrutar de un buen vino toscano mientras Lorenzo y su Accademia Platoniana discuten de filosofía, intentando cambiar el mundo o, al menos, hacerlo más hermoso. Prometo no contárselo a nadie cuando vuelva, sería un secreto entre Il Magnifico y yo. ¿Me llevas, Lorenzo, sólo por unas horas?

Se oyen las campanas desde Fiesole y, algo más lejos, las de Firenze. Más vale que vuelva a la realidad.
Firenze, vista desde los jardines de la Villa Medici de Fiesole
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Estaba repasando lo que escribí hoy de la visita a Fiesole y me acordé que hay otra villa Medici en Careggi. Se me ocurrió mirar si estaba muy lejos de aquí y está a 20 minutos. El bus se coge detrás del hotel. No hay que pagar entrada. Y si me quedo por aquí, gastaré más dinero. Así que creo que voy a ir a verla mañana por la mañana. Puedo volver para comer, comprar lo que me queda y volver a tiempo para ir al aeropuerto. Pues ya está, mañana ¡a Careggi!
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Mis tres velas en el Duomo
Dante, restaurado
He pasado la tarde en el Duomo, que es lo que me faltaba por visitar. Después del silencio de esta mañana, el ruido de la Piazza. Qué contraste. Hago un ratito de cola y cuando entro, como era de esperar, me encuentro con un montón de gente que, como yo,  se dedica a dar vueltas siguiendo la ruta más o menos marcada. Lo que más miradas atrae es, inevitablemente, la Cúpula y sus magníficos frescos. A pesar de haberlos visto de cerca hace dos o tres días, me siguen pareciendo espectaculares. Me entretengo haciendo fotos de todas las zonas, rezando para que alguna valga la pena. En el móvil se ven bastante bien pero me da miedo que al ampliarlas se vean pixeladas, borrosas, porque me gustaría hacer un album cuando vuelva. Da igual, ya lo pensaré.

Suelo del Duomo
Suelo del Duomo
El cuadro de Dante, con la ciudad de Firenze a un lado y su colina con los siete pecados de "La Divina Comedia", tiene mejor pinta que la última vez; los colores se ven más vivos y se distinguen mucho mejor las figuras. Seguramente lo habrán restaurado. En uno de los candelabros enciendo tres velas que pongo juntas en un rincón, nunca está de más un poquito de ayuda divina. Y sigo con la visita, mirando tanto a las alturas como al mismo suelo. Me encanta la disposición de los mármoles siguiendo patrones diferentes en cada zona de la catedral. Cuando me encaminaba hacia la salida, encontré un escudo de los Medici en el suelo y pensé que quizá marcaba el lugar donde Giuliano cayó muerto... pero no he podido encontrar información al respecto.

Suelo del Duomo
Suelo del Duomo
Y salí en busca de la Chiesa de Dante, a ver si por fin podía tener mi conversación pendiente con Beatrice. Esta vez la encontré a la primera pero, por desgracia, estaba cerrada. Voy a tener que dejar la charla aplazada para la próxima ocasión, por esta vez se libra de la regañina.  Así que decido dedicarme a caminar sin rumbo fijo por esa zona de la ciudad. Llego hasta la Piazza della Signoria, entro al Palazzo por un lado y salgo por el contrario y, finalmente, acabo sentada de nuevo en la Loggia. Saco el ebook y me pierdo un rato con Salvo Montalbano. Mis tripas empiezan a quejarse justo cuando el inspector encuentra una pista crucial para resolver el segundo caso del libro, así que recojo el campamento, compro algo para cenar de vuelta al hotel y me tiro en la cama hasta que los culpables son descubiertos y Salvo triunfa.

Mañana, más. Mañana despedida y cierre. Todavía me queda un día y ya me siento muy, muy triste.

Mjo
 




Parte central de la Cúpula




domingo, 6 de noviembre de 2016

CRONICA DE UN VIAJE (4)

  6- OCTUBRE - 2016, Jueves (Capella Medicee, San Lorenzo, Biblioteca Laurenziana, Galeria dell'Accademia)    

Por fin estoy en la Capella Medicee. Y, por una vez, llegué sin perderme. Anoche busqué el itinerario en el Google Maps del móvil y fui haciendo fotos, cosa que ha funcionado bastante bien. Voy a empezar la visita, a ver qué cosas encuentro de mis queridos Medici. Lorenzo, ¡allá voy!
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Cúpula de la Capella dei Principi
Suelo de la Capilla
Carpe Diem.
Entrar en la Capella dei Principi (Capilla de los Príncipes) es, literarlmente, quedarse sin habla. Lástima que una parte esté en proceso de restauración y falten algunas figuras. Aún así, el mármol de todos los colores posibles te deja con la boca abierta. Me he sentado en el suelo, apoyada contra la pared de madera que tapa una de las zonas de restauración y he sacado la libreta. Escribo y miro alrededor, sin importarme que algunas personas me miren con cara rara. De repente, me veo el tatuaje de "Carpe Diem", observo el lugar en el que me encuentro y se me saltan las lágrimas. ¿Síndrome de Stendhal, quizá? ¿O la sensación de haber recorrido un largo camino hasta llegar aquí y empiezo a liberarme del peso? No lo sé pero aquí, en este lugar donde la gente habla en susurros, pongo punto y final a una etapa de mi vida y me propongo empezar otra nueva, distinta. Si en algún momento pensé que este viaje podía ser un error, me equivocaba. Ha sido todo un acierto. Vine buscando respuestas y las estoy encontrando.
Uno de los sepulcros de la Capella
Altar
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Y ya está, encontré a Lorenzo y a Giuliano. Cómo no, juntos. Lo cierto es que, a pesar de la temprana muerte de Giuliano, es difícil separar la figura de un hermano de la del otro.
Tumba de Lorenzo y Giuliano de Medici

"Conocí" a Lorenzo Il Magnifico gracias a una novela, que no sé cuánto de verdad encierra, que narra sus amores con una chica que ni siquiera sé si existió. Soy consciente que el Lorenzo que dibuja seguramente está muy lejos del auténtico. Producto de su tiempo, en más de una ocasión debió mancharse las manos de sangre, directa o indirectamente. Pero su papel como mecenas de Botticelli, Michelangelo, Leonardo y tantos otros, la luz que dio a Firenze y la historia que escribió es más que suficiente para ser admirado y recordado. Esta ciudad no sería lo que es sin él, sin ellos. Il Magnifico es, junto con Cesare Borgia, uno de mis personajes históricos favoritos. He leído mucho sobre él y su época y estar aquí, cerca de donde reposan sus restos, francamente me toca el alma. Este viaje está siendo todo lo que esperaba y más.

Inscripción al pie de la tumba
Me gustaría saber cuántos de los que están en esta sala, llamada Sagrestia Nuova, pequeña y casi insignificante después de la Capilla de los Príncipes, sabe algo sobre su figura. En la placa conmemorativa que hay al pie de la tumba, hablan de la conjura de los Pazzi. ¿Sabrá alguien de que se trata? ¿O dispararán las cámaras porque es lo que toca y, cuando salgan, se olvidarán de lo que han visto? No creo que haya muchos que le admiren como yo. Aún a riesgo de sonar exagerada, tengo un pellizco en el corazón. Daré una última vuelta a la sala, contemplando las esculturas de Michelangelo, y después me despediré de "mi" Lorenzo para seguir con la visita.

Tumba de Giuliano, Duque de Nemours
Addio, Lorenzo, resta in pace.
Tumba de Lorenzo, Duque de Urbino

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Me estoy acordando del viaje a USA hace unos años. El día que estuvimos en Owensboro con Nicky y pasó un rato con nosotros, me llevé tal impresión que pasé horas en las nubes. Bueno, pues creo que el "contacto" con los Medici de esta mañana ha tenido más o menos el mismo efecto. Lorenzo debe estar partiéndose de risa en su tumba, "todavía tengo efecto sobre las mujeres", pensará. Sobre las demás no sé pero sobre mí, está claro que sí. Es una de las visitas que más me han gustado y me he quedado con las ganas de comprar algún libro que hablara de él pero ninguno estaba en español y, francamente, no me veo con ánimos de leer no sé cuántas páginas en inglés o italiano. Tendré que conformarme con el que compré ayer y seguir buscando por Barcelona.
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Chiostro dei Canonici
Yo y los claustros. Me encantan. Paseando por el Chiostro dei Canonici (Claustro de los Canónigos) antes de entrar en la Biblioteca Laurenziana, me imaginaba a los monjes que en sus años debían vivir allí y me daba envidia. ¿Qué tienen estos lugares que destilan paz aún estando llenos de gente? Es como si el silencio reinara por encima de las conversaciones. O quizá es que, yendo sola, me es más fácil aislarme del ruido que me rodea para concentrarme en mis sensaciones. Seguramente será lo último. Decidido. Como me toque la lotería, me construyo un claustro como éste.

Biblioteca Laurenziana
 La biblioteca es impresionante. Bueno, en realidad no es una biblioteca como la imaginaba. Es, más bien, una sala alargada con escriptoriums de madera a ambos lados, parecidos a los que debían usar los monjes en los antiguos monasterios para hacer sus trabajo de iluminación de libros. Allí he visto la exposición "Ad usum fratis" (que no sé lo qué significa porque no sé latín pero algo de frailes es, seguro), con muchos ejemplos de esos trabajos. Me parece increíble cómo podían hacer dibujos tan detallados en espacios tan diminutos. Me han llamado la atención algunos ejemplares con anotaciones al margen y uno en particular que parecía una sopa de letras muy muy primitiva.
Tumba de Cosimo Medici, Pater Patriae


En la parte de abajo está la cripta donde está enterrado Cosimo de Medici, al que otorgaron el título de "Pater Patriae" (Padre de la Patria) después de su muerte. Aunque el patriarca de la familia es Giovanni, con Cosimo se consagró realmente la relación entre los Medici y Firenze. Justo delante está enterrado Donatello. Entre ambos había una relación no sólo de mecenazgo sino de amistad, por lo que me parece lógico que incluso en la muerte permanezcan cerca el uno del otro.

Sigo, todavía me queda la iglesia. Cómo aprovecho el tiempo ¿eh?


Tumba de Donatello
Libro con miniatura iluminada












Yo y los claustros, una historia de amor

 











El Duomo y el Battistero, nunca demasiado lejos
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Fachada de la Basílica de San Lorenzo
San Lorenzo, obra de Brunelleschi, engaña cuando la ves por fuera. Comparada con el Duomo y la Santa Croce, su fachada parece desnuda, a medio hacer. En cambio, cuando entras, toda la sensación de simplicidad desaparece. Es amplia y luminosa, de paredes blancas salpicadas con tumbas a uno y otro lado. No abruma ni sobrecoge y aunque parece más sencilla en un primer vistazo, pronto te vas encontrado detalles lujosos. Y cómo no, la última obra de Donatello está en esta iglesia. Son dos púlpitos, el de la Pasión y el de la Resurreción, de bronce completamente esculpidos. Impresionantes, ambos, por los detalles y la perfección que tiene.

Cúpula de la Sagrestía Vecchia
La parte que más me ha gustado es la Sagrestia Vecchia, con su pequeña cúpula con su representación de las consteleaciones celestiales. No es que una lo sepa porque sí, pero me he pegado a una pareja que hablaba español y el hombre explicaba con detalle lo que había pintado. Los símbolos del zodiaco, algunas estrellas y algo más que no pillé porque se alejaban de mí y no quedaba bien que les siguiera.
Órgano
 
Nave central
Altar Mayor




Justo debajo está la Tumba de Cosimo
Para variar, no sé ni qué hora es pero mi estómago empieza a quejarse. He salido para buscar algún sitio donde comer y, por segunda vez en este día, se ha acercado alguien a preguntarme qué libro estoy leyendo. Al decirles que soy española y, de momento, no puedo leer en italiano se han quedado sorprendidos. En ambas ocasiones me han dicho que parecía italiana. Me he ido en busca del restaurante con una sonrisa de oreja a oreja.
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Ahora estoy sentada al sol en la calle dell'Accademia, esperando que llegue la hora de entrar. Me queda todavía un buen rato, pensé que era más tarde. No sé ni en la hora que vivo, tengo el reloj interno patas arriba. Mi hermana se reía y hablaba de jet lag. Sé que en estas distancias es imposible pero empiezo a pensar que algo así me pasa. Ahora se nubla un poco. En la tele dijeron esta mañana que se acerca un frente frío pero se supone que no va a llover hasta el domingo y para entonces ya estaré en casa. Que llueva o brille el sol me importará tres pepinos, estaré triste igual por dejar atrás esta preciosa ciudad. Me va a costar mucho volver a la vida real. ¡Si fue ayer que reservé el viaje! Qué lento pasa el tiempo cuando tienes una meta y qué rápido cuando estás pasándolo bien. Tendré que planear el próximo viaje, a saber para cuándo será...

Me parece que voy a ver si la Chiesa de San Marco está abierta. Estoy sentada en un mini-escalón y empiezo a no sentir el culo. Además, volvió el sol y me estoy asando. Total, está tan cerca que ni yo me puedo perder.
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Davide, de la cabeza a los pies
Sus manos, mi perdición
Galleria dell'Accademia, a los pies de Davide. Primera sorpresa: ahora ya no te puedes sentar en el suelo. ¿Cómo? La otra vez mi hermana y yo nos apoderamos de una esquina y estuvimos sentadas hasta que nos hartamos. De hecho, pasamos casi dos horas girando de un lado al otro, quedándonos con otros detalles. Fue una pasada. La sorpresa buena es que ahora SÍ se puede hacer fotos, siempre que no se usen trípodes ni palo-selfies ni, por supuesto, flash. Así que voy a documentar cada centímetro de la escultura más perfecta del mundo (según mi modesta opinión) para llevármelo a casa. Y eso incluye la entrepierna, por supuesto, aunque son sus manos lo que me siguen alucinando. No les falta ni un solo detalle. Los nudillos, las venas, los huesos esos de los que no sé los nombres... todo. Es hermosa, de principio a fin, hermosa. Detrás de mí hay una mujer que comenta a sus amigas, con aires de entendida, que no le gusta, que es demasiado perfecta. Pues para mí sigue estando muy por encima del resto, a mucha distancia de la siguiente obra maestra que pueda existir. Que algo así salga de un bloque de mármol, de la pericia de un hombre, es algo que me alucina y me da por pensar que es cierto eso que dicen, que las figuras existen en las piedras o los mármoles y el artista es el encargado de sacarlas a la luz, darles vida. Algo así como los orcos de Mordor cuando los sacan de aquella gelatina asquerosa pero cargado de belleza.

¿Habéis visto su nariz? Es perfecta
Y sí es cierto que su "cosita" es pequeña en comparación con el resto del cuerpo pero tengo una teoría (sin demostrar, por supuesto) y es que Michelangelo la estaba esculpiendo en un tamaño más adecuado pero se despistó con la belleza de su creación y de un mal martillazo, se cargó un trozo. Claro, tuvo que arreglarse con lo que quedaba pero vamos, que tampoco quedó demasiado mal. Y mejor lo dejo, ¡que se me va la imaginación y ésto puede acabar más verderón de lo que quiero, jajaja!

Así, sin censuras ni nada
Sigo pensando que L'Accademia pierde toda, o gran parte, de la gracia después de ver a Davide. Entras, pasas entre los "Esclavos" (esos bloques a medio tallar en los que parece que realmente esté la figura luchando por escapar de su encierro) y te encuentras con Davide para acabar de alucinar. Es una pena que los cuadros del resto del museo, casi todos siguiendo una temática religiosa, no se aprecian como es debido después de empacharte de la perfección. De todas formas, hay que verlos aunque sólo sea de pasada. Y, cómo mínimo, ¡para amortizar la entrada! Ah, no os olvideis la gallería donde es exponen modelos de esculturas utilizadas para otros monumentos o tumbas. Es impresionante.

Uno de los esclavos
Salgo casi cuando van a cerrar, otra vez. Compro un sandwich enfrente del museo mismo y me voy de vuelta al hotel. Por hoy ya está bien. Tengo los pies que no sé si son míos o del vecino del quinto.

Vista trasera. Interesante...
Mjo















Galeria de las esculturas.