sábado, 21 de agosto de 2021

SITGES

Hoy he pasado la mañana en Sitges, visitando los museos del Cau Ferrat y el Maricel. Hacía tiempo que tenía ganas de ir y se me ocurrió que la mañana de hoy sería perfecta. He llegado cuando apenas habían abierto, así que he disfrutado de la visita casi sola, algo que me encanta porque así puedo pasar tanto tiempo como quiera recorriendo las salas y, si algo me sorprende, soltar exclamaciones, sonreír o emocionarme a mis anchas sin que nadie crea que estoy locuela. Y lo he hecho más de una vez, palabra. Originales de Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Zuloaga, Picasso, Mas i Fondevilla, Clarasó, copias de Botticelli (Florencia me persigue, ¿querrá decirme algo el Universo?) y, sorpresa, dos Greco originales que te roban el aliento. Impresionante, de verdad, como lo es la arquitectura de ambos edificios, con vistas a un mar que hoy estaba tranquilo e invitaba a bañarse o, como es mi caso, a pasear por la orilla antes de sentarse en un rincón a leer o escribir. 

Y es que me he dado cuenta de que, últimamente, cuando necesito exorcizar mis demonios, acudo a Sitges. Es como si la mezcla de sol, mar y bullicio fuera suficiente para callarlos a todos... Por alguna razón que se me escapa, parece que aquí consigo creer que, tarde o temprano, los malos momentos pasarán y llegarán días sino mejores, al menos diferentes. Todo parece posible en las calles que bordean la iglesia, en las que me gusta perderme buscando los rastros de antiguos indianos o siguiendo los pasos de pintores que captaron la luz y la vida de una manera única y preciosa. Eran otros tiempos, más sencillos quizá, menos ajetreados seguro. ¿Cómo debía ser este pueblo cuando reinaban los pescadores? Me los imagino a pie de playa, llegando con sus barcas cargadas de pescado fresco, ofreciendo el producto a las mujeres que llenarían las ollas con los guisos tradicionales que, hoy en día, algunos cocineros intentan recuperar con un aire nuevo. 

Pasado, presente y futuro caminan por las calles de este pueblo blanco, donde la luz ciega, buscando la mejor manera de convivir y sobrevivir. Yo he pasado noches enteras de fiesta por el Carrer del Pecat (la calle del Pecado) y he bailado bajo la lluvia en sus discotecas al aire libre, me he comido un gofre de chocolate a pie de calle y he disfrutado de una paella con los pies metidos en la arena. En los últimos años, también he aprendido a mirar hacia arriba, buscando los restos de una arquitectura modernista llena de perfiles curvados y motivos florales, cristales de colores y nombres ilustres. Sitges no es sólo fiesta hasta que sale el sol, ni atardeceres de ensueño, playas de arena fina o mar transparente. Es mucho, mucho más que eso, al menos para mí. 

Una parte de mí se encuentra a gusto allí, tanto como en Adrall o en el Circuit. Oh, venga ya, no os hagáis los sorprendidos ahora; sabéis que, cuando quiero, me pongo intensita y que soy rara de la cabeza a los pies. Rara, original, diferente. Yo. Y tampoco estoy tan mal; a cualquiera de vosotros podría pasaros algo mucho peor que yo. ¿Veis? El efecto Sitges jajajaja! Seguramente mañana volverá la Drama Queen y lloraré un poquito, seguiré echando de menos a las mismas personas y preguntándome que cómo es posible que me equivoque siempre tanto. Pero por dentro, porque así es como vivo las cosas. Tarde o temprano, todo pasa, las alegrías, las penas, las incertidumbres, las pérdidas, el sueño, el hambre y lo que se os ocurra; en esta vida, todo va y viene y no se detiene, por mucho que nos empeñemos en retener a una persona o un simple instante. Nada nos pertenece, excepto los recuerdos. Esos sí son nuestros, no puede quitárnoslos nadie, y están siempre al alcance de la mano para sacarlos del cajón y disfrutarlos de nuevo a solas, que es como mejor se saborean.

En fin, que me pongo dramática y no se trata de eso. Hoy no. Hoy he estado en Sitges, me ha dado el sol, he metido los pies en la playa y, de regalo, he visto a Júlia pintada por Casas. 

Hoy sonrío, que ya es bastante. 

Mjo


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