miércoles, 2 de noviembre de 2022

JARDÍN DE SOMBRAS (segunda parte)

La mañana se les fue haciendo cola; de los autos de choque, insípidos sin las canciones de Camela ni el olor a porro de sus fiestas mayores, pasaron a la noria, donde Nerea dejó definitivamente olvidado el miedo absurdo de sus seis o siete años.De ahí pasaron al avión que volaba hacia ninguna parte. La hora y media de espera se tradujo en tres vueltas a paso de tortuga a bordo de un aparato venerable que pronto cumpliría cien años. A Éric no le produjo nada, pero Nerea se sintió transportada a otro tiempo, a otro lugar, a la piel de una espía legendaria que cruzaba fronteras para vender sus secretos al mejor postor. Cuando bajaron, ella feliz y él quejándose de que ahí dentro olía muy raro, se les había echado encima la hora de comer y decidieron hacer una pausa para comer.

De todos los garitos disponibles, que tampoco eran tantos, tuvieron el acierto de elegir el peor, porque tenía precios asequibles y una terraza con unas vistas impresionantes a la ciudad. En cuanto le pegaron el primer mordisco a la hamburguesa, entendieron que estuviera casi vacío. La carne estaba fría y tenía la consistencia de una suela de zapato, el pan estaba demasiado tostado, el tomate pasado y la lechuga mustia. Lo del doble de queso debía de ser cuestión publicitaria porque de él no había ni rastro, y de las patatas mejor no hablar: saladas, aceitosas y tiesas como la mojama. Gastaron todos los sobrecitos de mostaza, ketchup y mayonesa que les dieron y algunos de más que encontraron abandonados en otras mesas, y solo consiguieron que lo incomible se transformara en pasable. Deberían haberse quejado y discutieron la posibilidad de acercarse al mostrador y poner el grito en el cielo, pero ¿les valía la pena montar el espectáculo y arruinarse el día? Lo dejaron pasar y buscaron, y encontraron, consuelo en el postre; el gofre de chocolate resultó ser delicioso y el café no era aguachirri. Algo es algo...

El siguiente pase del túnel del terror empezaba a las cinco. Se asomaron un momento y vieron que todavía no había nadie haciendo cola, así que pensaron dar un paseo y probar las atracciones menos peligrosas para la digestión. El museo de autómatas, la sala de los espejos (donde se separaron y jugaron a perseguirse sin saber si lo que veían era real o solo un reflejo), el carrousel (que compartieron, entre risas, con un montón de niños excitados) y el tren mágico que, suspendido de unos rieles, recorría el parque desde el aire y ofrecía una visión única del entorno. A las cinco en punto, llegaron a la zona de acceso al túnel y se encontraron con una cola de más de setenta personas esperando.

Joder, pues sí que estamos bien... ―dijo Éric.

Sí, estupendamente estamos ―contestó Nerea, mirando unos carteles junto a los carriles―. Si lo que pone ahí es cierto, tenemos para una hora y media.

Pues nada, paciencia.

Por suerte para ellos, no les faltaban temas de conversación. El trabajo, la familia, libros, películas, series, fútbol, motos y el siempre socorrido recurso de las infancias compartidas. Sin darse cuenta, fueron avanzando en la línea y, poco después de las seis y media, se encontraron a pocos metros de la entrada.

Mira, solo nos quedan ―Éric estiró el cuello y contó en voz alta las cabezas que veía― trece personas.

Creo que hacen grupos de ocho, me parece, así que ya mismo entramos.

¿Estás nerviosa?

¿Yo? ¡Qué va!

No mientas, te tiemblan las manos.

Bueno, es que...

No se le ocurrió ninguna excusa y se limitó a encogerse de hombros y desviar la mirada.

¿Seguro que quieres entrar?

¡Claro que sí! Es solo que... No me dejes sola, ¿vale? Me encantan estas cosas, pero me da pánico perderme por ahí dentro.

Tú dame la mano, que yo te protegeré de los monstruos.

¿Y quién me protegerá de tí? ¿Y de mí?”, pensó Nerea, aceptando la mano que le ofrecía.

Eso sí, como salga la loca del Exorcista te las apañas tú solita. ¡Esa tía me pone los pelos de punta!

Ya me extrañaba a mí tanta caballerosidad. Anda, tira, que somos los siguientes.

(Continuará)


Mjo 

28-10-2022


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